Ya
hemos hablado de la técnica para recordar los sueños, pero lo que me ha llamado
después la atención –y por eso quiero compartirlo con vosotros- es un sencillo
ejercicio para ayudarnos a recordar los sueños. A mí me ha parecido algo así
como una apuesta, como lanzarle un reto a nuestra consciencia diciéndole “¡A
que soy capaz de recordar mi sueño! ¡Qué te apuestas!”. Y no está mal hablar
así al ser superior del que formamos parte, porque en el mundo espiritual existe
-¡afortunadamente!- el sentido del humor.
Pues
bien, esa apuesta se hace de la siguiente forma: Pon un vaso de agua en la
mesilla de noche. Al ir a acostarte, bebe la mitad y dile a tu consciencia que
cuando te despiertes y te bebas la otra mitad recordarás lo que has soñado. Al
despertarte, bebe esa otra mitad del vaso de agua, tal como apostaste, y
comprueba si tu consciencia ha aceptado el reto y te trae de nuevo aquello que viviste
cuando soñabas durante la noche. Porque tu consciencia –durante el sueño- está
a medio camino entre el estado subconsciente y consciente, por lo que puede
trasladar vivencias de un lugar a otro. ¡Dile que se atreva a traértelas de
nuevo por la mañana cuando bebas ese medio vaso de agua!
PD.-
Si por lo que sea, esta técnica no te funciona, no te preocupes, porque beber
agua nada más despertarnos es muy bueno para nuestra salud, así que no habrás
perdido el tiempo con este juego.
Vicente
Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
“El
cine y el misterio”: https://www.amazon.es/dp/B0DJF3M3ZW
Todos
los seres humanos soñamos todos los días y sin embargo casi nunca recordamos
que hemos soñado, o si recordamos algo del sueño enseguida lo olvidamos.
Desde
un punto de vista de salud física y mental, el soñar es imprescindible para
tener buena salud. Se ha demostrado científicamente cómo privar a las personas
de la capacidad de soñar (despertándolas cada vez que entraban en la fase de
sueño) empeora su salud.
Pero
desde un punto de vista espiritual, los sueños son la etapa de la vida en que
más cerca estamos del mundo en donde reside el alma.
Sin
embargo hay una dejadez generalizada respecto a los sueños, a los que no damos
importancia y por eso somos incapaces de recordarlos y si recordamos algo lo
olvidamos inmediatamente. Porque para recordar los sueños, lo primero y fundamental
es “querer recordarlos”. Luego ya vendrá todo lo demás.
Y
¿por qué no queremos recordar los sueños? Pues muchas veces es porque no
queremos enfrentarnos cara a cara con nosotros mismos; tenemos miedo a vernos
como realmente somos.
Tenemos
que aprender a conocernos a nosotros mismos y los sueños nos ayudan a conseguirlo.
Hay
una frase que me ha resultado muy ilustrativa: “Cuanto más vamos hacia el
sueño, más viene él hacia nosotros” (1)
(1)
Mario
Mercier, “Le monde magique des revés”.
Vicente
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Esta
popular frase en latín lo dice muy claramente: Reza y trabaja. Muchos se creen
que basta con rezar, con desear cosas, para que estas se cumplan, y tras esa
oración o ese simple deseo, siguen como antes, haciendo el vago, esperando que
alguien les resuelva o les consiga aquello que quieren obtener. Y no, no es así
como funcionan las cosas.
Rezar
está muy bien, desear las cosas y la solución a los problemas está muy bien,
pero nada se soluciona por sí mismo es necesario que nosotros intervengamos de forma
activa, es decir, que “trabajemos”.
Quieres
aprobar un examen y rezas para que te aprueben… pero no estudias. ¿Cómo piensas
que vas a aprobar? ¿Se va a examinar Dios en tu nombre para responder a todas
las preguntas del examen y que así apruebes?
Quieres
lograr un ascenso en tu trabajo y lo deseas con fuerza, pero… ¿te esfuerzas en
tu trabajo? ¿Tratas de alcanzar los objetivos que se esperan de tu puesto de trabajo?
