¡Quién me lo iba a decir! ¡Una persona tan pacífica como yo
y verme relacionado con la muerte de dos famosos! Pues así son las cosas y he
de confesarlo: yo estoy relacionado con las muertes de Michael Jackson y de
Philip Seymour Hoffman.
Como recordaréis, Michael Jackson murió por una sobredosis
de propofol: el anestésico de mi laboratorio, AstraZéneca; un anestésico al que
–por cierto- adoraba, puesto que te despertabas de la anestesia no sólo sin
náuseas ni mareos, sino que además te ponía contentísimo y con ganas de irte de
juerga.
Pero ¿y la muerte de Philip Seymour Hoffman, el actor que
ganó el Oscar por su interpretación de Truman Capote? ¿También ha estado
relacionada conmigo? Pues me temo que sí, cuando lo encontraron todavía tenía
colgada en el brazo la aguja con la que se había inyectado heroína y fentanyl.
Y resulta que el fentanyl es un anestésico que introdujo y comercializó en nuestro
país el laboratorio Latino, el primer laboratorio en el que trabajé.
¡Qué le vamos a hacer! ¡Los anestésicos hay que dejarlos
para el quirófano, no para la mesilla de noche!
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