viernes, 5 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (5)

Un golpe en la puerta rompió el silencio, tan brusco que Juan dio un respingo, como si lo hubieran sorprendido en un delito.
 
- ¿Quién es? -preguntó, con la voz áspera por el desuso. 
- ¡Soy yo, Carlos! ¿Vas a abrir o sigo tocando la serenata?
 
La voz al otro lado era cálida, con un toque de sorna que solo un viejo amigo podía permitirse.  Juan se levantó, apartando una pila de papeles que amenazaba con desplomarse, y abrió la puerta. Carlos entró como una ráfaga de aire fresco, trayendo consigo el olor a colonia barata y el bullicio de la calle. Llevaba un traje gris de corte recto, típico de un oficinista de clase media en aquél Madrid de los setenta, con una camisa blanca impecable y una corbata de rayas que parecía gritar estabilidad. En la mano derecha sostenía una botella de vino tinto, con la etiqueta medio despegada, y en la izquierda, un paquete de cigarrillos Ducados que asomaba del bolsillo de su chaqueta. 
 
- ¡Hombre, qué sorpresa! No esperaba verte hoy -dijo Juan, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.  Carlos lo miró de arriba abajo, arqueando una ceja.
- ¿Qué tal, soñador? Siempre encerrado con tus palabras.
 
Carlos recorrió la habitación con la mirada, deteniéndose en el desorden de libros y papeles.
- Este lugar parece una biblioteca en ruinas. ¿No te cansas de vivir entre papeles?
Juan se encogió de hombros y señaló dos sillones gastados, tapizados en un terciopelo verde que había visto mejores días.
- Es mi refugio. Siéntate, hombre. 
 

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jueves, 4 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (4)

El aire en el apartamento de Juan olía a papel viejo y a café recalentado, con un leve rastro de cera quemada de las velas que usaba cuando la lámpara de pie, con su pantalla torcida, no bastaba para iluminar sus noches de escritura. Era 1975, y Madrid vibraba fuera de aquellas paredes con un pulso inquieto, atrapada entre la rigidez política de aquellos años y la promesa de algo nuevo, indefinido, que flotaba en las conversaciones susurradas en los bares y en las canciones de la radio. Pero dentro de aquel apartamento en la calle Argumosa, en el corazón del barrio de Lavapiés, el mundo parecía detenerse.
 
Las estanterías, abarrotadas de libros con lomos desgastados -desde Lorca hasta Camus-, se alzaban como murallas alrededor de un escritorio donde una vieja máquina de escribir Olivetti Lettera 22 reinaba entre montones de papeles arrugados y tazas manchadas de café.
 
Juan, de veinticinco años, estaba encorvado sobre el escritorio, con los dedos suspendidos sobre las teclas, como si dudara de cada palabra antes de dejarla caer sobre el papel. Su cabello, castaño y desordenado, le caía sobre la frente, y sus ojos, de un verde apagado, reflejaban una mezcla de cansancio y anhelo. Vestía una camisa de franela a medio abotonar, con las mangas remangadas, como si estuviera en una batalla constante contra el calor de su propia mente. Era un hombre fuera de lugar, un novelista atrapado en un mundo que exigía más de lo que él estaba dispuesto a dar. Quería escribir historias que rasgaran el alma, pero las expectativas -las de los editores, las de la sociedad, las de sí mismo- lo tenían acorralado.
 

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miércoles, 3 de diciembre de 2025

Una trilogía de novelas

El periodista y escritor Vicente Fisac ha escrito a lo largo de su vida muchos libros (más de cuarenta, disponibles todos ellos en Amazon, tanto en edición digital como en edición impresa) y de ellos, algunas novelas y relatos cortos. Ahora, toda esa producción narrativa se ha reunido en tres tomos, “Novelas escogidas”, “Novelas con corazón” y “Novelas con aire nórdico”. Un total de once novelas que te permitirán conocer el universo de este original autor y te brindarán unas horas de lectura entretenida llena de sorpresas.

NOVELAS CON AIRE NÓRDICO
 
En “La joven rubia de Glommen”, seguiremos paso a paso la vida y las emociones de Erika Nissen (1845-1903), pianista y auténtica superestrella del siglo XIX. Su carácter firme e independiente, en una sociedad donde la mujer estaba supeditada al hombre, su compromiso social especialmente con las clases más desfavorecidas, y su defensa de los derechos de las mujeres, chocó con la sociedad de su tiempo… y sin embargo, cuando la escuchaban tocar esa música que llegaba al corazón, le perdonaron todo.
 
En “Huyendo hacia el silencio” nos trasladamos a la época actual en España. Allí, un experto publicitario ya jubilado nos cuenta la historia de un joven cantante al que la fama ha sobrepasado y busca un poco de paz y anonimato en su vida. Un encuentro casual dará un giro completo a la vida de estos dos personajes y se sucederán toda una serie de persecuciones, intrigas e incluso actos heroicos que nos revelarán una personalidad a contracorriente, la de un joven que lejos de seguir las modas y las normas él sigue las suyas, pero sin imponerlas a nadie, simplemente predicando con el ejemplo.
 
