De repente,
Juan, que miraba a su alrededor sin fijarse realmente en nada, detuvo su
mirada. Una figura destacaba como una nota discordante en la sinfonía
estridente de la discoteca. Era una joven, sentada sola en una mesa apartada,
bajo la luz suave de una lámpara de pared. En sus manos sostenía un libro, y
leía con una concentración que parecía desafiar el caos a su alrededor. Su
cabello, largo y oscuro, caía sobre sus hombros, y vestía un sencillo vestido
azul que contrastaba con los atuendos ostentosos de las demás chicas. Había
algo en su postura, en la forma en que sus dedos pasaban las páginas, que
hablaba de una calma profunda, casi subversiva en un lugar como aquél.
Juan la estaba
observando fascinado cuando, de repente, vio cómo Néstor se acercaba a ella,
con su sonrisa de galán y le decía algo que no llegó a escuchar. La joven
levantó la vista, le respondió algo breve, y Néstor se retiró, encogiéndose de
hombros con una mezcla de diversión y derrota. Minutos después, Rafael intentó
probar suerte, pero también regresó con las manos vacías, riendo como si el
rechazo fuera parte del juego. “¡Increíble!”,
pensó Juan, con una chispa de curiosidad encendida en su pecho. “Los dos
grandes seductores, rechazados. Esa chica no es como las demás”.
Y sin saber
muy bien a qué obedecía aquél impulso repentino que sentía, se levantó como si
estuviese diciéndose “Es mi turno”. Sintió cómo su corazón se aceleraba, con
una extraña mezcla de nerviosismo y determinación. Cruzó la pista, sorteando
cuerpos que se movían al compás de la música, hasta llegar a la mesa de la
joven. Ella no se había dado cuenta de nada, tan entusiasmada como estaba con
la lectura de aquél libro en medio del caos de la discoteca. Fue la voz de Juan
la que la sacó de su ensimismamiento…
- ¿Qué
lees? -le preguntó.
Novelas con
corazón
https://amzn.eu/d/8KzYhK1
El regreso
de Néstor y Rafael lo sacó de su ensimismamiento. Llegaron riendo, con nuevas
bebidas en la mano y el rostro iluminado por la euforia de la “cacería”.
- ¡Eh,
escritor, despierta! -dijo Néstor, dando un golpe juguetón en el hombro de
Juan.
- ¿Qué pasa?
-preguntó Juan, con un dejo de fastidio.
Rafael se
dejó caer en la silla, con una sonrisa que parecía demasiado grande para su
rostro.
- ¡No veas
cómo están esas chicas!
Néstor guiñó
un ojo, con aire conspirador.
- Suave,
suave...
- Ya me lo
imagino -respondió Juan, con desdén, mirando hacia otro lado.
Rafael no se
dio por vencido.
- Venga, Juan,
únete a nuestro “safari”. Hay una “tigresa” que...
- Hoy no
—cortó Juan, con un tono seco que sorprendió a sus amigos- Prefiero quedarme
aquí.
Néstor repitió
su tic habitual, encogiéndose de hombros, como si la negativa de Juan fuera un
capricho sin importancia.
- Allá tú. –le
respondió.
- ¿Vamos? -dijo
Rafael, ya de pie, con la energía de quien sabe que la noche aún tiene mucho
que ofrecer.
- ¡Adelante!
-respondió Néstor, y ambos se alejaron de nuevo, entre risas cómplices, perdiéndose
en el caos de la pista.
Juan volvió
a hundirse en sus pensamientos, con la mirada vagando por la sala. “Míralos,
tan contentos, así, sin más”, pensó. “Y sin embargo cuando están solos y te
fijas en ellos, y los ves enmudecidos, con la mirada baja y una copa en la
mano, parecen seres tristes, parece incluso como si fueran capaces de pensar”.
Novelas con
corazón
https://amzn.eu/d/8KzYhK1
Rafael,
siguiendo la mirada de un grupo de mujeres que acababan de entrar, se inclinó
hacia Néstor con un brillo travieso en los ojos.
- ¡Guau!
¡Mira qué bellezas acaban de llegar! ¿Vamos?
Néstor guiñó
un ojo, como si el mundo entero estuviera conspirando a su favor.
- ¡Eres un
lince, Rafael! -Se volvió hacia Juan, con una sonrisa que destilaba complicidad-.
¿Vienes?
Juan negó
con la cabeza, su mirada perdida en el borde de su vaso.
- No,
gracias.
Néstor se
encogió de hombros, imperturbable.
- Tú te lo
pierdes. –y dirigiéndose a Rafael le gritó- ¡Al ataque!
Los dos
jóvenes se levantaron y se perdieron entre la multitud y sus risas se
entremezclaron con la música y el griterío ensordecedor de todos cuantos se
apretujaban en la pista de baile y sus aledaños.
Juan se
quedó solo, y al cabo de unos minutos le pareció que el bullicio de la discoteca
se desvanecía y sólo quedaba latente como un tenue murmullo muy lejano. Las
luces centelleantes parecieron ralentizarse, como si el tiempo mismo se hubiera
detenido para dejarlo a solas con sus pensamientos.
