Comer sin prisas

Escenas veraniegas
 
Siempre se dice que es bueno para la salud comer despacio, sin prisa, con tranquilidad. ¡Pues qué bien, eso es justo lo que hacemos cuando vamos a la playa! Porque la ventaja de comer en el chiringuito de la playa o en cualquiera de los restaurantes que hay en sus alrededores es que nos obsequian con una buena razón de paciencia.
 
Lo primero es esperar a que quede alguna mesa libre, y por supuesto la espera la haremos a pleno sol (para aprovechar al máximo el bronceado del verano) y de pie (para fortalecer los músculos de las piernas, porque no conviene estar todo el día tumbado sin hacer nada).
 
Lo segundo es dar saltos de alegría cuando tras una larga y sudada espera nos dan una mesa que, para que vayamos haciendo amigos, está tan cerca de las demás que no tenemos más remedio que saludar a los vecinos de mesa, pedirles que se corran un poco para que podamos sentarnos y, ya de paso, comentar lo bien que lo estamos pasando.
 
Lo tercero es esperar a que traigan la carta.
 
Lo cuarto es elegir sin asustarnos de los precios (por eso siempre te dan la carta cuando ya estás sentado).
 
Lo quinto es pedir lo que quiere cada uno.
 

Lo sexto es esperar a que traigan la comida… la cual se sirve a plazos: primero las bebidas, 10 minutos después el pan con ali oli, 20 minutos después el primer plato, 15 minutos después el segundo plato, 20 minutos después el postre, 20 minutos después el café, 15 minutos después la cuenta, y otros 15 minutos después las vueltas.
 
Finalmente todos salimos contentos y satisfechos, con la tripa llena y la tarjeta de crédito más delgada, y caminaremos rumbo al hotel… o a otro restaurante para pedir la cena... porque ya va siendo hora.
 

Vicente Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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