domingo, 29 de julio de 2012

Pasión por la ciencia


(Un reportaje de Vicente Fisac) Nacido en Harrow, Middlesex (Reino Unido), Michael Rosen suele definirse como “escritor y divulgador, aunque hay quien me llama poeta y actor”, según sus propias palabras. Y en verdad que este popular personaje es polifacético. Como él mismo señala, “mis actividades abarcan escribir libros, presentar programas de radio, hacer apariciones ocasionales en televisión, ir a colegios e institutos donde hago una especie de monólogo, y dar clases y conferencias en universidades sobre literatura infantil y sobre la lectura y escritura de los niños”.

Escribió su primer libro en 1969, una obra de teatro que se llamaba “Backbone” (“Columna vertebral”). Su primer libro para niños, en 1974, era un libro de poesías titulado “Mind your own business” (“¿Y a ti qué te importa?”) y desde entonces ha venido publicando casi un nuevo libro infantil por año.

Con frecuencia recuerda que cuando era niño dejó escrita la frase “uno de los resultados más emocionantes fue...” en uno de sus comentarios. Una frase que sus profesores le recriminaron diciendo que “en la ciencia no hay necesidad de emocionarse”.

Contra eso –y contra otras muchas cosas- se rebela. Para él la imaginación tiene un papel muy importante, no sólo en las letras sino también en las ciencias. “Para poder concebir algo por primera vez es preciso un salto de la imaginación”, señala. Por eso siempre ha manifestado su pasión por la experimentación, la investigación o el descubrimiento, tanto en el campo artístico como en el científico. “Si los niños se apasionan descubriendo algo sobre los caracoles o las ranas, eso a mí me apasiona tanto como que un niño me cuente su pesadilla”, comenta.

Rosen ha puesto sus habilidades poéticas al servicio de la enseñanza, colaborando en multitud de ocasiones con colegios y escuelas juveniles e infantiles. Sus odas a la oceanografía y sus versos sobre la vulcanología, han contribuido a que miles de alumnos de primaria se apasionen por estas materias.

Su pasión por la ciencia llega tan lejos que hasta ha donado su cuero a la investigación médica, dando ejemplo de ser consecuente con sus ideas: “En mi época de estudiante de medicina, yo también diseccioné cadáveres, así que me parece justo que sea consecuente con lo que predico”, ha señalado, añadiendo que confía “en que mi cuerpo sea lo bastante normal y corriente para que puedan utilizarlo en la investigación de todo tipo de enfermedades”.

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