Si
respiras es que estás vivo, aunque sólo sea como un vegetal. Si respiras y eres
consciente de ello, es que estás vivo como ser humano. Para
los seres humanos, respirar es parte indisoluble de la vida… para el poeta,
escribir es igual que el respirar de los humanos. RESPIRAR Una
profunda exhalación y el aire tibio me
empaña el rostro. Un
respiro, un segundo de placer, no
es poco. A
través del aire (la
vida se respira) escapa
en el papel, poco a poco, sin
darme casi cuenta, mi
ser, mi alma, mi vida.
¡Qué
bonita es esta palabra! ¡Qué corta es y cuánto contenido encierra! “Gracias”.
¿Por qué no la usamos más a menudo? De cara a los demás, es la palabra que más
agradecen, la que más les alegra el día. De cara a nosotros mismos, es la que
debemos repetir constantemente dirigiéndola al universo creador (cualquiera que
sea el nombre que des a esa fuerza e inteligencia superior que nos ha creado y
de la cual formamos parte). Y
por si no lo sabías, esta simple y sencilla palabra tiene n poder mágico: No
solo transmite bienestar a quien la dirigimos, sino que también rebota ese
bienestar hacia nosotros mismos. GRACIAS Cuando
salí de mí supe
que no estaba solo. Cuando
miré hacia fuera vi
que estabais vosotros. Si
antes lo hubiera hecho, si
antes os hubiera hablado, si
no hubiera estado ciego, no
habría entrado en el letargo. He
despertado. Alguien tocó la
fibra más sensible de mi alma, su
mano femenina -tenía
que ser- desgarró
la corteza de rutina pegada
a mis palabras. Y
al abrir los ojos, otra vez, he
visto la lealtad, esperando
que vaya a
rellenar el hueco de
silencios atrasados. Gracias
a todos, gracias por quererme un
poco.
La
práctica es imprescindible en todos los aspectos de nuestra vida. A través de
la práctica, de ese incesante juego de “prueba-error-vuelta a empezar” nos
vamos superando y mejorando constantemente. A la hora de escribir pasa lo
mismo, necesitamos práctica; y aunque nuestros primeros escritos sean torpes e
imprecisos, son tan valiosos como aquellos que saldrán más adelante cuando
hayamos recorrido más camino. No
te dejes aturdir por los fracasos primeros, por los momentos en blanco, por la “falta
de inspiración”, por las “pájaras creativas”. Todo necesita trabajo, ejercicio
constante, aprendizaje. Sigue trabajando, sigue tu camino y no pares nunca si
es que quieres ganar esa batalla que es tu vida y que libras a diario contra el
mundo. ATURDIDO Como
flechas, como dardos, como espinas, llueven
sobre mí, me acribillan, los
ruidos ajenos, las luces, los objetos que
me rodean y me aturden, que
no me dejan salir del cuerpo a
través de mi cerebro. Caigo
desplomado, me derrumbo sobre la mesa con
un lápiz en la mano y
el coraje, la fiereza de querer luchar contra
el peso del mundo y de los años. Sólo
fuerza, sólo deseo, pero al fin de cuentas fe
en mi lucha capaz de vencer al tiempo. Y
van saliendo palabras, van saliendo los versos ininterrumpidos,
siguiendo rectos las flechas de
mi voluntad, el rumbo de mis deseos.
Por
más que uno valore el silencio, la introspección, la tranquilidad, la “zona de
confort” que tendemos a crear a nuestro alrededor… no podemos permanecer así
indefinidamente; hay que salir a la calle, hay que salir al mundo, hay que relacionarse
con los demás y ser miembros activos de la sociedad. Ejemplo
de esa introspección son los poetas, pero también los poetas deben salir a la
calle para alimentar su inspiración que, a fin de cuentas, es el alimento de su
alma… SALIR Salí
de mi hacia la calle, dejé
en su sitio, allí atados, los
recuerdos. Salí
sin más a darme limpio
de pasado, radiante
de futuro, sin
esperar recibir nada a cambio, sólo
seguro de dar lo
que estoy dando.
Aunque
parezca mentira viendo lo prolífico que estoy siendo como escritor desde hace
varias décadas, hubo un tiempo (hace ya más de medio siglo) en que abandoné la
poesía porque la prosa del trabajo diario me absorbía. Pero
un buen día desperté y ese poeta dormido volvió a la vida… RESUMEN
DE UN LAPSUS Ocho
años sin escribir -¡se
dice pronto!- un
solo poema, un solo párrafo. Al
cumplir los siete ya hice algo, no
quería ser menos que mi hermano. Cuando
llegué a los trece me animaron, mi
maestro me guió, me corrigió: “Es
tu camino, hazlo”. Mi
contacto a los quince, con un profesor poeta, abrió
a raudales mi mente fecunda mejorando
el cauce. Adolescencia
y juventud llenas de impulsos, la
emoción a flor de piel y
el papel, de soporte necesario para
recuperar, limpiar y devolver al mundo el
cuerpo herido en cien batallas. Amores
y amoríos, ilusión y desengaño, cada
mañana una vida, cada
tarde una aventura, cada
noche, latidos y sensaciones. y
en un ciclo sin fin, alternándose
todo, con
la inestabilidad diciéndote al oído: ¡Te
mueves! ¡Estás vivo! Cuando
al fin encontré lo que buscaba descansé, y
tras un año casado, mi
vida estabilizada, la
fuente inagotable de emociones se durmió. Ahora,
hibernados ocho años sin escribir -¡quién
lo diría!- una
sola frase, un verso solo, bastó
encontrar otro poeta para
traer el pasado y
convencerme a mí mismo de
que aún estoy viviendo, de
que aún puedo hacer algo.