España se ha convertido en el país de la crispación. Atrás
quedó aquél carácter alegre, hospitalario, divertido... unas cualidades que
ahora sólo se dan a aquellos que comparten los mismos puntos de vista, unos
puntos de vista cada vez más radicales. Es difícil hablar de algo que no
suscite de inmediato la respuesta airada. Política, deporte y religión son
asuntos que no admiten discusión y todo aquél que discrepa en algo es atacado,
vilipendiado... Pero en el fondo ¿es que quienes así obran están tan
convencidos? ¿Es tan fuerte su fe ciega en aquello que defienden con tanto
ardor? La respuesta es “No”. Si lo defienden no es por convicción sino por odio
a lo demás; en su fuero interno están descontentos con la elección que han hecho,
pero su amargura lejos de llevarles a reflexionar y cambiar de postura, les
impulsa a atacar las ideas diferentes.
La raíz de este problema está, precisamente, en estos tres
poderes: Política, deporte y religión.
1.- Política: Han acabado con las ilusiones a fuerza de
robar y robar, al tiempo que sembraban el odio hacia los demás partidos. Y han
arruinado a la población a base de enriquecerse ellos y sus amigos.
2.- Deporte: Han acabado con el espíritu deportivo, primando
el ansia de ganar a cualquier precio y adueñándose unos pocos del dinero que
genera el deporte para perpetuar su supremacía en unas competiciones cada vez
más desiguales.
3.- Religión: Han predicado amenazas y dogmas, inculcando el
miedo y no el amor, mientras sus ovejas negras siguen aumentando y son tapadas
con el silencio de sus superiores que no disimulan su vida de lujo y
privilegios.
Se acabó el diálogo, la comprensión, la solidaridad, el
respeto... Ahora nos movemos en una sociedad de miles de guettos, en donde cada
uno ha de encontrar el suyo para así poder expresarse con libertad entre
quienes piensan de igual forma.
En definitiva, si vas a hablar de política hazlo con
aquellos que votan al mismo partido que tú; si vas a hablar de deporte, hazlo
sólo con los seguidores de tu mismo equipo; y si vas a hablar de religión,
hazlo sólo con quienes comparten tus mismas ideas en este asunto. De no hacerlo
así, ya sabes lo que obtendrás por respuesta: crispación.
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