Vas sudando la lucha serena,
intranquila del tiempo,
con las manos abiertas al mundo,
estrenando la vida y la sangre
nacida de la luz tan de repente;
trampa abierta en tu paz
entre tu asombro de joven que renace.
Fuego que hiela las entrañas niñas,
inútiles aún, a punto siempre;
siempre esperando,
acaso sin saberlo,
con los ojos, alegre, un primer llanto.
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