NOVELAS CON CORAZÓN
 
En “Caminos de fuego” nos adentramos en una novela actual de amor y de aventuras en el corazón de África. Pero esta historia de amor se verá amenazada no sólo por el fuego de un volcán y los peligros dela selva, sino también por el asedio de los medios de comunicación que, cuando ven una presa capaz de llenar portadas, se vuelven implacables. Sin embargo, esta novela nos enseñará también que cuando el amor es fuerte y verdadero, se puede combatir ese asedio con inteligencia y transformar los inconvenientes en ventajas.
 
En “Deuda de vida”, damos un salto atrás en el tiempo y nos trasladamos a la Grecia clásica de hace 2.600 años en vísperas de la celebración de unos Juegos Olímpicos que reviviremos en directo y conoceremos cómo era la vida normal y diaria en aquellos tiempos. Es una novela inspirada en hechos históricos, en donde el amor, la amistad y el honor son puestos a prueba y en donde se nos demuestra que hubo un tiempo en que una palabra dada, un apretón de manos, valía más que cualquier contrato.
 
NOVELAS ESCOGIDAS
 
En “EL ECO DE OTRO MUNDO”, se aborda el mundo del teatro y este nos introduce en el mundo de la familia, padres e hijos.
En “LA ESPERA SIN FIN”, un joven escritor descubre el amor en el lugar más insospechado. Una lucha entre la esperanza y el abatimiento.
En “UNA BODA Y UN ARMARIO”, pasamos a la más pura diversión; sin más aspiraciones…que ya es bastante.
En “ADIÓS EN AZUL” viviremos una historia de amor y distancia, por los intrincados caminos del destino.
En “EL CÍRCULO DE HADAS” nos vamos siglos atrás, al mundo mágico de las leyendas, la fantasía y los misterios.
En “LA SOMBRA EN EL ASFALTO” se cuenta una historia íntima sobre el paso del tiempo y cómo el destino nos devuelve nuestra propia imagen.
En “PUZZLE” iremos reuniendo piezas sueltas de un puzzle cuyo resultado final sólo se podrá contemplar cuando lo hayamos completado.
 
Disponibles en Amazon en tres ediciones: tapa dura, tapa blando y eBook:
Novelas con aire nórdico
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Novelas con corazón
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Novelas escogidas
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Sigue esperando… (3)

Si mirásemos al Madrid de los años 70, con las luces de neón parpadeando en las calles al anochecer, quizás escucharíamos aquella canción de Camilo Sesto que tanto se clavó en el alma de nuestro protagonista…
 
Un adiós sin razones
Unos años sin valor
Me acostumbré
A tus besos y a tu piel color de miel
A la espiga de tu cuerpo
A tu risa y a tu ser
Mi voz se quiebra
Cuando te llamo
Y tu nombre
Se vuelve hiedra
Que me abraza
Y entre sus ramas
Ella esconde mí tristeza
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo
Quiero vivir, quiero vivir
Saber por qué
Te vas, amor
Te vas, amor
Pero te quedas
Porque formas parte de mí
Y en mi casa
Y en mi alma
Hay un sitio para ti
Se que mañana
Al despertarme
No hallare
A quien hallaba
Y en su sitio
Habrá un vacío
Grande y muro como el alma
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo
Quiero vivir, quiero vivir
Saber por qué
Te vas, amor
Te vas, amor
Pero te quedas
Porque formas parte de mí
Y en mi casa
Y en mi alma
Hay un sitio para ti
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo
Quiero vivir, quiero vivir
Saber por qué
Te vas, amor
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo, quiero vivir, quiero vivir
 

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martes, 2 de diciembre de 2025

Dos novelas que nos llevarán a Noruega

En este volumen titulado “Novelas con aire nórdico”, se ofrecen dos novelas muy diferentes, de Vicente Fisac, en donde Noruega es también protagonista y el autor nos conducirá por aspectos desconocidos de este país…
 
No es ningún secreto que al periodista y escritor Vicente Fisac siempre le ha atraído de una manera muy especial Noruega, por eso no es de extrañar que este país forme parte de alguna de sus novelas. En este libro, en concreto, se incluyen dos novelas ambientadas –en todo o en parte- en Noruega. La primera, es una biografía de una superestrella de su tiempo de la que, sin embrago, apenas nadie recuerda, y cuya apasionante vida ha sido ahora rememorada. La segunda novela comienza en España pero, por caprichos del destino, sus personajes emprenderán una huida que les llevará hasta Noruega y allí conocerán cómo son las gentes de este país y el contraste entre la sociedad española y la sociedad noruega.
 
En “La joven rubia de Glommen”, seguiremos paso a paso la vida y las emociones de Erika Nissen (1845-1903), pianista y auténtica superestrella del siglo XIX. Su carácter firme e independiente, en una sociedad donde la mujer estaba supeditada al hombre, su compromiso social especialmente con las clases más desfavorecidas, y su defensa de los derechos de las mujeres, chocó con la sociedad de su tiempo… y sin embargo, cuando la escuchaban tocar esa música que llegaba al corazón, le perdonaron todo.
 
En “Huyendo hacia el silencio” nos trasladamos a la época actual en España. Allí, un experto publicitario ya jubilado nos cuenta la historia de un joven cantante al que la fama ha sobrepasado y busca un poco de paz y anonimato en su vida. Un encuentro casual dará un giro completo a la vida de estos dos personajes y se sucederán toda una serie de persecuciones, intrigas e incluso actos heroicos que nos revelarán una personalidad a contracorriente, la de un joven que lejos de seguir las modas y las normas él sigue las suyas, pero sin imponerlas a nadie, simplemente predicando con el ejemplo.
 
