lunes, 13 de enero de 2020

La mentira de los Reyes Magos

Hoy al despertarnos hemos ido corriendo a ver qué regalos nos han traído los Reyes Magos. La alegría de ver juntos tantos paquetes y abrirlos para descubrir qué encierran nos ha hecho olvidar la realidad de los hechos en que se basa esta tradición y ha vuelto a reforzar las mentiras y los inventos acumulados a lo largo de los siglos y que hoy día todos damos por ciertos sin tomarnos la molestia o la simple curiosidad de investigar un poquito qué hay de cierto en todo esto.

Y lo que hay de cierto es que todo eso que creemos es inventado. No eran reyes, seguramente no eran magos, no se sabe si eran tres o dos o más de cuatro, no se sabe cómo se llamaban, se desconoce su procedencia exacta al igual que se desconoce de qué raza eran, tampoco se sabe qué es lo que regaló cada uno de ellos. Veamos…

De los cuatro Evangelios, sólo el de Mateo habla de este episodio; los otros tres Evangelios lo ignoran. En el de Mateo se dice que unos (no dice cuántos ni cómo se llamaban) magos (no hay unanimidad en la traducción de esta palabra, siendo más los que se inclinan por “sabios”) de Oriente (no especifica más, por lo tanto no sabemos de qué país o países procedían) llegaron a Jerusalén, etc. etc. Fueron a adorar al recién nacido y le ofrecieron oro, incienso y mirra (no se dice quién regaló cada cosa, y precisamente el que fuesen tres regalos ha hecho suponer que eran tres los reyes, pero sólo es una suposición). Después se cuenta que alertados en sueños decidieron regresar sin contarle nada a Herodes (por cierto, tampoco se dice nada sobre la forma en que viajaron, si en camellos, en caballos, en carros, con séquito, sin séquito, etc., es decir, nada de nada).

Sobre estas pocas líneas del Evangelio de Mateo se ha levantado toda una parafernalia e historia inventada que todo el mundo da por cierta. Parece ser que las primeras referencias, después de este Evangelio, datan del siglo XV (es decir, escrito 1.500 años después de los hechos narrados) de un documento llamado “Excerpta latina barbari” en donde se habla de estos personajes y se dice que eran tres y se llamaban Melichor, Gathaspa y Bithisarea. También de aquella época data un evangelio apócrifo armenio en donde se les llama Melkon (que era persa y regaló mirra y otras especias aromáticas y medicinales), Gaspard (que era indio y regaló incienso y más especias aromáticas y medicinales) y Balthazar (que era árabe y regaló oro y piedras preciosas). Y después se siguieron añadiendo datos y características inventadas para dar forma a un relato y una tradición que sigue viva en nuestros días, aunque con notables diferencias como puede apreciarse si nos molestamos en comparar cuadros e ilustraciones relativas a este episodio a lo largo de los siglos.

Por consiguiente, si hemos de atenernos a la Biblia, y en concreto al único Evangelio que habla de esto, sólo podemos dar como hecho histórico que unos sabios de Oriente fueron a ver a Jesús y le regalaron oro, incienso y mirra. Todo lo demás es inventado. Ni sabemos cuántos eran, ni cómo se llamaban, ni de dónde venían, ni cómo llegaron. Pero ya se sabe que en esto, como en todo: una mentira repetida muchas veces acaba creyéndose como una verdad incuestionable.

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