Cuando tenía 13 años y estudiaba en el colegio de los
Escolapios, en la calle Donoso Cortés, de Madrid, mi asignatura favorita era la
Literatura (¡no podía ser de otra forma!). Lo que más me gustaba era cuando el
profesor nos mandaba hacer alguna redacción, daba igual que el tema fuese libre
o que él nos indicase sobre qué debíamos escribir. En esos momentos nada me
paraba. El bolígrafo se desliaba con soltura sobre el papel y escribía todo lo
que de manera fluida surgía de mi fértil y desbocada imaginación.
El profesor que tenía entonces era Eloy Rada García,
quien después sería profesor en Ciudad Rodrigo (Salamanca) y finalmente
catedrático de la Universidad de Educación a Distancia (UNED). Ya se había
fijado en mi pasión por la Literatura y por escribir, pero un día, tras
corregir las redacciones que habíamos preparado el día anterior, nos fue
devolviendo los cuadernos con la nota correspondiente. Cuando recogí mi
cuaderno vi que allí había escrito algo más; decía así: “Con toda alegría le
felicito y le animo, tal vez por este camino que tiene pasos de niño vd. llegue
a dar pasos de gigante” y a continuación la nota: “10”.
Lo que menos me importó fue la nota, lo verdaderamente
importante era el subidón de autoestima que aquellas palabras ejercieron en mí,
tanto que –como podéis comprobar por la fotografía adjunta- aún conservo
aquellas palabras manuscritas.
Y no quedó ahí la cosa. Un buen día le comenté que yo
también escribía poesías (comencé a escribirlas a los 12 años) y él se ofreció de
forma desinteresada a corregírmelas y orientarme aun a expensas de que fuera en
su tiempo libre. Me invitó a ir a su casa algunos domingos por la mañana.
Llegaba allí con mis últimos poemas y él me aconsejaba cómo podía ir mejorando.
La confianza era tal, que hasta un día me dejó de “canguro” con su hija de
pocos meses de edad, porque tenía que salir con su mujer para hacer alguna cosa.
Sus orientaciones y la motivación que todo eso ejerció en
mí, fueron un impulso decisivo para avanzar en la senda que me había propuesto.
En cuanto a su “profecía”, está claro que no di pasos de “gigante” pero sí que
pude dar unos pasos lo suficientemente grandes como para vivir bien gracias a
lo que escribía e incluso recibir diversos premios en reconocimiento a mi
trayectoria profesional como “Dircom” en el mundo de la industria farmacéutica
y de los colegios de médicos. Llegar a estar considerado y reconocido entre los
mejores de mi profesión hizo que, en cierto modo, sí que se cumpliese aquella
“profecía” que Eloy Rada me hizo cuando yo sólo contaba 13 años de edad.
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