viernes, 5 de junio de 2009

La injusticia se ha instalado en la Justicia

Para comprobar cómo la injusticia se ha instalado en la Justicia hoy trae un buen ejemplo la prensa: los tribunales se han pronunciado y, aunque siempre cabe la apelación, van a obligar al Odyssey a entregar al Estado español todas las monedas extraídas del barco “Nuestra Señora de las Mercedes”. Resulta que el citado barco se hundió hace varios siglos en aguas internacionales. Greg Stemm con su empresa Odyssey, dedicada a buscar tesoros hundidos, invierte tiempo y dinero para localizar los restos del navío. Una vez localizado y con la tecnología en la que ha invertido un enorme capital, consigue sacar a flote el tesoro, 400 millones de euros en monedas de oro y plata. Entonces, el Estado español dice que “eso es mío” y lo lleva a los tribunales que ahora le dan la razón.

Si yo fuese Greg Stemm, y una vez que la sentencia fuese firme, cogería todas las monedas y las volvería a dejar en su sitio (entre los restos del barco hundido), en el fondo del mar, y si el Estado español quiere recuperarlas que se gaste su tiempo y su dinero en tratar de localizarlas como hicieron ellos y en extraerlas, si es que pueden. Si en vez de 400 millones de euros el botín hubiese sido de 300 euros, ¿hubiera reclamado el Estado?

Por desgracia la justicia es realmente injusta. Me viene así a la memoria un caso similar y más mundano que también vino en la prensa. Una señora se encontró en la basura un cuadro. Como le gustó, lo llevó a restaurar, le puso un nuevo marco y lo colgó en su casa. Un día lo vio una vecina y al ver lo bien que le había quedado dijo “ese cuadro es mío” (lo cual era cierto, por cierto) y como la mujer que se lo encontró y gastó su tiempo y su dinero en rescatarlo de la basura y restaurarlo no se lo quiso entregar de nuevo, hubo juicio. El resultado fue el mismo que en el caso del Odyssey: tuvo que entregar el cuadro a su antigua dueña, la que un día no hacía mucho, lo había tirado sin contemplaciones a la basura.

Hoy día, aquél cuadro habría desaparecido triturado e incinerado en la basura, y las monedas de oro seguirían por siglos ocultas en el fondo del mar. ¡Eso es lo que le gusta a la (in) Justicia!

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