Cada uno en su casa tiene derecho a hacer lo que le de la gana (siempre que no se haga daño a los demás, claro). Para entrar a una Mezquita hay que descalzarse. Para entrar a una Iglesia hay que llevar zapatos. Para ir al restaurante de la playa se puede ir con bañador. Para ir al restaurante del hotel no se puede llevar bañador. Para ir a algunos colegios hay que llevar uniforme. Para ir a otros colegios cada uno puede ir vestido como quiera. Para viajar en avión hay que pasar control. Para viajar en autobús no hace falta ni siquiera identificarse. Para la fiesta de fin de año que organizan los hoteles hay que ir elegante. Para una fiesta en el bar de la esquina cada uno va vestido como quiere. Para ir a algunos colegios, hay que cumplir unas normas de vestimenta y comportamiento. Para ir a otros colegios no imponen ninguna norma más allá de lo que dicte la ley.
Estas son las ventajas que tiene la libertad; cada uno puede elegir a dónde quiere ir en función de que las normas allí establecidas le parezcan bien o no, sin tener que exigir que todos cambien de normas y se impongan las que él desea.
Entonces, ¿a qué tanta polémica? Ya lo expliqué claramente en mi anterior comentario.
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