Es un verdadero anacronismo ver cómo la gente se despide deseándose felices “vacaciones”, sin darse cuenta que esas “vacaciones” son la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Sin embargo, la Semana “Santa” es cada vez más sinónimo de “vacaciones”, “playa”, “turismo”, “jolgorio”...
Por una parte están los agnósticos, o los simplemente “no pienso en eso”, que sin sentir la más mínima devoción por los hechos que se conmemoran, se aprovechan de esos días festivos para irse de vacaciones. No parece lógico que siendo agnósticos no exijan al Gobierno que decrete que esos días sean laborables (a fin de cuentas este es un Estado no confesional). Si de lo que se trata es de un tema simplemente laboral, pues que las empresas den a los trabajadores 4 días de libre disposición para que cada uno los disfrute cuando y como quiera. Resulta tremendamente hipócrita decir “paso de religión católica y sin embargo me aprovecho de las vacaciones"; o decir “este país es laico y sin embargo me parece muy bien beneficiarme de las fiestas religiosas".
Por otra parte están los que salen en procesión y se entusiasman tanto con la forma, con la parafernalia y los ritos, que no tiene cabida en su mente la debida reflexión que deberían tener según las creencias que dicen tener. Para ellos, la Semana Santa es ir a ver procesiones o salir en alguna de ellas, comer torrijas, ver a la familia del pueblo... ¿dónde está la reflexión sobre el verdadero significado de estas fiestas? Todo es pompa, incienso, ropajes exóticos, reuniones familiares...
Finalmente está el Estado y ¡ete aquí que sí hay un punto de coincidencia entre todos los partidos políticos!: todos ellos mantienen en sus sitio las fiestas religiosas aunque no creen en la religión, porque para ellos la Semana Santa sólo es una atracción turística, puro folklore como cualquier otra fiesta popular carente de cualquier otro sentido que no sea la incentivación del turismo y el consumo.
Desde aquí propongo (es una utopía) el retorno a la cordura. Que estos días sean laborables, que cada uno pueda disponer de esos cuatro días de vacaciones como quiera y en la época del año que quiera, que las procesiones y todos los actos de la Semana Santa se sigan celebrando, pero que aquellos que deseen acudir o participar en las mismas acuda a ellas al final de su jornada laboral o reservándose para esos días estas cuatro nuevas jornadas de asuntos propios.
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