Analizaba que los enfermeros podían ganar prestigio profesional, un reconocimiento social más elevado, más y mejores competencias profesionales… pero no eran los verdaderos vencedores. Por su parte los médicos, que verían cómo otro grupo profesional adquiría la capacidad de prescribir medicamentos (algo que hasta ese momento era de su exclusiva competencia) no eran tampoco los perdedores de esta confrontación. De hecho, cabía considerar a los médicos como beneficiarios de esa medida toda vez que esto les quitaría una parte de su carga de trabajo.
¿Quién pierde en esta guerra? A su entender, el verdadero perjudicado es el paciente. Con esta medida, los pacientes ya no serán todos iguales, a unos les atenderán profesionales con más de 10 o 12 años de formación, y a otros, profesionales con 3 o a lo sumo 4 años de formación. Incluso a los pacientes a quienes les atiendan los enfermeros no podrán recetarles los mismos medicamentos si están en una CCAA que si están en otra, ya que serán las propias CCAA quienes determinen qué medicamentos están capacitados para prescribir los enfermeros.
Y entonces ¿quién gana? Sorprendentemente, según expuso este experto, el verdadero e inesperado vencedor de esta contienda es la industria farmacéutica. A partir de ese momento, los laboratorios farmacéuticos tendrán un nuevo grupo de clientes potenciales, un numerosísimo colectivo de profesionales a quienes dirigir su presión promocional para que conozcan y receten sus medicamentos. Los enfermeros serán a partir de ese momento el centro de atención de los laboratorios para ganarse su favor y que receten sus productos y serán invitados a congresos, se organizarán mesas redondas, cursos de formación, jornadas técnicas, etc., y se verán agasajados por las mil y una atenciones que, dentro del marco legal con que se autorregula la industria, es práctica habitual con los médicos y a partir de ese momento lo será también con los enfermeros.
A más posibles prescriptores, mayor gasto farmacéutico, por más que trate el Gobierno de frenar la innovación de nuevos productos (necesariamente más caros), fomentar el uso de genéricos, etc. Y asistiremos a un movimiento acelerado de la emigración de pacientes al sistema privado, en donde les atenderán médicos perfectamente formados para diagnosticar y tratar enfermedades. Buena noticia pues, también, para las compañías de privadas de servicios sanitarios. Y el sistema público de salud se irá quedando cada vez en mayor proporción en manos de profesionales con menos años de formación para atender a los pacientes, a quienes recetarán productos más baratos, aunque eso sí, el Gobierno saldrá ganando ya que conseguirá su objetivo de rebajar el coste de las prestaciones sanitarias.
Para los laboratorios farmacéuticos, a quienes constantemente recortan sus posibilidades de acceso a los médicos para poder informar de sus productos, a quienes recortan los precios de sus medicamentos, a quienes ponen constantemente mil y una trabas, puede llegar al fin una buena noticia: un enorme colectivo de potenciales prescriptores está deseando ejercer ese nuevo derecho.
Así que ya veis, en esto pasa como en todo: la Banca (gobierno, laboratorios) gana; los clientes (todos nosotros como pacientes) pierden.
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