En la actual
edición he rescatado una novela escrita –la mayor parte de ella- entre los años
1967 y 1968 cuando contaba entre 18 y 20 años de edad, aunque le di forma
definitiva en 1972. Se trata de una serie de relatos breves, inconexos, pero
que mantienen en común la temática y el protagonista: un joven en busca del
amor. Hay en esos relatos algo de realidad, algo de sueños y algo de anhelos,
mezclado todo en heterogéneas proporciones; de ahí el subtítulo “Realidad,
sueños y anhelos” que subyace a este “Puzzle” de sentimientos.
La edición se
completa con un ejercicio de diálogos entre el autor y su musa, escritos en esa
misma época y que explican un poco la realidad de los sueños reflejados en la
novela.
A la hora de
prologar este libro y vienen a mi imaginación las palabras de Vignati, “el
prólogo es tiempo muerto”. Por ello me abstendré de hacer inútiles
presentaciones e introducciones como relleno obligado en una obra literaria,
limitándome a ofrecer una visión global que aporte las claves necesarias para
su comprensión total.
El título “Puzzle”
adquiere aquí un gran significado. Esta palabra inglesa que podríamos traducir
al español como “Rompecabezas” es en síntesis la esencia que se respira a lo
largo de su lectura.
Hay dos elementos
comunes: el protagonista y el amor. A través de historias aparentemente sin más
nexo de unión que los dos citados anteriormente, el protagonista va buscando el
amor. Para él toda la espiritualidad de la vida solo tiene un objetivo: hacer feliz
a una mujer, y sólo cuando lo consigue puede él también sentirse feliz. Así
logra extraer de la materia toda su espiritualidad y en cada ocasión, el
contacto físico del amor le transporta al mundo espiritual que satisface su
ansia de plenitud y perfección.
En cada uno de los
capítulos existe algo de realidad, de acontecimientos que efectivamente
sucedieron, de personajes que existieron (con los nombres cambiados para
preservar su intimidad), de frases pronunciadas, etc.; existe algo de sueños
que efectivamente tuve y después –tan pronto como desperté- los trasladé al
papel; y finalmente existe algo de anhelos, de deseos que –al escribirlos-
conseguía acercarlos más a la realidad. Lo que sería prácticamente imposible es
determinar matemáticamente el porcentaje que de cada concepto se incluye en
cada capítulo; además, en cada capítulos dichos porcentajes son diferentes,
Realidad, sueños y
anhelos. De todo hay en su (completamente irregular y fuera del tiempo) camino,
y la confusión aparente de cada capítulo se va deshaciendo impalpablemente
según avanza el relato. Al final, el protagonista se encontrará desnudo, nacido
de nuevo en el mismo mundo del que un día huyó. Sin embargo, ahora contará con
la experiencia de su lucha sin tregua por vencer la confusión de su mente y
dispuesto a comenzar de nuevo. Sólo la realidad, cuando logró vencer lo
imposible de sus sueños y el sueño de sus anhelos.