La hierba del invierno ha despertado
y asoma tímida su verdor sobre los campos,
dándoles abrigo, belleza y esperanza
para afrontar las duras luchas que se acercan,
y cual semáforo ámbar nos advierte
que las horas pasan y la presencia muere.
Sólo somos insectos temporales
inconscientes del mundo en que vivimos;
esa vida que pensamos larga... no dura
ni un pequeño soplo, ni un latido.
Así de fugaces pasamos por la vida
sin haber apenas comprendido
que no somos nada, sólo un soplo,
una brizna de hierba que se irá
tan fugaz como ha venido.
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