miércoles, 29 de abril de 2020

La venganza japonesa


Los japoneses son personas muy correctas y educadas, aunque su forma der ser es muy diferente a la nuestra. Una vez yo fui testigo de cómo sufrieron en silencio una afrenta y se tomaron cumplida venganza al cabo de un tiempo. Esta es la historia…

Trabajaba por entonces en la compañía de agroquímicos ICI-Zeltia (hoy Syngenta), una compañía que no sólo comercializaba sus propios productos (insecticidas, fungicidas, herbicidas, etc.) sino que también comercializaba todos aquellos productos de otras compañías que pudiera considerar de interés comercial. Las compañías japonesas no estaban aún instaladas en España y todos sus productos llegaban al mercado a través de acuerdos con empresas radicadas en nuestro país. Por lo tanto, en nuestro caso, eran frecuentes las reuniones con los enviados por empresas japonesas para lograr acuerdos de comercialización. Como se trataba de productos para cuidar los cultivos agrícolas, la mayoría de esas reuniones no se limitaban a un encuentro en las oficinas centrales sino que incluían también una salida al campo para que viesen in situ cómo era nuestra agricultura, los productos que se estaban ensayando, etc. y claro está, si uno está de viaje tiene que hacer un descanso para comer.

Para agasajar a los invitados, fuesen japoneses o no, siempre se elegía un buen restaurante y se les ofrecían los platos típicos de la tierra. En la ocasión que voy a relatar, ese viaje se había realizado a Lérida, tierra famosa en términos agrícolas por sus enormes campos de árboles frutales. Pero en Lérida hay también otra cosa típica a nivel culinario y son los caracoles, así que cada vez que teníamos que viajar a esa provincia no podía faltar en el menú un copioso plato de caracoles. En mi caso, los compañeros de la empresa siempre luchaban por sentarse a mi lado porque sabían que a mí me dan mucho asco los caracoles y no soy capaz de comerlos (en realidad nunca he comido ninguno y no sé a qué saben, pero la repugnancia es tal que soy incapaz de llevármelos a la boca), así que todo aquél que lograba sentarse a mi lado sabía que tenía ración doble de caracoles, los suyos y los míos.

Pero estamos hablando de los japoneses, un pueblo con una cultura muy diferente a la nuestra, acostumbrados como están a comer cualquier bicho que se mueva por el planeta por extraño que nos parezca, así que no podía faltar en el menú que se les ofreció una buena ración de caracoles. Nadie detectó nada fuera de lo normal. Los japoneses comieron los caracoles una vez se les hubo explicado cuál era la forma de hacerlo; lo que nadie pudo saber era lo que pasaba por la mente de estos invitados porque, como eran muy correctos y educados, no podían decir que aquello era una guarrería pero tenían que comérsela por educación.

Pasó el tiempo y una delegación nuestra viajó a Japón para devolverles la visita y conocer sus instalaciones y nuevos proyectos. También en esa ocasión les invitaron a comer… y allí se tomaron cumplida venganza: Si en Lérida les habíamos ofrecido el plato típico de la región (caracoles) ellos ofrecieron el plato típico de aquél lugar: gusanos vivos. Con los ojos como platos por la sorpresa al ver aquellas cazuelas donde se revolvían los gusanos, los japoneses les explicaron que aquél era el plato típico de allí y lo ofrecían a sus invitados en agradecimiento al trato exquisito que habían tenido en su viaje a España en donde también ellos probaron el plato típico de Lérida. Les explicaron cómo se comían los gusanos, lo cual no tenía ningún misterio: coger un puñadito y meterlo en la boca y masticarlo. Así lo hicieron ellos y miraron expectantes a sus invitados para comprobar cómo hacían lo mismo. Entre el estupor y la repugnancia que sentían, pero comprendiendo que debían corresponder a esa atención (sobre todo porque un buen negocio estaba en juego) tuvieron que comer esos gusanos mientras los japoneses sonreían, seguramente por haber visto cumplida su venganza. Afortunadamente yo no viajé a Japón y no tuve que pasar por semejante trance, pero sirva esto como aviso a navegantes: Si vas a invitar a comer a una persona proveniente de un país extranjero, asegúrate antes de conocer sus gustos culinarios y no le obligues nunca a comer las cosas que a ti te gustan porque para ellos podrían ser repugnantes y tal vez en el futuro también se tomen cumplida venganza.

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