martes, 10 de febrero de 2015

Los coros

Es habitual en muchos templos comenzar la misa con cánticos. Nada más bonito, alegre y acogedor. He asistido personalmente, a muchas celebraciones en donde un excelente coro de jóvenes canta esas canciones, en muchos casos –incluso- se trata de canciones pop a las que se ha cambiado la letra poniendo en su lugar un texto religioso apropiado; así, por ejemplo, he oído y disfrutado algunas canciones de Roberto Carlos o de Simon&Gartfunkel en las que se había encajado perfectamente otra letra diferente y de carácter religioso. Pude constatar además cómo esa celebración atraía a un número de feligreses considerablemente mayor que las misas que se celebraban a otras horas sin dichos coros o… con otros coros.

No queda más remedio que hablar de esos “otros coros”. Con mucha frecuencia se elige a un reducido grupo de señoras mayores y algún hombre también mayor, de los habituales en la iglesia y en las actividades parroquiales, a quienes se encomienda una labor para la que no son los más idóneos. Es cierto que en ocasiones hay coros de este tipo que cantan muy bien, pero no es menos cierto que en otras ocasiones esos coros dejan mucho que desear desde el punto de vista musical. Seamos críticos e imparciales: un coro de señoras mayores que cantan medianamente aceptable, no es algo que atraiga a las masas y mucho menos a la juventud. Si se quiere premiar a esas personas por lo mucho que hacen en favor de las actividades de la iglesia, no hay que “recompensarlas” dándoles el privilegio de cantar en la misma; hay muchas otras formas de reconocimiento y premio. Hay que ir a lo práctico y eso es la captación de feligreses y sobre todo de jóvenes. Así las cosas, está claro que un coro formado por chicos y chicas jóvenes, que canten bien, que estén bien conjuntados, que transmitan alegría y vitalidad, es mucho más enriquecedor y atractivo que un grupo de ancianas.

Pero hay que referirse también al tipo de canciones que se cantan y, en este sentido, tal como he apuntado antes, la elección de esas canciones, de su música y de su letra, es muy importante. Empecemos por la música. No hay por qué elegir temas musicales religiosos ni temas musicales clásicos; la mayoría de la gente no es aficionada a la música clásica y sí en cambio está acostumbrada a escuchar música moderna a todas horas tanto en la radio como en la televisión. Un tema musical moderno causará casi siempre un impacto más agradable y sobre todo más “familiar” (temas que sean muy conocidos) que uno clásico. Una canción moderna suena más cercana, más sencilla, más humana, más conocida, más próxima; un tema musical clásico suena más serio, más severo, más formal, más lejano, más pomposo, más aburrido. Además, la música moderna nos ofrece un amplísimo catálogo de temas musicales en donde elegir y adaptar a nuestros propósitos, así como la posibilidad de irnos renovando constantemente para no caer en la monotonía y el aburrimiento.

Cuando hablo de música moderna, de pop, no quiero decir que hay que poner en el coro a una banda de rock con batería, bajo, guitarras… una simple guitarra suele ser suficiente para dar acompañamiento instrumental a cualquier pieza. Además, la guitarra es un instrumento próximo, amigable… mientras que un órgano (por citar un instrumento musical presente en la mayoría de los templos) resulta más serio, triste, pomposo, etc.

Por supuesto que todos los instrumentos pueden tener cabida para lograr el objetivo que perseguimos, y no estaría de más combinarlos de vez en cuando. Un poco de percusión viene bien a algunas canciones, y unas notas de piano, de órgano o de violín, encajan igualmente en muchos temas musicales modernos. Lo que debe quedar bien claro en este punto es la necesidad de dotar musicalmente a estos coros de unas partituras alegres, próximas a la gente, familiares… y en este sentido la guitarra tiene voz protagonista para “acercarnos” a través de baladas y temas de música moderna, los textos especiales preparados para dichas canciones.

Pasamos así a comentar los textos de esas canciones. Con frecuencia son textos llenos de adjetivos, de reverencias… son las expresiones típicas de los sermones (ya llegaremos a ellos) y muestran un Dios lejano, prepotente, amenazante… ante el cual debemos humillarnos y temblar de miedo para que no nos castigue. Por decirlo de otro modo: ese texto no es el de una canción que le cantaríamos a nuestro padre o a nuestra madre. Las canciones que muchos cantantes han dedicado a sus padres han estado siempre llenas de amor, de ternura, de agradecimiento… y exentas de palabras grandilocuentes; todo lo contrario, han utilizado palabras sencillas… porque es así como alguien le habla a un padre o a una madre a quien quiere mucho.

Desde un punto de vista exclusivamente profesional en el ámbito de la comunicación, como el que aquí estamos manteniendo, los textos “oficiales” –salvo algunas excepciones- pecan de todo lo negativo que acabamos de señalar; no transmiten cariño y amor a Dios o la Virgen, sino respeto, temor, distancia… Hay, como decía, algunas excepciones, como el “Kirie eleison” que suele transmitir una espiritualidad y armonía que conecta fácilmente con la gente (prueba de ello es que algunos cantantes modernos han incluido el “Kirie” en su repertorio musical). Pero, en general, es preferible preparar para esas canciones unos textos ad hoc, especiales, que utilicen el lenguaje normal de la gente, que le hablen a Dios, a la Virgen y a todos los asistentes de la misma forma en que cualquiera de nosotros le habla a nuestros padres o hermanos. Nada más lejos de mi intención que ser irreverente, pero ¿hay alguien que se dirija a su padre diciendo “Oh, santo padre, oh excelsa madre, ten misericordia de nosotros…”? Yo creo que la gente suele decir cosas como esta: “me alegro de estar aquí, padre, y como tantas otras veces necesito tu ayuda y tu consejo…”. Pues esta forma de hablar es la que debería utilizarse en las canciones, y hacer con ella los textos que encajen en los temas elegidos. Así los feligreses serían recibidos con una música alegre, conocida, pegadiza, próxima, y se verían gratamente sorprendidos por unos textos que hablasen su mismo idioma y transmitiesen esas mismas preocupaciones y deseos que ellos albergan. ¡Qué forma más bonita la de comenzar la misa escuchando unas palabras amigables, alegres y reconfortantes, envueltas en una música familiar y actual…

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