La Religión utiliza “dogmas”, los cuales exigen un acto de
“fe” para creerlos. No creer o seguir esos dictados es considerado “pecado” y
el pecado significa que hay un “culpable” y por consiguiente ese culpable es
merecedor de un “castigo”. El castigo o la posibilidad del mismo infunde
“temor” y con ese temor se agacha la cabeza y se adora a “Dios”. La Religión
lleva, pues, a Dios, a través del miedo.
El Misticismo nos invita a la “experimentación” utilizando
para ello la “razón”. A través de la experimentación y el razonamiento llegamos
unas veces al acierto y otras al “error”. Cuando caemos en este último, la
razón nos incita a “reflexionar” y de esa reflexión descubrimos por nosotros
mismos qué es lo que debemos “corregir”. Al aplicar esas correcciones una y
otra vez, y comprobar cómo estas nos ayudan a reconducir la situación, vamos
ganando “confianza” y esa confianza es la que nos lleva a Dios y despierta en
nosotros el “amor”. El Misticismo lleva, pues, a Dios, a través de la confianza
y el amor.
La Religión y el Misticismo persiguen, pues, lo mismo; la
principal diferencia está en el método.
(La fe es una aceptación incondicional. La creencia es una
conclusión sin la verificación de la experiencia. La confianza es la seguridad
personal basada en la experiencia).
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