¿Dedicas tiempo a hacer mejor las cosas, a formarte y a poner todo tu esfuerzo
en conseguirlo? Si no lo haces y sólo estás en plan pasivo ¿qué es lo que van a
ver en ti tus superiores? Sólo un holgazán al que por supuesto no van a
recompensar de ninguna manera.
También
en el mundo de los sueños, del que venimos hablando estos días, sucede algo
similar. Queremos tener sueños agradables y que nos inspiren y aporten
soluciones para los problemas de nuestra vida. Incluso hemos dado el importante
paso de meditar y visualizar lo que queremos para que así nos llegue mejor la
inspiración a través del sueño. Muy bien ¿y qué? ¿Qué hacemos después? Seguramente
hemos recibido algunas ideas brillantes durante el sueño, sugerencias de lo que
deberíamos hacer, pero… ¿nos dedicamos después a trabajar para hacerlas
realidad? ¿O es que simplemente nos quedamos sentados esperando que todo se resuelva
por sí mismo sin que pongamos en ello ni la más mínima gota de sudor con
nuestro esfuerzo?
A
través del sueño recibimos (incluso sin pedirlo expresamente) sugerencias e
ideas –eso que podemos llamar “inspiración”- para mejorar nuestra vida, pero
una vez recibidas esas ideas hay que trabajar para ponerlas en práctica, y así
–día tras día- ir diciendo a la mente universal que somos buenos estudiantes,
que cada inspiración positiva que recibimos durante el sueño, la ponemos en
práctica al día siguiente.
Si
tú brindas ideas y ayuda a una persona y esa persona rechaza la ayuda e ignora
las sugerencias que le haces… ¿vas a seguir ayudándola o la vas a mandar a
paseo? Pues esto es lo mismo. Si no hacemos caso a la inspiración que nos llega
durante el sueño y no la ponemos en práctica… nos iremos embruteciendo y ese
maravilloso mundo de los sueños cada vez será más oscuro e inalcanzable para
nosotros.
Vicente
Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon: https://www.amazon.com/author/fisac
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Seguro
que te has planteado esta pregunta alguna vez o cuando menos has pensado que te
gustaría poder elegir tus sueños. Ahora bien ¿es eso posible? La respuesta es
“sí” y “no”. “Sí” porque es posible conseguirlo en algunas ocasiones; “no”
porque resulta muy difícil conseguirlo y porque de lograrlo sólo es posible en
algunas ocasiones aisladas y –en cierto modo- fuera de nuestro control.
El
punto de partida para esto se llama “meditación”. Si estás acostumbrado a
meditar, te resultará relativamente fácil conseguir que en algunas ocasiones
–sólo en algunas- sueñes con aquello que deseabas. Si sólo meditas de tarde en
tarde, te resultará mucho más difícil conseguirlo. Si no dedicas nunca tiempo a
la meditación, prácticamente te resultará imposible, y cuando alguna vez así
suceda, habrá sido por otras causas, no por tu deseo de conseguirlo.
La
técnica que se utiliza en la meditación es lo que se llama “visualización”. Hay
que focalizar la meditación en el asunto concreto sobre el que deseamos obtener
inspiración a través del sueño (ese momento en que nuestra mente entra en
contacto con la mente universal). A través de ese proceso de visualización
“materializamos” nuestro deseo, hacemos que mentalmente se convierta en
realidad y, una vez conseguido, damos gracias a la mente universal con el
convencimiento de que al soñar recibiremos esa inspiración que hemos solicitado.
Haciéndolo
así, en algunas ocasiones –repito: sólo en algunas ocasiones aisladas-
soñaremos con aquello que deseábamos y recibiremos la inspiración que
anhelábamos.
Por
otra parte hay que recordar que para fortalecer nuestra capacidad de “control”
(lo pongo entre comillas porque nunca vamos a poder controlar los sueños, sino
sólo y simplemente vamos a poder aprender a recordar los sueños y aprender de
ellos) es preciso que –como ya hemos indicado en otras ocasiones- tratemos de recordar
todo lo que podamos del sueño nada más despertarnos, en la misma cama, en la
misma posición, sin movernos para que esas imágenes no se diluyan como el humo
de una bocanada de cigarrillo; y después, nada más levantarnos escribirlo
inmediatamente. Haciendo esto un día tras otro, nos daremos cuenta que cada vez
nos resulta más fácil, más agradable y más instructivo, recordar nuestro sueños
e incluso recibir a través de ellos la inspiración que deseemos para nuestro progreso
personal e incluso profesional.
