lunes, 7 de mayo de 2018

Hoy no he soñado contigo

Las noches eran para Miguel su auténtica libertad, la posibilidad de escapar a un mundo de libertad aunque no siempre lo fuese también de felicidad. Pero sabía que todo era efímero, que apenas rozado el cuerpo con las sábanas al despertar, aquellas vivencias del sueño se desvanecían como por arte de magia. Por eso había tomado la decisión de escribir -nada más levantarse- todo lo que fuese capaz de recordar sobre sus sueños. El primer día apenas si escribió unos renglones, le costaba recordar lo que había soñado aun cuando aún estuviese con el pijama puesto, sentado en la mesa y sin haber hecho otra cosa que sentarse a recordar y escribir. Sin embargo, no se rindió, siguió intentándolo día a día y pronto descubrió que unas nuevas puertas se abrían ante él: el mundo de los sueños le daba la bienvenida.

Cada día, al despertar, lo primero que hacía era ponerse a escribir cuanto recordaba de sus sueños y esta práctica le hizo ganar en maestría; comprobó cómo cada vez era capaz de recordar con más detalle todas las vivencias de esa otra vida que había llevado durante la noche. Descubrió también que los sueños estaban construidos mediante una amalgama en donde se mezclaban hechos reales, pensamientos y deseos, pero mezclados de tal forma que no era posible distinguir qué había de realidad, de sueño y de anhelo en cada uno de los detalles.

Hubo un día que fue distinto. Se sentó a escribir y sólo pudo transcribir esto:

“Hoy no he soñado contigo.
Perdóname, no debió ser así.
Y lo siento más que tú, pues ha sido una noche en la que mi espíritu ha muerto: no estabas para hacerlo renacer.
Oscuridad, silencio, vacío que ahogaba mis incipientes deseos. Dormido, todo estaba dormido.
No sé si lograrás comprenderme; siempre me fue difícil amoldarme a tu cuerpo, aunque tu espíritu latiese en mis entrañas.
Sí, tal vez porque me has mantenido distante te he deseado todos los días y te he olvidado por las noches.
En el fondo me alegro, has permanecido intacta a todos mis pensamientos.
No han existido las obras, todo ha sido distancia. ¿Dónde estabas cuando mi cuerpo te llamaba? No; será que mi cuerpo nunca te ha buscado, sólo lo ha hecho mi alma.
Y mi alma ha sido impotente al no tener hechos tangibles en que apoyarse.
No te lo reprocho, al contrario; me alegro. Pero se va acercando el tiempo y mis manos no te han visto renacer.
Atrás queda un encuentro lejano, perdido en la nostalgia de un día triste.
¿Qué hemos hecho en este tiempo?
Nada sé; es la ausencia.
Necesito protección, necesito amparo”.

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