“Novelas con aire nórdico”, de Vicente Fisac
Disponible en Amazon, en tres ediciones: tapa dura, tapa blanda y eBook:
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Sigue esperando… (2)

Madrid, 1975. La noche era un lienzo de contradicciones. Las calles, iluminadas por letreros de neón que parpadeaban como promesas rotas, vibraban con el rumor de una ciudad que no sabía si aferrarse al pasado o lanzarse al abismo de un futuro incierto. Era una época de susurros y sombras, de cafés llenos de humo donde se hablaba de libertad en voz baja, de cines abarrotados donde las pantallas ofrecían un escape momentáneo, de discotecas que palpitaban con ritmos disco y el eco de canciones como las de Raphael o Nino Bravo, que parecían capturar el anhelo colectivo de algo más. España estaba al borde de un cambio, con el régimen de Franco tambaleándose y una generación joven que soñaba con nuevos horizontes, aunque aún no supiera cómo.
 
En medio de este torbellino vivía Juan, un joven de veinticinco años con el alma de un poeta y el corazón de un buscador. No era como los demás. Mientras sus contemporáneos se perdían en la efervescencia de la noche, en risas que ocultaban vacíos y en coqueteos que duraban lo que una canción, Juan anhelaba algo más profundo: una conexión que trascendiera lo superficial, un amor que no se desvaneciera con la luz del amanecer. Sus días los pasaba entre libros y una vieja máquina de escribir, tejiendo historias que intentaban capturar las verdades que no se atrevía a pronunciar en voz alta.
 
Pero la noche, esa fuerza magnética que atraía a todos, también lo había atrapado, llevándolo a un mundo de luces estroboscópicas y promesas vacías donde buscaba, sin saberlo, un destello de eternidad.
 

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lunes, 1 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (1)

Durante los próximos días vamos a ir compartiendo esta novela corta que narra un episodio que cambió (o quizás nunca llegó a cambiar) la historia de Juan, un joven escritor de 25 años, introspectivo, idealista, y fuera de lugar en el ambiente social superficial. Anhela una conexión profunda, pero se siente atrapado por las expectativas sociales.
 
La acción transcurre en Madrid, en el año 1975, una ciudad que en aquél entonces era un crisol de sueños y desencantos, un lugar donde las almas se cruzaban pero no siempre se encontraban.
 
Esta historia nos habla de su espera obstinada, de su lucha por no rendirse ante un mundo que premia lo efímero y superficial, de un encuentro fugaz que marcó un antes y un después en su vida, de un día muy especial que dejó a Juan suspendido entre la esperanza y la melancolía, buscando –más allá de los cuerpos- un alma de mujer que diera sentido y propósito a su vida.
 
Querido lector, prepárate para caminar por las calles de un Madrid que ya no existe, para escuchar los acordes de una balada que aún resuena, y para preguntarte, al igual que lo hizo Juan, si el amor verdadero puede encontrarse en un mundo que parece haberlo olvidado.
 

Novelas con corazón
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domingo, 30 de noviembre de 2025

Novelas de amor y aventura

El amor es la fuerza más potente del universo y estas dos novelas de Vicente Fisac nos demuestran cómo el amor verdadero es capaz de vencer todas las dificultades. Dos novelas en donde al amor y la aventura están presentes y nos harán disfrutar de un buen rato de lectura apasionante…
 
En “Caminos de fuego” nos adentramos en una novela actual de amor y de aventuras en el corazón de África. Pero esta historia de amor se verá amenazada no sólo por el fuego de un volcán y los peligros dela selva, sino también por el asedio de los medios de comunicación que, cuando ven una presa capaz de llenar portadas, se vuelven implacables. Sin embargo, esta novela nos enseñará también que cuando el amor es fuerte y verdadero, se puede combatir ese asedio con inteligencia y transformar los inconvenientes en ventajas.
 
En “Deuda de vida”, damos un salto atrás en el tiempo y nos trasladamos a la Grecia clásica de hace 2.600 años en vísperas de la celebración de unos Juegos Olímpicos que reviviremos en directo y conoceremos cómo era la vida normal y diaria en aquellos tiempos. Es una novela inspirada en hechos históricos, en donde el amor, la amistad y el honor son puestos a prueba y en donde se nos demuestra que hubo un tiempo en que una palabra dada, un apretón de manos, valía más que cualquier contrato.
 
