1.-
¿Qué asociaciones te sugiere tu sueño?
Trata
de encontrar relaciones o asociaciones entre lo soñado y tus vivencias
personales. Este es el primero paso, algo así como el marco en el que podrís ir
reconstruyendo después, poco a poco, lo
que ha representado ese sueño para ti. Intenta averiguar con qué episodios de
tu vida se relaciona ese sueño.
Vicente
Fisac es periodista y escritor. Todos sus libros están disponibles en Amazon:
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Al
ser el sueño un mundo en el que nuestra alma penetra cada noche (todas las noches
soñamos aunque la mayoría de las veces no lo recordemos al despertar) se tiende
a considerar este “reino” como algo espiritual. Sí y no. Es espiritual en
cuanto es nuestra parte psíquica la que vive, se mueve, actúa, siente, etc.
durante el sueño; pero no es espiritual en el sentido místico que algunos
quieren darle. Los hay que llegan a
afirmar que “los sueños son el lenguaje del alma”. Pues, sí y no,
volvemos a decir. Nuestra alma forma parte del todo universal, de la energía absoluta
y eterna, y por ello está en comunión constante con la misma, porque es que
forma parte de ella, no puede separarse. Siendo así, es lógico que nuestra alma
reciba inspiración del universo y la traslade a nuestra consciencia durante el
sueño, que es el momento en que el alma se siente más libre. Pero no todos los
sueños son así. Ya hemos hablado que una cosa son los “sueños” y otras muy
distintas las “experiencias psíquicas”.
Viéndolo
así, podríamos decir que los “sueños” son más bien una vía de compensación de nuestra
vida cotidiana para mantener en equilibrio nuestro ser psíquico, aunque en
determinadas ocasiones puedan servir de vía de comunicación para aleccionar a
nuestra consciencia. Las llamadas “experiencias psíquicas” sí que habría que
analizarlas más profundamente porque ellas enraízan más con nuestro ser
espiritual, con nuestra parte mística.
Vicente
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Con
esa manía que tienen otros de considerarse capaces de interpretar tus propios e
íntimos sueños, hasta los hay que han publicado “Diccionarios de símbolos” para
afirmar que cuando se sueña con tal cosa significa lo que ellos te dicen que
significa. Así, de forma generalizada para todos los habitantes del planeta a
lo largo de los milenios. Es igual que eso de los horóscopos: dividen a los 8.000
millones de habitantes del planeta en sólo 12 tipos o clases de personas. Esto
quiere decir que si tú eres Capricornio y tu horóscopo te dice tal cosa, eso
mismo es válido para 666 millones de personas (la doceava parte de 8.000). ¿De
verdad te crees que esos consejos del horóscopo son válidos para 666 millones de
personas? No hagas caso ni de horóscopos de diccionarios de símbolos que
pretenden decirte que cada cosa o situación que aparezca en tu sueño tiene un
significado concreto, el mismo para 8.000 millones de personas que en algún
momento de sus vidas hayan podido soñar con lo mismo.
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Como
decía Karl Gustav Jung “el sueño es el teatro en el que el soñador es, a la
vez, el escenario, el actor, el apuntador, el regidor, el autor y el crítico”.
Por eso, ante cualquiera que pretenda interpretar tu sueño hay que decirle que
le falta el elemento más importante para descifrarlo: conocer al soñador. De
ahí la imposibilidad de que cualquiera pueda interpretar el sueño de un
desconocido.
Lo
que sí se puede hacer, desde el campo de la psicología y la psiquiatría es
ofrecer al soñador una serie de guías o pautas para que pueda hacer por sí mismo
ciertas asociaciones entre lo soñado, sus vivencias personales y sus
expectativas. Pero ¡ojo! ¡Debe hacerlo sin pasarse! Deben ser unas pautas o guías
tan ambiguas que no induzcan al soñador a dar por cierto lo que dichas pautas
indican. Porque la tendencia de los “interpretadores” es dar un exagerado poder
a sus sugerencias lo que conduce a que el propio soñador lo acepte así y lo
asuma como cierto.
Vicente
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Basta
con repasar pasajes de la Biblia o de cualquier libro de historia para
comprobar cómo siempre ha atraído sobremanera la interpretación de los sueños.
Se han visto como vivencias sagradas que nos ayudan a prevenir calamidades o
nos anuncian nuestro destino. Reyes y gobernantes acudieron a los expertos de
su época para que les ayudasen a desentrañar el misterio de sus sueños y esos
“expertos”, envueltos en su áurea de interlocutores de los dioses les contaron
a esos reyes lo que les vino en gana, de tal forma que si acertaban decían
aquello de “ya lo avisé”, y si se equivocaban inventaban cualquier excusa para
decir que otros acontecimientos posteriores impidieron que aquello anunciado en
el sueño se realizase.
En
los tiempos modernos, el papel de los sacerdotes y gurús del pasado lo han
tomado los psicólogos y psiquiatras, pero con el mismo nivel de acierto:
ninguno. Cuando aciertan es por casualidad o por sugestión sobre el soñador;
cuando fallan, nunca es culpa suya sino de otros acontecimientos externos que
sobrevinieron.
Y
entre medias de unos y otros están los “videntes”, los “horóscopos” y toda esa parafernalia
de farsantes que se valen de la buena fe y la credulidad de la gente para hacer
su negocio sin el más mínimo escrúpulo.
En
definitiva, por mucho que leas que “los sueños tienen tres niveles de
explicación: la interpretación literal, la psicológica y la sagrada”, no te fíes.
Los sueños pertenecen a otra dimensión que nuestra capacidad actual de razonamiento
no puede alcanzar. Oirás o leerás que las caídas significan tal cosa, la
desnudez en público significa otra cosa, y así sucesivamente se inventan
interpretaciones para temas recurrentes en los sueños tales como el fuego, la
muerte, los viajes, los vuelos, el agua, etc. y se quedan tan anchos.
Hablaremos
más sobre esto, pero de momento baste decir que el elemento principal que
permite conocer la interpretación de un sueño (si es que son interpretables,
que eso es otro asunto que cabría debatir) es uno mismo y por lo tanto nadie
puede conocerse mejor que uno mismo, así que no pretenda nadie interpretar tu
sueño cuando ni siquiera te conoce a ti tan en profundidad como puedas
conocerte tú a ti mismo.
Vicente
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