viernes, 22 de abril de 2022

La edad de oro de la industria farmacéutica

El presente libro tiene una doble lectura. Por una parte asistimos a una clase magistral sobre la industria farmacéutica a cargo de uno de los dirigentes más destacados en la historia de la esta industria, Sir Tom McKillop. Para todos ellos que quieran conocer mejor cómo es el mundo de los laboratorios farmacéuticos, cuáles son sus retos y dificultades, qué impacto tienen estas empresas en el mundo tanto a nivel económico como a nivel de salud, cuáles son sus interioridades… este es un libro ideal porque quien habla es un dirigente que comenzó una larga carrera, primero como químico de base, para seguir ascendiendo hasta ser el máximo responsable del tercer laboratorio más grande del mundo, presidente también de la patronal de la industria farmacéutica europea (EFPIA) y asesor del Gobierno británico, entre otros muchos cargos. Y sus palabras las leeremos tal como las pronunció (traducidas en este caso al español) ante los periodistas, por lo que su lenguaje estaba adaptado a ellos para que todos los lectores pudiéramos entenderlas, sin necesidad de tecnicismos científicos.
 
Por otra parte, este libro –a través de los diálogos con este experto- nos permite conocer la historia de un laboratorio farmacéutico, AstraZéneca (ahora tan popular por su vacuna contra el COVID-19), en una época muy concreta, los años que van de 1998 a 2005, que pueden considerarse como la “edad de oro de la industria farmacéutica” no sólo por su despegar económico e investigador, sino también por la ventana que se abrió entonces (después volvió a cerrarse) a la transparencia informativa, con una importante apertura a los medios de comunicación para trasladarles información y atender sus preguntas, por muy comprometedoras que fueran.
 
McKillop demostró (se puede comprobar en sus diálogos) cómo nunca esquivó las preguntas difíciles, antes bien, las respondió con claridad y con una sonrisa (aunque esto último, la sonrisa, no puedan transmitirlo fielmente al lector unas letras impresas). Apostó desde el principio por la comunicación, por la transparencia informativa, por la investigación y la creatividad… y por el valor humano.
 
A nivel empresarial rompió muchos moldes, al asegurar que “el principal activo de una compañía son sus empleados” y no dejar que esta frase tan bonita fuese solo eso, una frase. Lo llevó a la práctica, recompensando a sus empleados con los salarios dentro del nivel más alto del sector, con incentivos adicionales por los logros conseguidos, con reconocimientos personales, y con algo tan insólito como animar a los empleados a que tomasen iniciativas y asumiesen riesgos sin temor a recibir represalias si fracasaban, les animó a ser ágiles, a vencer la burocracia y no tener que andar todo el tiempo pidiendo permiso a los superiores para hacer cosas. Él, que era químico y había dedicado una buena parte de su vida a la investigación, sabía muy bien la importancia de la innovación y animaba a todos  a ser innovadores, a adelantarse a los acontecimientos con ideas y proyectos rompedores.
 
Se incorporó en 1969 al grupo multinacional británico de la química Imperial Chemical Industries (ICI) del que nacería después Zéneca y más tarde AstraZéneca. Tras su etapa como químico investigador, dirigió Zeneca Pharmaceuticals y cuando se anunció la fusión con Astra, pasó a dirigir este nuevo grupo internacional de biociencia, el tercero mayor del mundo en aquél momento. Yo me incorporé al grupo ICI en España en el año 1983, concretamente en su división de agroquímicos, pero mis habilidades no estaban en la química ni en la dirección sino en la comunicación de la que me responsabilicé en la filial española. En 1993 pasé a la división farmacéutica y fue allí, a los pocos meses, cuando mantuve mi primer contacto con McKillop durante una visita con periodistas a los laboratorios de la compañía en Alderley Park (Reino Unido). Desde aquél momento fueron numerosos los encuentros que mantuve con él, organizándole ruedas de prensa o entrevistas individuales cuando viajaba a España, o llevándole periodistas españoles para que asistieran a las ruedas de prensa internacionales tras las cuales siempre estaba disponible para ser entrevistado y para compartir momentos de relax con todos los periodistas.
 
A través de este libro conoceremos también algunos delos retos más difíciles que tuvo que afrontar. El primero, sin duda, hacer encajar las dos compañías que se fusionaban como una mano en su guante, de tal forma que –a diferencia de otras fusiones que siempre llevan consigo el despido de muchos empleados- en esta fusión lo que se hizo fue contratar más empleados y, aunque algunos de los que había no siguieron en el nuevo proyecto, salieron de él con las mejores condiciones dadas jamás en la industria farmacéutica.
 
También fue difícil la decisión de desprenderse de las divisiones de agroquímicos y especialidades químicas para convertir AstraZéneca en una compañía exclusivamente farmacéutica y centrada de lleno en la investigación y desarrollo  de medicamentos de prescripción claramente innovadores. Y no podemos olvidar que la investigación farmacéutica no sólo tiene un altísimo coste económico sino también un altísimo riesgo. Si ya es difícil descubrir un medicamento que sea mejor que lo ya existente y que sea además bien tolerado, no con eso está todo logrado: lanzar un producto innovador al mercado no es garantía de éxito porque entran en juego numerosos factores, desde los de la más feroz competencia con otros laboratorios hasta los derivados del cortoplacismo de los gobiernos y las numerosas trabas que ponen freno a las compañías investigadoras.
 
Y se enfrentó también al difícil momento en que los grandes productos que sustentaban con sus ventas ambas compañías, al poco tiempo de la fusión perderían sus derechos de exclusividad de patente, lo que daría paso a la irrupción de genéricos que, al no tener que soportar los gastos de la investigación, pueden poner a sus copias un precio mucho más bajo. Si la nueva compañía quería sobrevivir, tenía que sustituirlos por otros nuevos que pudiesen alcanzar el mismo o mayor éxito… y ya hemos dicho que la investigación en la industria farmacéutica es una apuesta de alto riesgo.
 
De todo esto nos habla Sir Tom McKillop en este libro, en un lenguaje directo y claro, tal como se manifestaba él cuando estaba con nosotros los periodistas, porque amaba la comunicación y la transparencia informativa, y porque a pesar de su alto status siempre se comportó como una persona amable, cercana y accesible.
 
Conoceremos también un poco de sus orígenes y un poco de sus últimos años tras su salida de AstraZéneca, que llevó aparejado un estrepitoso fracaso en el mundo de la banca pero también un regreso feliz, finalmente, a la industria farmacéutica y en este caso concreto, a la industria farmacéutica española.


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