sábado, 4 de enero de 2014

La Historia es Historia, nos guste o no

Me ha llamado positivamente la atención la decisión que ha tomado una persona que conozco y a la que aprecio, de pedirle a los Reyes Magos para sus hijos “una Biblia para niños”. En sí esto no tendría más importancia, pero resulta que esa persona es atea, y no solo eso, es apóstata (se dio de baja como socia de la religión Católica). Sin embargo, sus ideas no ciegan su razonamiento y por eso argumenta “que en casa no seamos cristianos no significa que se tengan que perder una parte importante del origen de la cultura en la que viven... Y si no les enseñamos en casa las historias de Caín y Abel, de Esaú y Jacob, de Moisés, de Abraham, de Noé... no se las van a enseñar en ningún sitio”.

Efectivamente, en España nos hemos acostumbrado a vivir a base de Historias adulteradas y cambiadas alternativamente a gusto de cada Gobierno reinante. Si ya los Faraones del antiguo Egipto mandaban borrar las inscripciones de aquellos Faraones que les precedieron y no eran de su cuerda, tres mil quinientos años después no hemos avanzado nada. Cada Gobierno reescribe la Historia cuando llega al poder, e incluso cada Comunidad Autónoma enseña una Historia diferente. En consecuencia, el analfabetismo histórico es endémico en nuestra sociedad desde hace muchos años. ¿Se imagina alguien a un presidente de Estados Unidos cambiando los libros de texto para ensalzar a los presidentes que le precedieron (pero sólo a los de su partido) y ninguneando a los del partido contrario? Por supuesto que no; pero aquí sí.

Y en el ámbito de la Historia religiosa (que al fin y al cabo es Historia) tratar de ignorarla es de avestruces y tratar de cambiarla es de mosquitos (por lo del tamaño de su cerebro, digo). Cada uno puede tener las ideas que le de la gana, pero los personajes y las historias que nos han precedido forman parte de nuestra cultura y si nos dedicamos a borrarlas estamos borrando nuestra propia cultura. Creo que, por poner un ejemplo, Hitler no está muy bien visto por la sociedad actual (al menos por la mayoría) y sin embargo no por ello hay que suprimir ese capítulo en los libros de Historia. Por eso, aplaudo la decisión de esta persona que quiere que sus hijos tengan el suficiente conocimiento para de esta forma ser libres de pensar como ellos quieran y no como los demás quieran que piensen ellos. Porque además, y como dice esa persona, si no se ocupa de que conozcan eso ¿quién se lo va a enseñar? En la enseñanza pública de España, desde luego que no.

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