domingo, 12 de julio de 2015

Las cinco virtudes inefables

Si preguntásemos a la gente para que nos enumerasen las principales virtudes, seguro que responderían cosas como esta: honradez, tolerancia, solidaridad, sencillez, alegría... pero dudo que alguno nombrase alguna de las que he dado en definir como “virtudes inefables” porque realmente es difícil explicarlas con palabras e incluso la gente no suele considerarlas virtudes sino –en muchos casos- todo lo contrario.

Por eso, para contribuir a la difusión y mejor conocimiento de las mismas, las ofrezco aquí de nuevo, reunidas en un mismo post:

1.- SER BORDE

Pues sí, porque para mí “ser borde” es una virtud. La persona borde dice las cosas tal y como las siente, es una persona sincera, llana, directa. Cuando estás con una persona borde nunca te sientes engañado porque llama pan al pan y vino al vino. Con otras personas nunca sabes si te están diciendo la verdad, si están adornando lo que dicen o si directamente te están mintiendo. Con el borde, no. Del borde te puedes fiar porque nunca te clavará un puñal por la espalda y si alguna vez piensa hacerlo te lo dirá antes a la cara.

Nunca te debes sentir ofendido por lo que te diga una persona borde, porque lo dice de corazón y todos deberíamos ser libres de poder pensar, sentir y expresarnos como nos diera la gana.

La hipocresía ha invadido el mundo y por eso, la virtud de “ser borde” tendría que reconocerse como una de las más valoradas. Desde aquí abogo por ella.

2.- SER UN SINVERGÜENZA

“Ser un sinvergüenza” es una virtud, porque –como la propia palabra lo indica- un “sinvergüenza” es aquél que no tiene  vergüenza. Y he aquí que el hecho de no tener vergüenza es una virtud que denota una fuerte personalidad, un compromiso formal con los propios principios y creencias.

Aquél que siente vergüenza es un débil, un inseguro, un pusilánime, un miedoso, un atormentado... ¿verdad que todo esto no es bueno? Pues por eso reclamo el reconocimiento de “sinvergüenza” como una virtud. A ninguno de nosotros nos debería dar vergüenza ser como somos, mostrarnos como somos y sentimos, aceptar las cosas que hacemos, afrontar las consecuencias de nuestros actos. Porque se puede ser sinvergüenza y reconocer –también sin vergüenza- nuestros errores.

El mundo está invadido por lo “políticamente correcto” y a la gente le da miedo salirse de ahí. ¡Venga! ¡Que no nos de vergüenza ser como somos y vayamos siempre con la cabeza muy alta como auténticos sinvergüenzas! Desde aquí abogo por ello.

3.- SER UN INMADURO

Si nos fijamos, la gente se refiere a “Ser un inmaduro” no como una virtud sino en plano despectivo: “¡A ver si maduras de una vez!” “¡Qué inmaduro eres!”. Y yo me pregunto: ¿Es que ser maduro es una virtud y ser inmaduro no lo es? Todo lo contrario.

Cuando un árbol nace su tronco es flexible, suave, de colores brillantes y atractivos; pero ¿qué pasa cuando se hace maduro?: se vuelve rígido, áspero, de colores apagados. Como podemos comprender fácilmente es mucho más atractiva la primera situación.

Y en el ser humano sucede igual: los niños pequeños son espontáneos, inocentes, inspiradores de ternura... mientras que los adultos, los maduros no lo son tanto... no hay más que fijarse en cualquiera de los políticos que mangonean España y los demás países.

Pero aún hay más: Jesucristo dijo que para entrar al reino de los cielos hay que ser como un niño y afirmó aquello tan conocido de “dejad que los niños se acerquen a mí”. Pues ya lo sabes, una de las mejores virtudes que puede adornar al ser humano es la de ser inmaduro, eternamente inmaduro.

4.- SER UN PERDEDOR

Hay virtudes que a todo el mundo le gustaría tener, otras que le gustaría tener a algunos o al menos en algunos momentos de su vida, y otras... que nadie desea poseer. Claro ejemplo de esto último es la virtud de “Ser un perdedor”. Pero no nos dejemos engañar, ser un perdedor es una virtud que tiene muchísimo mérito. Lo explicaré:

Cuando alguien pierde es porque otro gana. Es decir, el que pierde está haciendo –con su sufrimiento y decepción- feliz a otra persona. Y ¿no es lo más bonito del mundo hacer felices a los demás? Pues ya lo sabes: cada vez que pierdas, siéntete feliz porque habrás hecho feliz a otra persona. Ojalá el mundo estuviese lleno de perdedores y todos hiciésemos competiciones como aquellas de nuestra infancia cuando jugábamos al “ganapierde” ¿te acuerdas? Esas carreras de bicicleta en donde ganaba el que llegase último a la meta, eso sí, manteniendo el equilibrio todo el tiempo y sin poner, lógicamente, los pies en el suelo en ningún momento.

5.- SER COMUNISTA

El comunismo es a lo máximo que se puede aspirar en el campo de la virtud. Porque comunismo es dar todo lo que se tiene y recibir lo que se necesita. Prueba de ello es el comunismo que practicaron los primeros cristianos. Los apóstoles recibían todo el dinero, bienes y propiedades de los cristianos; el que tenía mucho lo daba todo y el que tenía poco, también. Después, los apóstoles repartían esas riquezas entre todos, pero no a partes iguales sino en función de las necesidades de cada uno. La familia con cuatro hijos recibía más que el que estaba soltero; el que no podía valerse por sí mismo recibía la ayuda necesaria mientras que esta no se daba a quien estaba sano y en plenas facultades. Cada uno daba lo máximo y lo mejor de sí en el trabajo, aunque supiese que lo que ganase no sería todo para él sino que se repartiría entre sus hermanos. ¿Hay mayor ejemplo de generosidad? ¿Hay, pues, mayor virtud? Ojalá el comunismo, el buen comunismo, se instale en todo el mundo.

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