En teoría el prospecto de un medicamento es un documento de información para el paciente, para que entienda cómo actúa ese medicamento contra su enfermedad y cómo debe tomarlo.
Sin embargo, la realidad es muy distinta, ya que el prospecto es: un documento de medicina defensiva pensado para que quede constancia de que se ha avisado al paciente de todos los efectos secundarios que pueden darse con el mismo y por consiguiente eximir al laboratorio y al médico de cualquier responsabilidad si dentro de los cauces correctos de prescripción y uso, aún así se produjese uno de esos efectos secundarios.
En consecuencia los prospectos de medicamentos son un largo texto de terminología médica en donde se detalla cualquier efecto secundario que se haya detectado en la investigación del medicamento por muy remota que sea la posibilidad de que aparezca.
Así, las reacciones de un paciente ante el prospecto son: (1) Disgusto al comprobar que no entiende nada de lo que pone aunque use una lupa para poder ver el minúsculo tipo de letra con que está escrito. (2) Asombro y estupor ante todos los efectos secundarios que puede provocar. (3) Firme decisión de tirar el prospecto a la basura y no volver a leer ninguno más, o incluso incumplir las recomendaciones del médico ante el susto que se le ha metido en el cuerpo.
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