Me ha llamado positivamente la atención la decisión que
ha tomado una persona que conozco y a la que aprecio, de pedirle a los Reyes
Magos para sus hijos “una Biblia para niños”. En sí esto no tendría más
importancia, pero resulta que esa persona es atea, y no solo eso, es apóstata
(se dio de baja como socia de la religión Católica). Sin embargo, sus ideas no
ciegan su razonamiento y por eso argumenta “que en casa no seamos cristianos no
significa que se tengan que perder una parte importante del origen de la
cultura en la que viven... Y si no les enseñamos en casa las historias de Caín
y Abel, de Esaú y Jacob, de Moisés, de Abraham, de Noé... no se las van a
enseñar en ningún sitio”.
Efectivamente, en
España nos hemos acostumbrado a vivir a base de Historias adulteradas y
cambiadas alternativamente a gusto de cada Gobierno reinante. Si ya los
Faraones del antiguo Egipto mandaban borrar las inscripciones de aquellos
Faraones que les precedieron y no eran de su cuerda, tres mil quinientos años
después no hemos avanzado nada. Cada Gobierno reescribe la Historia cuando llega
al poder, e incluso cada Comunidad Autónoma enseña una Historia diferente. En
consecuencia, el analfabetismo histórico es endémico en nuestra sociedad desde
hace muchos años. ¿Se imagina alguien a un presidente de Estados Unidos
cambiando los libros de texto para ensalzar a los presidentes que le
precedieron (pero sólo a los de su partido) y ninguneando a los del partido
contrario? Por supuesto que no; pero aquí sí.
Y en el ámbito de
la Historia religiosa (que al fin y al cabo es Historia) tratar de ignorarla es
de avestruces y tratar de cambiarla es de mosquitos (por lo del tamaño de su
cerebro, digo). Cada uno puede tener las ideas que le de la gana, pero los
personajes y las historias que nos han precedido forman parte de nuestra
cultura y si nos dedicamos a borrarlas estamos borrando nuestra propia cultura.
Creo que, por poner un ejemplo, Hitler no está muy bien visto por la sociedad
actual (al menos por la mayoría) y sin embargo no por ello hay que suprimir ese
capítulo en los libros de Historia. Por eso, aplaudo la decisión de esta
persona que quiere que sus hijos tengan el suficiente conocimiento para de esta
forma ser libres de pensar como ellos quieran y no como los demás quieran que
piensen ellos. Porque además, y como dice esa persona, si no se ocupa de que
conozcan eso ¿quién se lo va a enseñar? En la enseñanza pública de España,
desde luego que no.
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