Ya lo han conseguido: los estadios de fútbol ya están sin
público, y lo peor es que parece que le han cogido gusto a esta prohibición. El
pretexto del coronavirus ha sido providencial para ellos y encima la opinión
pública (cuyo cerebro ha sido previamente lavado por los políticos y los medios
de comunicación en su función de palmeros) lo acepta sin más.
Poco importa, nadie repara en ello, que se formen
aglomeraciones de gente en el metro, en el autobús, en las manifestaciones… En
los estadios, que son sitios al aire libre, donde todo el público está sentado…
pues no, ahí no se puede estar sentado junto a otra persona; si quieres
sentarte al lado de otra persona vete al metro o al autobús, y si quieres
abrazarte con otra persona, vete a una manifestación.
Para el máximo dirigente de la Liga de Fútbol
Profesional, Tebas, esto es una bendición porque ya no tiene que preocuparse
por el público (en realidad nunca se ha preocupado por el público) y puede
centrar su atención en el único interlocutor que le interesa: las televisiones
y todo el dinero que le dan por las retransmisiones de los partidos.
Hace años yo comentaba que el futuro del fútbol sería un
estadio cuyas gradas estarían llenas no de espectadores sino de pantallas de
televisión con las imágenes de los espectadores. Lo vaticinaba como cosa de
ciencia ficción y hete aquí que ese futuro ya casi ha llegado.
Mientras las televisiones estén contentas, a los espectadores
que les den morcilla. Mientras los clubes de fútbol sigan recibiendo sus buenos
millones por los derechos de televisión, poco se acordarán de los espectadores,
salvo para animarles a que se compren camisetas de su equipo.
En fin, podría seguir hablando, digo escribiendo, y me
darían las tantas de la noche, así que lo dejo aquí. El fútbol, tal como lo
conocíamos, ha muerto.
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