“Novelas con corazón” de Vicente Fisac
Disponible en Amazon, en tres ediciones: tapa dura, tapa blanda y eBook:
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sábado, 29 de noviembre de 2025

Novelas cortas y relatos

En el libro titulado “Novelas escogidas” se presentan varias novelas cortas y relatos de Vicente Fisac. Este libro nos brinda la oportunidad de disfrutar de una lectura entretenida recorriendo diversos ambientes y temáticas en donde el amor está siempre presente y, en algunos casos, viene sazonado con gotas de humor, de aventura o de misterio. Esta es la selección:
 
En “EL ECO DE OTRO MUNDO”, se aborda el mundo del teatro y este nos introduce en el mundo de la familia, padres e hijos.
En “LA ESPERA SIN FIN”, un joven escritor descubre el amor en el lugar más insospechado. Una lucha entre la esperanza y el abatimiento.
En “UNA BODA Y UN ARMARIO”, pasamos a la más pura diversión; sin más aspiraciones…que ya es bastante.
En “ADIÓS EN AZUL” viviremos una historia de amor y distancia, por los intrincados caminos del destino.
En “EL CÍRCULO DE HADAS” nos vamos siglos atrás, al mundo mágico de las leyendas, la fantasía y los misterios.
En “LA SOMBRA EN EL ASFALTO” se cuenta una historia íntima sobre el paso del tiempo y cómo el destino nos devuelve nuestra propia imagen.
En “PUZZLE” iremos reuniendo piezas sueltas de un puzzle cuyo resultado final sólo se podrá contemplar cuando lo hayamos completado.
 
"Novelas escogidas", de Vicente Fisac
Disponible en Amazon, en tres ediciones: tapa dura, tapa blanda y eBook:
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domingo, 23 de noviembre de 2025

El latido de la Tierra en el corazón de África

En el vasto paisaje de África oriental, donde la Tierra parece abrirse en un abrazo tectónico, se erige el volcán Nyamuragira, un coloso de lava y fuego que ha moldeado el destino de una región rica en vida y contrastes. Situado en la República Democrática del Congo (RDC), este volcán no es solo un pico imponente, sino un recordatorio vivo de la dinámica incesante del planeta. Conocido también como Nyamulagira, es el volcán más activo de África y uno de los más prolíficos del mundo.
 
Nyamuragira forma parte de la cadena de los Montes Virunga, un conjunto de volcanes activos en la rama occidental del Gran Valle del Rift de África Oriental. Este rift es una grieta tectónica donde las placas africana y somalí se separan lentamente, permitiendo que el magma ascienda desde las profundidades de la Tierra. El volcán se encuentra en la provincia de Nord-Kivu, a unos 25 kilómetros al norte del lago Kivu y aproximadamente 13 kilómetros al nor-noroeste de su vecino más famoso, el Nyiragongo, famoso por su lago de lava permanente.
 
A diferencia de los conos empinados como el Kilimanjaro, Nyamuragira es un volcán en escudo, similar a los de Hawái. Su forma es ancha y de pendientes suaves, con una altura de 3.058 metros sobre el nivel del mar. En la cima, una caldera de 2 por 2,3 kilómetros de diámetro, con paredes de hasta 100 metros, alberga un lago de lava intermitente que ha fascinado a científicos durante décadas. El volcán abarca un volumen de unos 500 kilómetros cúbicos y cubre 1.500 kilómetros cuadrados de terreno, con más de 100 conos adventicios (pequeños volcanes secundarios) dispersos por sus flancos y la llanura circundante.
 
Más de un siglo de fuegos impredecibles
 
Desde 1885, Nyamuragira ha erupcionado más de 40 veces, con un promedio de una erupción cada dos años desde 1980. Sus erupciones son efusivas, es decir, expulsan grandes flujos de lava fluida en lugar de explosiones violentas, aunque ocasionalmente generan columnas de ceniza y gases. Algunas erupciones, como la de 1938, marcan su historia: El flujo de lava vació el lago de lava del cráter y alcanzó el lago Kivu, cubriendo vastas áreas de bosque. Pero todas estas erupciones no solo alteran el paisaje, sino que también enriquecen el suelo con minerales, fomentando una vegetación exuberante en un entorno tropical.
 
Nyamuragira es un volcán que no descansa.  El 2024 trajo un repunte dramático: el 26 de julio, la lava desbordó el borde norte de la caldera, avanzando 5 kilómetros en el primer día y elevando el código de aviación a rojo por una pluma de 4 kilómetros de altura.
El 10 de septiembre, comenzó una erupción que persiste hasta la fecha, con flujos en los flancos oeste y noroeste visibles incluso en imágenes satelitales.
Esta fase actual, que podría ser una de las más grandes en un siglo por volumen de lava, resalta la imprevisibilidad de Nyamuragira. Aunque sus erupciones son mayormente efusivas y rara vez causan desastres directos, sus flujos de lava han cubierto más de 1.500 km² del rift, destruyendo bosques tropicales y desplazando vida silvestre.
 
Para las comunidades cercanas, como Goma (a 30 km), el riesgo radica en las cenizas que contaminan el aire y el agua, y en posibles flujos que podrían alcanzar el lago Kivu, con sus reservas de gas metano explosivo. Sin embargo, la lava fertiliza el suelo, promoviendo agricultura en una zona de conflicto armado. El OVG y parques nacionales monitorean la actividad para mitigar riesgos, pero el acceso es limitado por la inestabilidad regional.
 
