Acabo de leer el
libro “Secuestrados por extra-terrestres”, de Antonio Ribera, un libro que –por
cierto- me ha entusiasmado. En él se cita a Enrique de Vicente y José Antonio
Campaña, dos grandes investigadores del fenómeno OVNI y a los que hace tiempo
conocí y salimos varios días juntos. Lo mío quedó en una pura y simple afición,
mientras que lo suyo se transformó en auténtica profesión.
Tendría entonces
17 años, recuerdo las reuniones en el
café Lyon, hablando sobre OVNIS, extraterrestres y el affaire UMMO. Allí estaba
como centro de atención Fernando Sesma, un hombre en apariencia normal pero que
manifestaba estar en contacto con los Ummitas, dedicándose a escribir
artículos, algún que otro libro y a darnos charlas en aquél café. Recuerdo que
Fernando Sesma vivía por mi barrio y más de una vez al verlo pasar me decidí a
seguirlo. Su pelo era blanco ensortijado, su andar ligero, y me pareció
descubrir que también tenía algún que otro tic nervioso. Tal vez se diera
cuenta en algún momento de aquél seguimiento que le hacía y pensase en el
precio de la fama que supone ser siempre el foco de atención de los moscones...
o puede que quizás presintiese que lo estaba siguiendo algún extraterrestre o
alguien de la CIA.
Para incrementar
mis relaciones con otros aficionados a estos temas, publiqué un anuncio en
revistas especializadas. Fue así como se puedo en contacto conmigo un hombre de
unos 30 años que –según decía- había mantenido contacto con extraterrestres.
Quedamos una tarde en una cafetería cerca de la Puerta del Sol. Su aspecto era
normal, alto, fuerte... me comentó que había estado en la Legión y allí fue
donde una noche, mientras paseaba por el desierto, vio una luz que se acercó,
un OVNI, manteniendo después contacto con sus tripulantes. No quiso revelar más
detalles –seguramente mi excesiva juventud no le inspirase la suficiente
seriedad- y quedamos en que me llamaría otro día para hablar más sobre este
tema... una llamada que –por supuesto- nunca llegó a producirse.
Por nuestra cuenta,
en el grupo de amigos que formábamos, estos temas de conversación estaban a la
orden del día y era lógico, por tanto, que saltasen las fronteras estrictas de
la “pandilla”. Fue así como por un conocido de un conocido, nos pusimos en
contacto con un chico de 18 años que había vivido unas extrañas experiencias,
esta vez lindantes con la religión.
Se le había
diagnosticado una grave enfermedad –no recuerdo el nombre- que le afectaba los
pulmones y de la que había constancia tanto analítica como radiológica. La
única esperanza que le quedaba era la intervención quirúrgica. La víspera de la
operación estaba en su cama del hospital rezando, tremendamente preocupado por
la importancia de dicha operación... y decidió en aquél momento escribirle un
poema a la Virgen. Antes de acostarse entró en la capilla a rezar e introdujo
el pequeño papelito con el poema en una vela que encendió frente a la imagen de
la Virgen. Allí estuvo rezando hasta que comprobó había ardido por completo su
mensaje. Por la noche, en sueños, vio a la Virgen que le dijo que ya estaba
curado y no necesitaba operarse. A la mañana siguiente lo despertaron para irlo
preparando con vistas a la intervención quirúrgica. Entonces él saltó de la
cama y dijo que estaba curado, que la Virgen se lo había dicho. Trataron, al
principio, de calmarlo, pero él siguió insistiendo y pidiendo que le hiciesen
nuevas radiografías para que se convenciesen. Tanto fue así que al fin
accedieron y cuál no sería su sorpresa al comprobar unas imágenes radiológicas
completamente normales.
Un tiempo más
tarde, este mismo chico volvió a vivir otra experiencia de estas
características. Estaba dormido en su cuarto cuando un fuerte viento se
desató... ¡dentro de la habitación! La ventana tan solo tenía abierta una
rendija y la noche estaba en absoluta calma. Se despertó sobresaltado viendo el
movimiento de cortinas y hasta cómo la alfombra, enrollada y colocada detrás de
la puerta, caía al suelo. Un resplandor
llenó la habitación y una fuerte luz –pero no cegadora- pareció adquirir la forma de un triángulo
ante él. Esta visión permaneció unos segundo ante sus ojos para después
desaparecer, mientras sus padres entraban en su cuarto alarmados por el ruido
que había hecho la alfombra al hacer.
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