“¿Esto es
todo?”, pensó, con la mirada fija en la pista de baile. “Ríen, hablan,
coquetean. Si no oyera sus palabras, creería que son felices. Pero su felicidad
es efímera, un flirteo superficial”. Se reclinó en la silla, sintiendo el peso
de la noche sobre sus hombros. “Quizás tengan razón. El mundo agota, y ellos lo
combaten con sus propias armas: superficialidad contra superficialidad. Viven
el instante, sin pasado ni futuro. ¿De qué sirve ser profundo en un mundo que
premia lo banal?”. Sus dedos tamborilearon sobre la mesa, un gesto nervioso que
reflejaba su inquietud interior. “Podría escribir novelas vacías, como las que
compran por esnobismo, y tendría éxito. Pero ¿y después? Un cuerpo puede darme
una noche de placer, pero mi alma... mi alma necesita más. Busco el amor, no
una conquista..”
Novelas con
corazón
https://amzn.eu/d/8KzYhK1
El aire en
la discoteca estaba cargado de humo, un velo denso que se arremolinaba bajo las
luces estroboscópicas, pintando destellos de neón sobre los rostros sudorosos
de la multitud. La Gran Vía de Madrid vibraba con una energía febril y una
larga fila de jóvenes esperaba su turno para entrar en la discoteca El Paraíso,
un templo del hedonismo, un lugar donde los jóvenes escapaban del gris
cotidiano para sumergirse en un torbellino de música, risas y coqueteos
efímeros. La pista de baile palpitaba al ritmo de los Shocking Blue con su
melodía pegajosa que hacía ondear los cuerpos como si fueran banderas en una
tormenta. Jóvenes con pantalones de campana y camisas de colores chillones se
mezclaban con chicas de vestidos ajustados y zapatos de plataforma, todos
moviéndose bajo un cielo artificial de luces que parpadeaban como estrellas
fugaces.
Juan estaba
sentado en una mesa abarrotada de vasos vacíos, con el respaldo de la silla
hundiéndose en su espalda como un reproche. A su lado, Néstor y Rafael reían
con una despreocupación que a Juan le parecía tan ajena como el brillo de las
lentejuelas que adornaban la pista. Néstor, con su cabello engominado y una
camisa verde esmeralda desabotonada hasta el pecho, fanfarroneaba con una voz
que competía con la música.
- Este
verano conocí a una alemana en Torremolinos. ¡Estaba forrada! -dijo, alzando su
vaso de cubalibre con un gesto teatral-. Alquiló un yate para fiestas todas las
noches. ¡Menudo verano!
Rafael, con
una sonrisa pícara y un cigarrillo Mencey colgando de los labios, asintió con
entusiasmo. Su chaqueta de pana marrón estaba ligeramente arrugada, pero había
en él un aire de confianza, como si supiera que el mundo siempre le sonreiría.
- No está
mal, Néstor. Pero yo no me quejo. Estoy con una actriz que empieza en el
teatro. ¡Y qué mujer!
Néstor soltó
una carcajada, dando una palmada en la mesa que hizo temblar los vasos.
- ¡Eso sí
que es un buen plan! ¡Mira qué calladito te lo tenías, eh, bribón! Ya sabes
cómo son las del teatro...
Juan apenas
escuchaba. Sus ojos vagaban por la sala, atrapando fragmentos de la escena: Una
pareja que se besaba con urgencia en un rincón, un grupo de chicas riendo
mientras sus pendientes dorados destellaban, el camarero sorteando la multitud
con una bandeja llena de copas. Todo le parecía un espectáculo vacío, una
coreografía de cuerpos sin alma. Tomó un sorbo de su bebida preferida, un vodka
con limón, y se preguntó cómo había terminado allí, en un lugar que lo hacía
sentir como un extranjero en su propia ciudad.
Novelas con
corazón
https://amzn.eu/d/8KzYhK1
El aire en
la habitación pareció cambiar. La luz de la lámpara se volvió más tenue, como
si el mundo entero se hubiera detenido para escuchar. Afuera, el rumor de Madrid
-los cláxones, las risas lejanas, el eco de una canción de Nino Bravo que
alguien ponía a todo volumen en un balcón cercano- se desvaneció. Juan se quedó
mirando el suelo, perdido en un recuerdo que parecía quemarle por dentro.
Juan no llegó
a terminar su frase, pero el silencio fue más elocuente que cualquier palabra.
Había algo en su tono, en la forma en que sus manos temblaban ligeramente al
sostener el vaso de vino, que hablaba de una transformación profunda, de un
encuentro con algo -o alguien- que lo había cambiado para siempre. Carlos, con
su vida ordenada y su pragmatismo, no podía entenderlo aún, pero sintió un
escalofrío, como si intuyera que su amigo estaba al borde de un abismo que no
podía nombrar.
El
apartamento, con su desorden y su calidez, era más que un refugio para Juan.
Era un campo de batalla donde luchaba contra sí mismo, contra las expectativas
del mundo y contra esa “noche” que lo había engullido y escupido de vuelta, que
lo había cambiado. Aquél Madrid de 1975, con sus cafés llenos de humo, sus
cines abarrotados y sus calles donde la libertad empezaba a susurrarse en voz
baja, era el telón de fondo de una historia que apenas comenzaba a desplegarse.
Pero la
noche, con su carga mágica, y la sincera amistad que Juan y Carlos se profesaban
desde hacía muchos años, hizo que por fin Juan comenzase a relatarle todo lo
sucedido…
Novelas con
corazón
https://amzn.eu/d/8KzYhK1