Símbolo de la Tierra viva
 
Nyamuragira no es solo un volcán; es un pulso de la Tierra en acción, donde la destrucción da paso a la renovación. En un mundo obsesionado con la estabilidad, este gigante congoleño nos recuerda que el planeta es un ser dinámico, forjado en fuego. Mientras su lago de lava burbujea y sus flujos serpentean por los flancos, científicos y locales conviven con su poder. Observarlo desde satélites o, con precaución, desde la distancia, es un privilegio que invita a la humildad. En el corazón del rift africano, Nyamuragira sigue susurrando —y rugiendo— las historias profundas de nuestro planeta.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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sábado, 22 de noviembre de 2025

Adentrándose en el corazón de hielo

(AZprensa) El sol de medianoche islandés apenas roza el horizonte cuando arrancamos el todoterreno desde la Ring Road, la carretera principal que circunda la isla como un anillo de asfalto precario. Detrás quedamos Reykjavik, con sus cafés hipster y sus ejecutivos en trajes impecables; delante, el vasto interior de Islandia, un territorio que parece arrancado de un sueño febril o, mejor dicho, de un set de Hollywood. Nuestro vehículo, un robusto Land Rover Defender modificado para terrenos extremos, ruge con determinación mientras nos adentramos por pistas de grava y ceniza volcánica. Yo, el guía, llevo las riendas; a mi lado y en los asientos traseros, cinco ejecutivos de una multinacional tecnológica: Ana, la CFO de mirada analítica; Marco, el CEO carismático pero estresado; Lisa, la directora de marketing siempre con el teléfono en mano; Raj, el ingeniero escéptico; y Sofia, la de recursos humanos, la más entusiasta del grupo. Ninguno ha pisado un glaciar en su vida. Sus viajes "de aventura" se limitan a conferencias en Dubái o retiros en los Alpes con spa incluido. Hoy, eso cambia.
 
La transición es abrupta. En cuestión de minutos, el paisaje se transforma en algo irreconocible. Las carreteras interiores –pistas F, las llaman aquí, como F208 o F35– son meros surcos en un mar de lava solidificada, cubiertos de polvo negro que se levanta en nubes asfixiantes. A ambos lados, campos de musgo verde fluorescente cubren rocas basálticas como una alfombra alienígena. "Esto no puede ser la Tierra", murmura Marco, aferrándose al asiento mientras el todoterreno salta sobre un bache. Y tiene razón. Islandia interior es un planeta ajeno: volcanes dormidos como cráteres lunares, ríos de aguas turquesas que serpentean entre grietas profundas, y un cielo que parece infinito, salpicado de nubes que se mueven con la velocidad de un huracán contenido.
 
No es casualidad que directores de cine lo elijan. Recuerdo contárselo al grupo mientras sorteamos un vado de río glaciar, el agua helada salpicando el parabrisas. "Mirad a la izquierda: ese valle fue el escenario de Interstellar, donde Cooper aterriza en un mundo de hielo eterno. Y más adelante, en las tierras altas de Sprengisandur, rodaron escenas de Game of Thrones para el Muro y las tierras más allá. Ridley Scott usó estos paisajes para Prometheus, porque ¿dónde más encuentras un lugar que parezca habitado por dioses indiferentes o extraterrestres hostiles?". Los ejecutivos asienten, boquiabiertos. Lisa saca su teléfono para grabar, pero la señal se pierde hace rato. "Esto es mejor que cualquier filtro de Instagram", dice Raj, y por primera vez, su voz tiembla no de escepticismo, sino de asombro.
 
Avanzamos hacia el sur, rumbo a Vatnajökull, el glaciar más grande de Europa, un coloso de hielo que cubre el 8% de la isla como una armadura blanca y azul. El viento sempiterno azota el vehículo: un soplo constante, gélido, que se cuela por las rendijas y eriza la piel incluso con las ventanillas cerradas. "Abrigaos", les advierto, repartiendo chaquetas térmicas. "Aquí el viento no perdona; viene directo del Ártico". El todoterreno trepa por pendientes empinadas, las ruedas patinando en la grava suelta. De repente, emergemos en un altiplano: campos de lava negra, salpicados de cráteres humeantes, y al fondo, cascadas imponentes que caen como cortinas de plata desde acantilados invisibles.
 
La primera gran parada es en Landmannalaugar, un valle geotérmico que parece pintado por un artista loco. Fuentes termales burbujean en tonos naranjas y verdes, rodeadas de montañas ryolíticas multicolores –rojo óxido, amarillo azufre, negro carbón–. Bajamos del vehículo, y el grupo pisa por primera vez este suelo extraterrestre. Ana, acostumbrada a salas de juntas, tropieza con una roca y suelta una risa nerviosa. "Esto es... abrumador. En Nueva York, controlo todo; aquí, el paisaje me controla a mí". El viento helado les azota las mejillas, enrojeciéndolas, mientras caminamos hacia una cascada cercana. El agua ruge, cayendo cientos de metros en una niebla que empapa todo. Sofia extiende los brazos, como abrazando la inmensidad. "Siento que estoy en una película, pero real. ¿Cómo sobrevive algo aquí?".
 
Proseguimos, cruzando ríos que el todoterreno vadea con maestría –el agua llega a las puertas, y el grupo contiene la respiración–. El interior se vuelve más hostil: niebla baja que reduce la visibilidad a metros, terrenos donde el GPS falla y solo la experiencia del guía marca el camino. Hablamos de cine para distraerlos. "Ese pico allá fue usado en Star Wars: The Force Awakens para planetas remotos. Y Vatnajökull mismo apareció en James Bond: Die Another Day, con persecuciones sobre hielo". Marco, el CEO, confiesa: "En la oficina, lidio con presupuestos y deadlines. Aquí, un río puede barrer el coche en segundos. Es... liberador".
 
