Hoy era el tema de conversación y, como siempre, cuando se trata de temas tan delicados, los fundamentalistas de uno y otro extremo lanzaban exaltados sus soflamas, posiblemente sin haberse documentado más allá de lo que decían los titulares.
Cuando se trata de asuntos como el presente nunca se puede generalizar, hay que tratar caso por caso y, en este en particular, aunque no he podido acceder a la historia clínica completa, al menos sí me he informado más allá de los cuatro titulares de rigor y por ello voy a opinar , como digo, sólo sobre este caso concreto.
Las opciones que tenía ante sí Hannah Jones eran dos: (1) someterse ahora a un trasplante de corazón, con lo cual podría (a) morir en la operación ó (b) alargar un poco su estancia hospitalaria y su agonía, ya que –entre otras cosas- la medicación haría que se le reprodujese la leucemia. La opción (2) estar en su casa con sus padres disfrutando de la vida que le queda y del ambiente y calor de una familia y un hogar.
Entre estas dos opciones, ella ha elegido vivir. Y hora, al fin, podrá estar en casa con su familia, disfrutando de una vida que apenas si había podido conocer hasta ahora en sus trece años de existencia.
Su decisión me parece, sin más, un canto a la vida. Y los que creemos que después de esto es cuando viene la VIDA de verdad, seguimos sin entender esa obcecación de algunos por aferrarse a lo material como si ya no hubiese nada más después y prefieran prolongadas e inhumanas agonías (la tecnología de hoy da para eso y mucho más) antes que comprender que cada uno tiene un tiempo en esta vida que hay que saber asumirlo con humildad.
1 comentario:
Parece evidente, y una opción razonable la de esta muchacha, sin embargo ya ayer, desde la COPE, en concreto desde el programa de una tal Cristina López-Schligting que tengo la desgracia de escuchar en el autobús se hací referencia a que, dada la posibilidad de un milagro esta pobre criatura debería alargar su agonía. Sin comentarios
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