viernes, 6 de agosto de 2021

El milagro de la transformación del secano en regadío

El Grupo de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria y la Editorial Tabapress editaron en 1993 el libro: “Daimiel 1752, según las respuestas generales del catastro de Ensenada”
 
Muy pocos ejemplares del mismo se imprimieron y muy pocas personas habrán podido leerlo y conocer cómo era la vida en un pequeño pueblo agrícola en el año 1.752 y cuáles fueron sus vaivenes demográficos. Un ejemplar del mismo se conserva en esta “Biblioteca Fisac” y, habiendo pasado aquí mi infancia y siendo de aquí mis raíces, no puedo menos que compartir estas frases que aparecen en el mismo:
 
“Daimiel es un oasis en la estepa de La mancha. El viajero que se desvía en Puerto Lápice –nombre de sonoridad cervantina- de la carretera de Andalucía para ir a Ciudad Real, o el que pasa en tren desde la capital de la provincia hacia Manzanares, se sorprende al llegar, por uno u otro lado, a las proximidades de Daimiel: casitas minúsculas, grupos de árboles aislados, rectángulos de verdor entre el amarillo de las mieses y el ocre de las tierras, centenares de pozos y de norias y una sensación de humedad y frescura en la sequedad del estío, constituyen las notas características del paisaje en torno a Daimiel, bien distintas d ela aridez monótona que observamos al atravesar La Mancha.
 
Es el milagro del agua. Es el tesoro soterrado y sacado a la superficie en una labor de años, de lustros, quizá de siglos. Milagro de Daimiel, maravilla de transformación del secano en regadío, que se repite en otras zonas manchegas aunque con menor intensidad, porque la fertilidad de la estepa está condicionada a la existencia del agua”.
 
Estas palabras, con las que se inaugura este libro, en realidad fueron extraídas de otro libro: “Daimiel, geografía de un pueblecito manchego”, de Francisco Pérez Fernández, editado por el Instituto de Estudios Manchegos.
 
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