¿Se
te ocurriría dejar a tus hijos unos frascos con nitroglicerina para que jugaran
con ellos? ¿Verdad que no? Pues te va a resultar sorprendente conocer que tú, y
todos nosotros, estamos jugando cada día con nitroglicerina sin que seamos
conscientes de ello. Y no porque sea malo, que las cosas no son buenas ni
malas, lo que es bueno o malo es el uso que damos a las mismas. Un cuchillo es
bueno si lo usamos para cortar la comida, pero es malo si lo usamos para
clavárselo a alguien. Al igual sucede con la nitroglicerina, es buena para
abrir túneles o abrir paso en las montañas para construir una nueva carretera,
pero es mala si la usamos para dañar a otras personas o a nosotros mismos.
En
fin, te he dicho que estamos jugando con nitroglicerina y no nos damos cuenta
de ello, por eso te voy a contar una historia real…
El
inventor del detector de mentiras o polígrafo, Leonarde Keeler, había estado
dando una conferencia y al final del día regresó al hotel. Estaba cansado y
aburrido, así que se sentó en una butaca de su habitación sin nada en mente,
sólo descansar… pero de repente se fijó en una planta de hojas anchas que había
en un rincón de su habitación. Sin saber por qué, quizás sólo para matar el
tiempo y distraerse un poco, decidió conectar a esa planta el detector de
mentiras. Así lo hizo y los electrodos fijados sobre sus hojas pronto empezaron
emitir una débil señal eléctrica. Era una señal tranquila y uniforme. Entonces
pensó en experimentar. ¿Qué pasaría si genero estrés en la planta, por ejemplo
quemándole unas hojas? Para sorpresa suya, en ese mismo instante, la señal que
emitía la planta se disparó haciéndose mucho más intensa. Se quedó sorprendido
pero no por ello cejó en su idea, fue a por la caja de cerillas que había en su
mesita de noche y volvió con ellas hacia la planta, mientras tanto esta
continuaba emitiendo una señal intensa. Al cabo de unos segundos, decidió
abandonar esta idea y volvió a dejar la caja de cerillas en su sitio. La señal
que emitía la planta fue bajando de intensidad paulatinamente hasta volver a la
normalidad. ¿El sólo pensamiento de una acción había sido suficiente para
provocar una reacción física? se preguntó. Así que decidió repetir el mismo
ejercicio aunque esta vez sin intención real de quemar la planta, simplemente
cogió la caja de cerillas y la acercó a la planta… pero la planta no se inmutó,
continuó emitiendo una señal débil porque quizás “sabía” que Leonarde no tenía
intención de quemarla. ¿Es capaz una planta de detectar lo que pensamos?
Durante varias horas estuvo experimentando y finalmente llegó a la conclusión
que nuestros pensamientos son capaces de crear cambio físicos en el mundo que
nos rodea.
Ahora
volvemos a ti, a mí, a nosotros. ¿Lo ves? ¡Claro que tenemos nitroglicerina en
nuestras manos: el pensamiento! Si emitimos pensamientos positivos generaremos
cosas positivas a nuestro alrededor, mientras que si emitimos pensamientos
negativos, generaremos efectos negativos a nuestro alrededor. Si una simple
planta es capaz de detectar el pensamiento ¿cómo no lo van a hacer los demás
seres vivos que nos rodean?
Para
ser feliz, si quieres mejorar tu mundo físico, ya puedes empezar por desterrar
de tu mente los pensamientos negativos. Aunque algo te salga mal, no te ciegues
y le des vueltas y vueltas al asunto. Cuanto más negativo pienses, más negativo
te irá en la vida. Dale la vuelta. Pasa página y dirige tu mente a pensamientos
positivos, sean los que sean. Usa la nitroglicerina de tu mente para construir
y abrir nuevos caminos, no para destruirte a ti mismo y a quienes te rodean.
¡Anda!
¡Pruébalo! Algo bueno hay a tu alrededor, seguro. Alguien que te quiere, un
rayo de sol que se cuela entre las nubes, una planta que muestra al mundo sus
flores, un pequeño aperitivo, unos momentos de lectura relajada… Si eres capaz
de convertirte en una máquina de producir pensamientos positivos, el mundo, la
vida, todo será mejor para ti, y de paso, también para quienes te rodean.