“Me
da algo así como tres puntapiés en la región abdominal el que te hayas puesto,
aunque levemente, a agradecerme cosas. ¡Para eso estamos!
Ese
tal vez es el mal de los hombres: no saber tomar y dar sin sentirnos obligados
a agradecer o a exigir. Que no, hombre, que no deben ser así las cosas, al
menos conmigo. Claridad. Cuando algo mío te fastidie, dilo escuetamente y ¡ya
está! A mí me va a ocurrir lo mismo, créelo. La fundamental esencia de un buen
con-vivir acaso esté en esa brusquedad de los sentimientos y de la índole de
cada cual, chocando con todos, con los
que ama y con los que “le caen gordos”. Darle dureza a la vida no es hacerla
cruel, es hacerla VIVA. Por la sangre podrá notarse que tiene corazón ¿no?”.
(Enseñanzas
de mi maestro Manuel Prieto Peromingo)
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