Extracto de la novela "El dulce gorjeo del buitre en celo", actualmente en construcción:
Salvo los nombres de Andrea Canoli, Pifa y la Fermi (que son personajes de ficción) los demás personajes, sus frases y los hechos narrados son totalmente ciertos.
Aquél día de junio de 2011 Tomelloso era una fiesta. Lo habían conseguido ¡Tomelloso ya estaba en libro Guiness de los records! ¡Habían conseguido fabricar la pizza más larga del mundo, concretamente 1.141,5 metros, superando así el anterior récord en poder de un pueblo polaco que alcanzó los 1.010 metros de longitud! Y eso que las dificultades no habían sido pocas. Jesús Marquina, “Marquinetti”, el capitán de la selección española de pizzeros, había echado en falta la inestimable ayuda de Andrea Canoli, quien no se sabía por qué razón no había dado señales de vida. Aún así, el equipo compuesto por 120 pizzeros y 120 ayudantes, más 60 personas en otras labores de apoyo, habían hecho posible alcanzar este hito. Lo había resumido muy bien el alcalde en funciones, Carlos Cotillas: “no hay mejor reto para un tomellosero que decirle que algo no se puede hacer, esa es la mejor manera de convencerlo de que se haga”. Y tenía razón.
Para la elaboración de la pizza se emplearon 2.700 kg de masa, 700 de mozarella, 700 de jamón y 690 de tomate. A las 5:00 a.m. se había dado el pistoletazo de salida, a las 9:00 a.m. comenzó la colocación de ingredientes, a las 12:30 comenzó a pasar al horno de cocción y allí se produjo uno de los momentos más dramáticos: las ruedas que liban transportando la masa a través del horno, se atascaron. Pero allí estaban todos los tomelloseros y los visitantes de localidades vecinas para animar. Como explicó el capitán de la selección: “la fe de todos los pizzeros y toda la gente diciendo ¡venga, venga!, ha hecho que todo se solucionase y pudiésemos continuar”. Finalmente a las 16:00 p.m. el récord mundial estaba conseguido y los 40.000 asistentes lo festejaron con gritos de “¡Campeones, campeones!” mientras la monumental pizza se empezaba a repartir, dando una porción y una Pepsi a cambio de un euro que se destinaría a la Fundación Balía como ayuda a sus proyectos de ayuda a jóvenes y familias con exclusión social.
Un día así no podía faltar en Tomelloso el jefe de control de operaciones del aeropuerto de Ciudad Real, y tomellosero de pro, Epifanio, el “Pifa”. Cada vez que podía, Pifa se acercaba allí para disfrutar de su casita y su viñedo, y de paso atender los asuntos del extraño melonar de Fermina, la “Fermi”, la cual cada vez iba menos por el pueblo. Pero en aquellos momentos Tomelloso era una fiesta. Ya el alcalde, Carlos Cotillas, resaltaba “el orgullo de los tomelloseros y tomelloseras por conseguir batir este difícil récord” y el impulsor de esta idea, Jesús Marquina, iba más allá al afirmar que batir este record Guinnes suponía colocar a la ciudad en el punto de mira de millones de personas de todo el mundo, “mostrándola como una ciudad que hace cosas novedosas e importantes y a la que le gustan los retos difíciles”.
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