Por muchos que sean
sus kilómetros de costa y por muy importante que sea su industria pesquera, los
peces que se comen en Islandia no sólo provienen del mar sino también de los
ríos… ¡y qué ríos! Aguas limpísimas y corrientes que los renuevan de forma
constante. No es de extrañar, pues, que dichos ríos provean de abundante pesca.
La trucha ártica es el
más claro ejemplo, un pescado de agua dulce que se captura en el norte del país
y que constituye, junto al cordero, uno de los alimentos básicos de la cocina
islandesa. Se puede degustar tanto ahumada como curada o a la brasa. Unas
truchas (y unos peces de río, en general) que no conocen la palabra “contaminación”.
(En la imagen, el autor de este blog fotografiando uno de los ríos que corren libremente por los vírgenes campos de Islandia).
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