viernes, 28 de agosto de 2020

La crispación que no acaba


Ya casi no llaman la atención –por lo frecuentes que son- los debates encendidos entre nuestros políticos, insultándose unos a otros. Pero ¿os habéis preguntado alguna vez por qué hacen esto? ¿Están discutiendo de verdad o están representando una farsa?... Os lo diré: más bien lo segundo.

Resulta que la crispación se traslada siempre y de forma natural a la audiencia, es decir, a todos nosotros. Esa crispación hace que “tomemos partido” y al hacerlo se desvanece nuestro criterio, nuestra imparcialidad, nuestra capacidad de sereno raciocinio.

Cuando vemos esas peleas nos decantamos por uno de los contendientes y a la hora de las elecciones, a la hora de depositar nuestro voto en la urna (que es lo único que quieren de nosotros, aparte claro está del dinero que nos sacan a base de impuestos) votaremos no en función de quien pensamos puede hacerlo mejor, sino en función del odio que le tengamos a los rivales.

Traducido: “Voy a votar a este partido aunque sea corrupto, aunque lo haga mal, aunque sean unos incompetentes… con tal de que no gobiernen los otros que son todo eso y más”,

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