¡Ahí es nada! Un
buen tema para desarrollar, y además íntimamente ligado a mis circunstancias:
siempre me ha gustado escribir relatando cuanto me acontecía, cuanto sentía,
cuanto pensaba. Pero veamos por qué he elegido este tema.
Estaba leyendo
un libro –su título y argumento no vienen al caso- y en una de sus partes dice
–resumiendo- lo siguiente:
De la infancia y
juventud se recuerdan muy pocos incidentes, y estos pocos, eso sí, bastante
bien recordados. Pero ¿y esos otros millones de momentos, de impresiones, que
no se pueden recordar? Ciertamente esos pocos incidentes mencionados
constituyen una fracción tan pequeña que no pueden ser representativos de la
facultad de recordar. ¿Por qué se recuerdan unos pocos acontecimientos? Si los
analizamos, nos daremos cuenta que dichos sucesos dieron mucho que hablar y,
periódicamente, en años posteriores,
fueron saliendo de forma constante como tema recurrente de conversación.
Seguramente quedó relacionado con algo físico (cicatrices, fotografías, etc.).
En definitiva, esas escenas que iban camino de desvanecerse fueron revividas
periódicamente, con lo que sus detalles y coloridos memorísticos se
fortalecieron. De esta forma, cada vez que queremos rememorar una vez más uno
de aquellos acontecimientos, tan sólo hay que “ir” a la última vez en que lo
trajimos de actualidad sin necesidad de remontarnos a la época real en que
aquello sucedió.
Después de leer
esto, nos daremos cuenta, primero, de la gran cantidad (casi toda) de vida que
henos olvidado y, segundo, que los sucesos vivamente afincados en el “recuerdo”
se ajustan a los patrones antes señalados. De ahí que vaya cobrando más sentido
el título de este comentario.
Cada vez que
nuestras emociones son reflejadas en el papel, y periódicamente leídas, dichas
escenas van afianzando sus “detalles y coloridos” y pueden recordarse
perfectamente actualizadas pese al tiempo transcurrido. Por ello, cuanto mayor
es la cantidad de vida vertida en el papel, mayor es la cantidad de pasado que
contemplan nuestros ojos.
La persona que
escribe (que transcribe su vida al papel) es una persona con un rico pasado.
Pero ¿sirve esto para algo? Evidentemente sí, pero sólo si es así deseado.
El amplio
conocimiento del pasado no es otra cosa que un amplio conocimiento de nosotros
mismos; y si no nos conocemos ¿cómo vamos a mejorarnos? ¿Puede perfeccionar un
motor alguien que no entiende de mecánica?
Si somos
conscientes de que nuestra estancia (paso) en esta existencia debe servir para
perfeccionarnos, para ser mejores, resulta obvio hincar que cualquier medio que
nos permita llegar al fin propuesto debe ser aprovechado.
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