Si nos
fijamos en las páginas de cualquier periódico o en los informativos de
cualquier emisora de radio o cadena de televisión, veremos que la mayor parte
de las noticias se refieren a aspectos negativos de la vida, y un alto
porcentaje de los mismos estarán directamente relacionados con la muerte:
accidentes, atentados, violencia de género, desastres naturales, guerras,
epidemias...
Raro será
aquél periodista que en algún momento no haya de cubrir alguna de estas
noticias, y son muchos quienes las cubren de manera habitual (y no digamos si
se trata de corresponsales de guerra), pero el periodista no es sólo un
profesional de la comunicación, también es... una persona, y como tal se ve
afectado por estos acontecimientos. El estar trabajando en medio de desastres
(sean naturales o provocados por el hombre), entrevistando a personas en el
mismo momento en que padecen el punto más álgido de dichos sucesos traumáticos,
acaba haciendo mella en la psique del periodista llevándole en algunos casos a
ser víctima de la propia noticia que estaba cubriendo. El periodista que
convive con sucesos traumáticos puede acabar también padeciendo un estrés
post-traumático.
Se hace,
pues, necesario, que el periodista (y por supuesto también los editores), sean
conscientes de este riesgo y preparen adecuadamente a sus reporteros; y no sólo
deben prepararlos para cubrir esas informaciones, sino que deben prestarle su
apoyo antes, durante y después. Sólo así se podrá minimizar el riesgo y sólo
así se podrá recuperar anímicamente a esos profesionales de la Comunicación
víctimas de tan terrible entorno.
Hace unos
años, como director del diario digital “AZprensa”, dediqué un gran esfuerzo
para la formación y preparación de los periodistas. Una de aquellas iniciativas
fue la organización de los llamados “Foros AZprensa”, en donde traía a expertos
en diversos campos (científicos, periodistas, etc.) para que expusiesen sus
últimas aportaciones. Unos encuentros dedicados a todos los periodistas con el
objetivo de que después estos divulgasen a su vez la información recibida.
Uno de los
temas abordados lo titulé “El periodista y la tragedia”, para lo cual invité al
periodista británico Mark Brayne, responsable para Europa del “Dart Center for
Journalism & Trauma”, una entidad cuyo objetivo es, precisamente, ayudar a
los periodistas que cubren este tipo de situaciones traumáticas. El foro tuvo
lugar –como la mayoría de “Foros AZprensa” celebrados, en la sede de la
Asociación de la Prensa de Madrid. Pero ha pasado unos años y la situación del
mundo y del periodismo no es muy diferente a la de entonces, por ello sigue
teniendo vigencia todo lo que se habló en aquella ocasión, motivo por el cual
he traducido el contenido de aquél Foro para ofrecerlo de nuevo a los lectores
interesados y aportar así un nuevo granito de arena que sirva de ayuda a los
periodistas, a sus editores y a todos cuantos deben informar sobre este tipo de
situaciones.
Como la
muerte es compañera permanente de las tragedias, he dedicado la segunda parte
del libro a aclarar conceptos y recuperar consejos de los expertos sobre la
etapa final de la vida del ser humano. Un periodista que informa sobre los
sucesos antes mencionados, debe conocer y diferenciar perfectamente toda una
serie de conceptos relacionados con la muerte, con el cuidado a los enfermos
terminales e incluso dominar el arte de “dar bien las malas noticias”.
Para este
cometido he recurrido a una serie de documentos elaborados por la Comisión
Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC) en donde
trabajé como responsable de Comunicación en mi última etapa profesional. Desde
allí contribuí a divulgar entre periodistas y entre la opinión pública general
todos estos aspectos relevantes de la información y comunicación con las
personas que se encuentran en la última fase de su vida y de la divulgación
periodística de dichos acontecimientos. Pero no sólo me dediqué a la
divulgación de estos temas sino que también organicé diversos actos formativos
al respecto dirigidos específicamente a los periodistas para que estos
adquiriesen los conocimientos necesarios para informar con propiedad y acierto
sobre tan delicados temas.
De todo ello
va este libro, de la importancia de cuidarse como periodista y ser humano
cuando debe cubrirse información de tragedias; de saber cómo abordar a las
personas que viven tan desoladores episodios para ayudarles a superarlos y
obtener de ellas la información que buscamos; de conocer la terminología exacta
para contar nuestras historias de una manera correcta y profesional para que
todo el mundo las entienda y quede perfectamente claro de qué estamos hablando.
Espero que
este libro os sea de utilidad cuando vayáis a cubrir informativamente alguna
tragedia y también como herramienta de consulta para tener a mano la definición
exacta de una serie de términos que con demasiada frecuencia se confunden y crean
mayor confucionismo aún entre la audiencia.
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