martes, 17 de marzo de 2015

Gente rara

Acabo de leer el libro “Secuestrados por extra-terrestres”, de Antonio Ribera, un libro que –por cierto- me ha entusiasmado. En él se cita a Enrique de Vicente y José Antonio Campaña, dos grandes investigadores del fenómeno OVNI y a los que hace tiempo conocí y salimos varios días juntos. Lo mío quedó en una pura y simple afición, mientras que lo suyo se transformó en auténtica profesión.

Tendría entonces 17 años,  recuerdo las reuniones en el café Lyon, hablando sobre OVNIS, extraterrestres y el affaire UMMO. Allí estaba como centro de atención Fernando Sesma, un hombre en apariencia normal pero que manifestaba estar en contacto con los Ummitas, dedicándose a escribir artículos, algún que otro libro y a darnos charlas en aquél café. Recuerdo que Fernando Sesma vivía por mi barrio y más de una vez al verlo pasar me decidí a seguirlo. Su pelo era blanco ensortijado, su andar ligero, y me pareció descubrir que también tenía algún que otro tic nervioso. Tal vez se diera cuenta en algún momento de aquél seguimiento que le hacía y pensase en el precio de la fama que supone ser siempre el foco de atención de los moscones... o puede que quizás presintiese que lo estaba siguiendo algún extraterrestre o alguien de la CIA.

Para incrementar mis relaciones con otros aficionados a estos temas, publiqué un anuncio en revistas especializadas. Fue así como se puedo en contacto conmigo un hombre de unos 30 años que –según decía- había mantenido contacto con extraterrestres. Quedamos una tarde en una cafetería cerca de la Puerta del Sol. Su aspecto era normal, alto, fuerte... me comentó que había estado en la Legión y allí fue donde una noche, mientras paseaba por el desierto, vio una luz que se acercó, un OVNI, manteniendo después contacto con sus tripulantes. No quiso revelar más detalles –seguramente mi excesiva juventud no le inspirase la suficiente seriedad- y quedamos en que me llamaría otro día para hablar más sobre este tema... una llamada que –por supuesto- nunca llegó a producirse.

Por nuestra cuenta, en el grupo de amigos que formábamos, estos temas de conversación estaban a la orden del día y era lógico, por tanto, que saltasen las fronteras estrictas de la “pandilla”. Fue así como por un conocido de un conocido, nos pusimos en contacto con un chico de 18 años que había vivido unas extrañas experiencias, esta vez lindantes con la religión.

Se le había diagnosticado una grave enfermedad –no recuerdo el nombre- que le afectaba los pulmones y de la que había constancia tanto analítica como radiológica. La única esperanza que le quedaba era la intervención quirúrgica. La víspera de la operación estaba en su cama del hospital rezando, tremendamente preocupado por la importancia de dicha operación... y decidió en aquél momento escribirle un poema a la Virgen. Antes de acostarse entró en la capilla a rezar e introdujo el pequeño papelito con el poema en una vela que encendió frente a la imagen de la Virgen. Allí estuvo rezando hasta que comprobó había ardido por completo su mensaje. Por la noche, en sueños, vio a la Virgen que le dijo que ya estaba curado y no necesitaba operarse. A la mañana siguiente lo despertaron para irlo preparando con vistas a la intervención quirúrgica. Entonces él saltó de la cama y dijo que estaba curado, que la Virgen se lo había dicho. Trataron, al principio, de calmarlo, pero él siguió insistiendo y pidiendo que le hiciesen nuevas radiografías para que se convenciesen. Tanto fue así que al fin accedieron y cuál no sería su sorpresa al comprobar unas imágenes radiológicas completamente normales.

Un tiempo más tarde, este mismo chico volvió a vivir otra experiencia de estas características. Estaba dormido en su cuarto cuando un fuerte viento se desató... ¡dentro de la habitación! La ventana tan solo tenía abierta una rendija y la noche estaba en absoluta calma. Se despertó sobresaltado viendo el movimiento de cortinas y hasta cómo la alfombra, enrollada y colocada detrás de la puerta, caía al suelo. Un resplandor  llenó la habitación y una fuerte luz –pero no cegadora-  pareció adquirir la forma de un triángulo ante él. Esta visión permaneció unos segundo ante sus ojos para después desaparecer, mientras sus padres entraban en su cuarto alarmados por el ruido que había hecho la alfombra al hacer.

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