Vicente
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Una
noche estaba durmiendo cuando noté que había alguien de pie junto a mi cama,
observándome, sentí su presencia inquietante aun sabiendo que lo único que
hacía era observarme, pero al mismo tiempo me di cuenta que esa persona que
estaba allí en pie, junto a mi cama, mirándome a mí, en realidad no me miraba a
mí, sólo miraba mi cuerpo... porque esa persona que observaba aquél cuerpo
durmiente era yo. Me había desdoblado y estaba en dos sitios al mismo tiempo.
Fue una sensación tan extraña esa de estar viéndome a mí mismo desde fuera que
me desperté sobresaltado. Me incorporé, inspeccioné la habitación y comprobé
que no había nadie; efectivamente esa persona que me miraba de pie en la
habitación era yo mismo… o quizás debería decir mejor que esa persona era mi
“alma” que por un momento de había alejado de mi cuerpo.
¿Puede
el alma salir del cuerpo cuando dormimos y viajar a otros lugares? Por supuesto
que sí. Existe amplísima documentación al respecto, así como estudios y
comprobaciones de la realidad de este fenómeno. Y no se trata de nada nuevo
sino que todas las tradiciones de todos los pueblos que han habitado este
planeta a lo largo de la historia nos hablan de estos “viajes astrales” que se
producen durante el sueño.
Nosotros
somos un alma o “cuerpo psíquico” encerrado en un cuerpo físico. A veces,
durante el sueño, el alma puede hacer alguna “escapadita” y salir a visitar
otros lugares. Vamos a ver, si te mantuviesen siempre encerrado en una
habitación ¿no te gustaría salir de vez en cuando a estirar las piernas? Pues
eso mismo le pasa a nuestra alma, que
siente deseos de salir de ese encierro, aunque sea de forma temporal antes de
que llegue la muerte que –entones- ya será de forma definitiva.
Pero
como el alma es energía su forma de viajar es diferente a como nosotros lo
concebimos. Más que “viajar” lo que hace es “proyectarse” hacia otros lugares e
incluso hasta otros niveles de existencia. A veces llegamos por primera vez a
un lugar y lo encontramos familiar, nos parece haber estado allí con
anterioridad aunque sabemos con certeza que nunca hemos estado allí y ni
siquiera lo hemos visto antes ni en televisión ni en ninguna película. Esa
sensación probablemente esté motivada porque en algún momento, en alguna de
esas escapaditas de nuestra alma, llegó hasta dicho lugar y por eso ahora lo
reconocemos y nos resulta tan familiar.
Lo
queramos o no, estos viajes astrales involuntarios los hemos experimentado
todos nosotros y los seguiremos experimentando, nos acordemos de ello o no. Por
eso, el hecho de reconocer que esta posibilidad es real y se da con más o menos
frecuencia, nos debería poner en guardia para aprovechar al máximo la
experiencia y que todo cuando aprendamos y experimentemos durante dicha
escapadita seamos capaces de recordarlo e integrarlo en nuestro actual equipaje
de experiencias y conocimientos. Sabiéndolo será más fácil estar alerta y
preparados.
Dile
a tu alma que cuando vaya a emprender un nuevo viaje, te avise para aprovechar
al máximo esa experiencia. Y una forma de hacerlo e irse preparando para esta
aventura, es escribirlo rápidamente en un papel, en cuanto nos despertemos con
la sensación de haber tenido una de estas experiencias. Escribir de inmediato
todo cuanto hayamos visto y sentido. Al principio posiblemente sólo sean dos o
tres líneas lo que alcancemos a escribir, pero según nos vayamos acostumbrando
a hacerlo, cada vez nos será más fácil ir recordando más cosas y sobre todo
cada vez nos resultará más satisfactorio y enriquecedor.
Vicente
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