miércoles, 8 de julio de 2020

Añorando a San Fermín


Por primera vez, este 7 de julio no hubo encierros en las universalmente conocidas fiestas de San Fermín, en Pamplona. Pero estas fiestas, que ahora recordaremos, eran agotadoras no sólo para quienes participaban en ellas –incluidos los toros- sino también… para el santo. Y es que en esos días miles de jóvenes (y no tan jóvenes) de Pamplona (y de otras partes del mundo) cometían la insensatez de colocarse en el camino de unos toros como una “tradicional” forma de festejar al santo patrón.

Lógicamente San Fermín, que es agradecido, siempre ha tratado de impedir que los susodichos individuos mueran o sufran graves percances en su encuentro buscado con los astados. Pero claro, San Fermín sólo es un santo, no es Superman, y tanto trabajo a destajo le causa tal agotamiento que lógicamente se producen algunos incidentes graves que el pobre santo no puede evitar.

Cuando una persona va por el campo, y un toro que se ha escapado lo ve y le embiste... mala suerte. Pero si esa misma persona se mete en el redil del toro, le cita, y el toro le embiste y le coge... eso no es mala suerte; es que se lo ha buscado.

Así son las fiestas de San Fermín, los jóvenes (y no tan jóvenes), buscan el peligro... y lo encuentran. Por suerte para ellos (o para casi todos ellos) allí tienen a San Fermín haciendo milagros... aunque no imposibles. Menos mal que este año, gracias a la pandemia del coronavirus, el pobre santo se va a tomar un merecido descanso.

PD.- En la imagen, uno de los peligrosos astados a los que yo me enfrenté cuando era joven. En aquella ocasión, como no estaba en Pamplona, no pude recibir la ayuda de San Fermín, pero os aseguro que mis piernas corrieron más deprisa que mi voluntad y aquí estoy para contarlo. Yo también fui un insensato... con suerte.

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