Llegamos al borde de Vatnajökull al atardecer eterno del verano islandés. El glaciar se extiende como un océano congelado, grietas azules profundas como abismos, cuevas de hielo que brillan con luz turquesa. Aparcamos y equipamos al grupo con crampones –por primera vez, pisan un glaciar–. El viento aúlla, cortante como cuchillas, pero la sobrecogedora belleza los silencia. Lisa deja caer el teléfono; Raj toca el hielo con reverencia. "Es como caminar sobre un ser vivo, antiguo y poderoso", dice Ana. Cascadas internas rugen bajo sus pies, y el horizonte se funde con el cielo en un blanco infinito.
 
Para estos ejecutivos, acostumbrados a controlar el caos corporativo, Islandia interior es una lección de humildad. Paisajes de otro mundo –usados en Oblivion, Noah o The Secret Life of Walter Mitty– se convierten en su realidad. El viento helado les recuerda su fragilidad; las cascadas, la fuerza indomable de la naturaleza; el glaciar, la eternidad frente a sus vidas efímeras. Regresamos al todoterreno exhaustos, transformados. "Volveré a la oficina renovado", promete Marco. En Islandia, el aventura no es solo un viaje; es un despertar. Y Vatnajökull, con su silencio ensordecedor, guarda el secreto de por qué tantos directores lo eligen: aquí, la fantasía es solo el comienzo de lo real.
 

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viernes, 21 de noviembre de 2025

El círculo de hadas (y 20)

EPILOGO
 
La vida es un libro que ya ha sido escrito en su totalidad con la forma de un laberinto de infinitas y continuas alternativas. El tiempo no existe. Somos nosotros, en este plano de consciencia, los que en un acto de voluntad decidimos con la mirada seguir una trayectoria determinada, eligiendo a cada instante entre las alternativas que se nos ofrecen, las cuales van configurando una determinada historia. Pero ese camino elegido, y todos los demás, ya los hemos vivido al igual que este. Algún día, cuando la muerte nos rescate a la vida, lo comprenderemos.
 

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jueves, 20 de noviembre de 2025

El círculo de hadas (19)

Pero algo era sutilmente distinto: un rótulo nuevo en la taberna del pueblo, la casa de la esquina parecía recién pintada, personas desconocidas pasaban junto a él sin dirigirle siquiera una mirada… En plena confusión, una voz le sacó de sus pensamientos:
— ¡Arne! ¿Por qué te fuiste sin decir nada? ¿Dónde has estado?
— Fui a recoger setas y me perdí –respondió balbuceante.
— ¿Recoger setas? ¡Pero si llevas fuera del pueblo dos meses!
Arne se quedó paralizado, sin entender cómo era posible que para él sólo hubiesen pasado unas horas y para el mundo hubiesen transcurrido dos meses. Sólo pudo contestar, para salir del paso:
— Ya te contaré. Es una historia muy larga.
 
Y aceleró sus pasos en dirección a su cabaña para empaparse de realidad y pensar en todo lo que había vivido. Ciertamente era una historia muy larga, pero quizás fuese mejor no contársela nunca a nadie si no quería que lo tomasen por loco. Lo más sensato era –pensó- volver a casa y poner en orden todas sus ideas, y un brillo de esperanza asomó en sus ojos cuando por fin la divisó al final del sendero. Todo parecía igual… pero las hierbas habían crecido sin control delante de su puerta. La abrió con precaución, con miedo a lo que pudiese encontrarse dentro… pero todo estaba igual a como lo dejó esa misma mañana, sólo que ahora todo estaba cubierto por el polvo… por el polvo de ¡dos meses!
 
Se dirigió a su sillón y se quitó las botas, y al recostarse sobre el respaldo notó que aún llevaba colgada a su espalda la mochila. La deslizó hasta el suelo y al abrirla, un olor a podrido lo echó para atrás. Con manos temblorosas la volcó para sacar su contenido y lo que allí encontró no eran las jugosas setas que había recolectado esa misma mañana sino un amasijo de hongos putrefactos tras dos meses de reclusión en el interior de la mochila.
 
En su memoria guardaba vívidos todos los recuerdos de su aventura, el río caudaloso, la ciudad desconocida que visitó, la gente que hablaba un idioma que no podía entender, el viejo que lo acogió en su casa y le dio de comer, la joven que tocaba el cello y le acompañó en busca del círculo de setas con la esperanza de poder regresar a su pueblo y a su tiempo…
 
Ciertamente no podía contar todo esto a nadie. Por eso decidió callar, dar evasivas a quien le preguntara por su ausencia, y escribir en un diario la historia verdadera para que sólo cuando ya hubiese muerto, alguien pudiera conocerla.
 
Y así pasaron los años, con la rutina renovada, el silencio como compañero fiel, y los recuerdos tan vivos y tan reales como el primer día. Uno de aquellos inviernos fue más frío de lo habitual y Arne enfermó, muriendo en la soledad de su cabaña y sus recuerdos. Cuando lo descubrieron, estaba sentado en su sillón, con los ojos cerrados y expresión serena, sosteniendo en sus manos un diario.
 
