(Un reportaje de Vicente Fisac) Nacido en Harrow, Middlesex
(Reino Unido), Michael Rosen suele definirse como “escritor y divulgador,
aunque hay quien me llama poeta y actor”, según sus propias palabras. Y en
verdad que este popular personaje es polifacético. Como él mismo señala, “mis
actividades abarcan escribir libros, presentar programas de radio, hacer
apariciones ocasionales en televisión, ir a colegios e institutos donde hago
una especie de monólogo, y dar clases y conferencias en universidades sobre
literatura infantil y sobre la lectura y escritura de los niños”.
Escribió su primer libro en 1969, una obra de teatro que se
llamaba “Backbone” (“Columna vertebral”). Su primer libro para niños, en 1974,
era un libro de poesías titulado “Mind your own business” (“¿Y a ti qué te
importa?”) y desde entonces ha venido publicando casi un nuevo libro infantil
por año.
Con frecuencia recuerda que cuando era niño dejó escrita la
frase “uno de los resultados más emocionantes fue...” en uno de sus
comentarios. Una frase que sus profesores le recriminaron diciendo que “en la
ciencia no hay necesidad de emocionarse”.
Contra eso –y contra otras muchas cosas- se rebela. Para él
la imaginación tiene un papel muy importante, no sólo en las letras sino
también en las ciencias. “Para poder concebir algo por primera vez es preciso
un salto de la imaginación”, señala. Por eso siempre ha manifestado su pasión
por la experimentación, la investigación o el descubrimiento, tanto en el campo
artístico como en el científico. “Si los niños se apasionan descubriendo algo
sobre los caracoles o las ranas, eso a mí me apasiona tanto como que un niño me
cuente su pesadilla”, comenta.
Rosen ha puesto sus habilidades poéticas al servicio de la
enseñanza, colaborando en multitud de ocasiones con colegios y escuelas
juveniles e infantiles. Sus odas a la oceanografía y sus versos sobre la
vulcanología, han contribuido a que miles de alumnos de primaria se apasionen
por estas materias.
Su pasión por la ciencia llega tan lejos que hasta ha donado
su cuero a la investigación médica, dando ejemplo de ser consecuente con sus
ideas: “En mi época de estudiante de medicina, yo también diseccioné cadáveres,
así que me parece justo que sea consecuente con lo que predico”, ha señalado,
añadiendo que confía “en que mi cuerpo sea lo bastante normal y corriente para
que puedan utilizarlo en la investigación de todo tipo de enfermedades”.
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