El joven que lo descubrió no pudo resistir la tentación de mirar qué ponía en aquél desgastado diario que había sido testigo fiel de las últimas horas del viejo Arne. Allí mismo se puso a leerlo con los ojos llenos de asombro. “¿Sería cierto todo lo que contaba?”, se preguntó. Se levantó y corrió al pueblo a dar la noticia y aquella historia se convirtió en una letanía repetida por todos los aldeanos que se fue transmitiendo de generación en generación. Nadie se atrevió a dictaminar si aquello había sido real o inventado… un hombre no miente cuando la muerte llama a su puerta. Tal vez hubiese algo de verdad en las palabras de aquél hombre que decía haber viajado más allá del tiempo.
 

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miércoles, 19 de noviembre de 2025

El círculo de hadas (18)

Volvió a mirar a la joven, quizás por última vez, memorizando sus ojos verdes como musgo, el mechón rubio rebelde sobre su frente, la curva decidida de sus labios. Extendió la mano y apretó la suya con ternura y agradecimiento profundo: un roce calloso contra piel suave, un pacto silencioso de deudas pagadas y caminos divergentes. "Gracias, Lirael. Por tu ayuda, por tu consuelo, por tu interés", murmuró, la voz ahogada por la emoción. Ella asintió, apretando sus dedos con fuerza inesperada, una lágrima solitaria surcando su mejilla. "Vuelve, Arne. Y si no... encuentra la paz en tu tiempo".
 
Se soltó con lentitud, como arrancando una raíz del corazón, y se introdujo de nuevo en el círculo. Con pies reverentes, evitando las setas nuevas, se situó en el centro exacto, donde el aire era más cálido, más vivo, cargado de ese aroma dulzón a miel y tierra primordial. Cerró los ojos, el mundo reduciéndose al latido de su pulso y un deseo feroz: Vuelve a mi mundo. A mi tiempo. A casa. Susurró las palabras como un conjuro, imaginando el humo de su chimenea, el crujir de las hojas conocidas, el peso ligero de una cesta vacía. El zumbido creció, un vendaval invisible lo envolvió, y una luz cegadora estalló tras sus párpados —naranja, verde, blanca—, acompañada de un rugido que le sacudió los huesos.
 
Cuando abrió los ojos, el mundo había cambiado de nuevo. La joven ya había desaparecido, el claro estaba vacío salvo por el círculo —ahora intacto, con setas adultas en perfecta formación, como si el tiempo hubiera retrocedido un latido—. Pero ¿dónde estaría? El bosque a su alrededor era... diferente. Los pinos eran más bajos, familiares, con cortezas rugosas que reconocía de sus cacerías. El aire olía a humo lejano de chimeneas, no a ozono encantado. Un arroyo cercano gorgoteaba con la voz del Elden, no del río monstruoso. Y el sol... el sol estaba bajo, como si solo hubieran pasado minutos desde su salida matutina.
 
La pregunta que se hizo no fue “¿dónde estoy?” sino “¿cuándo estoy”. Y entonces salió del círculo con piernas temblorosas, tocando los troncos, oliendo la tierra. A lo lejos, entre la niebla que se disipaba, vislumbró el humo de Eldenwood subiendo en columnas perezosas. Corrió, el corazón estallando de esperanza y terror. ¿Había funcionado? ¿O era otro engaño, otro pliegue del tiempo? El pueblo apareció ante él: casas de madera, la plaza polvorienta, el anciano herrero avivando su fragua…
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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martes, 18 de noviembre de 2025

El círculo de hadas (17)

VII.- El umbral restaurado
 
La noche se había fundido con el alba en un tapiz de grises y violetas, y el bosque los envolvía en un abrazo asfixiante de raíces nudosas y ramas que susurraban conspiraciones. Llevaban ya varias horas caminando —cinco, quizás seis, calculaba Arne por el agotamiento que le quemaba los músculos y el hambre que ahora aceptaba como compañera—, zigzagueando por senderos invisibles que Lirael parecía leer en las estrellas y el musgo. Ella lideraba con paso seguro, el cello envuelto a la espalda como un escudo arcano, una linterna de cristal encantado en la mano que proyectaba un fulgor verde pálido, suficiente para evitar raíces traidoras pero no para disipar las sombras que acechaban en los huecos de los árboles. Arne la seguía, con la cesta de setas marchitas colgada en su espalda y en la mano su navaja curva empuñada no por defensa, sino como un talismán al que se invocaba la suerte.
 
Habían hablado poco: murmullos sobre leyendas de círculos errantes, conjuros susurrados por Lirael para "llamar al micelio dormido", y silencios cargados de dudas. El bosque no era el mismo; los pinos eran más altos, con cortezas que palpitaban como venas vivas, y el aire olía a ozono y tierra removida, como antes de una tormenta eterna. La desesperanza comenzaba a hacer acto de presencia, un veneno lento que Arne sentía trepar por sus venas. "¿Y si el claro se ha movido? ¿Y si la magia se disipó para siempre?", había murmurado ella una hora antes, deteniéndose para trazar runas en la tierra con un palo, que brillaron fugazmente antes de apagarse. Arne no respondió; en su mente, visiones de una vida nueva —o de ninguna vida— lo atormentaban: ¿aprender el idioma élfico? ¿Tocar el cello junto a Lirael en la granja? ¿Envejecer mil años más en un mundo de torres flotantes?
 
Pero entonces, al doblar un grupo de hayas retorcidas, lo vio: un viejo tronco caído, cubierto de liquen plateado y marcado por un rayo antiguo, exactamente como lo recordaba de su llegada. El corazón le dio un vuelco. "¡Ese tronco! Pasé junto a él cuando la niebla me escupió aquí", exclamó, corriendo adelante con renovada furia. Y en efecto, poco más allá, en un claro bañado por los primeros rayos del sol que perforaban el dosel como lanzas doradas, estaba el círculo. Pero algo había cambiado, un milagro frágil que le robó el aliento. Allí se veían los muñones cercenados por su navaja —bases truncadas, oscuras y secas, como lápidas de su pecado—, dispuestas aún en la circunferencia perfecta de tres metros. Pero junto a cada tronco seccionado había crecido una o dos pequeñas setas: brotes tiernos, naranjas como el amanecer, con copas diminutas que temblaban al viento, como si la tierra hubiera perdonado a medias. No era el anillo imponente de antes, sino un círculo herido y renacido, un portal a medio sanar que pulsaba con una luz sutil, un fulgor bioluminiscente que emanaba del micelio subterráneo. El aire sobre él vibraba, cargado de ozono y un zumbido bajo, como el de un enjambre invisible.
 
“¡Este es!”, gritó Arne emocionado, cayendo de rodillas al borde del círculo, las manos temblando mientras rozaba una seta diminuta sin atreverse a tocarla. Miró fijamente a Lirael, que se había detenido a unos pasos, su rostro iluminado por el amanecer y una expresión de asombro reverente. En esa mirada, Arne quiso expresar todo: que su obligación era regresar al mundo de donde había venido —a Eldenwood, a su cabaña solitaria, al otoño de 1247 donde el tiempo aún era suyo—, o al menos intentarlo. Aunque aquel círculo ya no era igual, un mosaico de cicatrices y renuevos, no estaba muy seguro de qué podría suceder a partir de aquel momento: ¿un vórtice benévolo? ¿Un abismo devorador? ¿O la nada eterna? El riesgo era un fuego que le consumía el alma, pero la alternativa —quedarse— era una muerte en vida.
 
Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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lunes, 17 de noviembre de 2025

El círculo de hadas (16)

Al cabo de un rato —horas que se estiraron como siglos—, Arne agachó la cabeza con resignación, mesándose los cabellos grises. Lágrimas silenciosas surcaron sus mejillas curtidas por los años y encendidas ahora por la desesperación. La única forma de poner algo de luz en todo aquel caos era volver al bosque, al claro donde todo comenzó. Encontrar de nuevo el círculo de setas —o lo que quedaba de él: un anillo de muñones cercenados por su navaja curva, tierra herida y micelio roto—. Esa puerta profanada quizás fuese la única forma de volver a su mundo, a su tiempo, a la cabaña donde el fuego aún ardía en la chimenea. "Debo intentarlo", dijo, levantándose con piernas temblorosas. "Solo, si es preciso".
 
Se despidió del viejo con un apretón de manos calloso —el anciano le entregó un saquito de bellotas encantadas como talismán, murmurando bendiciones incomprensibles— y de Lirael con una inclinación torpe, la cesta de setas marchitas colgada del hombro como una cruz.
 
Emprendió el camino de regreso bajo un cielo tachonado de estrellas desconocidas, más brillantes y numerosas que en Eldenwood, como si el firmamento mismo hubiera cambiado. El sendero serpenteaba entre campos plateados por la luna, el aire cargado de un silencio opresivo roto solo por el ulular de búhos invisibles. Pero antes de perderse en la noche, una voz lo detuvo como un conjuro: “¡Espera!”.
 
Se giró, y allí estaba Lirael, corriendo tras él con el vestido violeta ondeando como alas de cuervo, el cello envuelto en una manta sobre la espalda y una mochila de cuero al hombro. Su rostro, iluminado por la luna, ardía con determinación. “Iré contigo”, añadió, sin resuello pero sin vacilación. “Conozco el bosque mejor que nadie; fui yo quien vio al viajero antiguo. Y... no puedo dejarte solo en esto. El círculo me debe una deuda; testifiqué su magia, y ahora la romperé contigo si es posible”.
 
Arne la miró, atónito, un nudo de gratitud y temor en la garganta. ¿Por qué arriesgarse por un extraño milenario, un profanador de portales? Pero en sus ojos vio un reflejo de su propia pérdida: quizás Lirael cargaba sus propios exilios, sus propios círculos rotos. “¿Y si no hay vuelta atrás?”, preguntó él.
“Entonces forjaremos uno nuevo”, respondió ella, con una sonrisa feroz que disipaba las sombras. “O moriremos intentándolo”.
 
Y así, los dos comenzaron ese camino en busca del círculo de setas en el corazón del bosque. Arne, el leñador envejecido por siglos invisibles; Lirael, la cellista de secretos ancestrales. Avanzaban bajo la luna plateada, el bosque cerrándose a su alrededor como un laberinto vivo, en espera de quién sabe qué: un portal restaurado, un vórtice de luz devoradora, un abismo eterno. Quién sabe dónde, quién sabe cuándo... Solo el susurro de las hojas prometía respuestas, y el viento llevaba ecos de setas que aún sangraban magia rota.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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