lunes, 15 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (15)

Rieron juntos, y por un instante, el bullicio de la discoteca se desvaneció, como si el mundo entero se hubiera reducido al pequeño espacio de ellos dos en aquella mesa.
- También me gusta la música clásica -añadió ella, con un tono casi confesional-. Menos mal, porque mis padres siempre me llevan a conciertos. ¡Imagínate si no me gustara! 
Juan arqueó una ceja, intrigado.
- Pero si estás tan “atada” a ellos, ¿qué haces aquí?
- Vine con una amiga que no paraba de insistir hasta que me convenció, quizás le dije que sí para darle gusto una vez y que ya me dejara en paz con su obsesión por venir a estos sitios que no van conmigo para nada. ¿Y tú?
- Lo mismo, tampoco me han gustado nunca estos sitios, pero mis amigos me arrastraron. Pero este lugar, fíjate… -Hizo un gesto hacia la pista, en donde podía verse una marabunta de cuerpos moviéndose como marionetas bajo las luces- Mucho ruido, poca luz, y demasiada superficialidad. 
 
Ella siguió su mirada, y sus labios se curvaron en una sonrisa cómplice.
- Cuerpos vacíos, ¿verdad?  -dictaminó ella.
- Exacto –reafirmó Juan, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, alguien entendía lo que llevaba meses intentando expresar.
- Ojalá nunca seamos así, como ellos, como cuerpos vacíos... ¿A ti te gusta bailar? -preguntó de repente ella, con un tono juguetón que tomó a Juan por sorpresa.
- No, lo encuentro absurdo. Pero a veces hay que hacer cosas absurdas, ¿verdad?
Y, sorpresivamente, como impulsados por un mágico resorte, ambos se levantaron y se dirigieron a la pista a bailar una de esas piezas lentas que de vez en cuando ponían en las discotecas para dar un pequeño descanso a los frenéticos espasmos del rock and roll.
 
La música de “Noches de blanco satén”, de los Moddy Blues, los envolvió y poco a poco fueron estrechando sus cuerpos y sus almas. Él dijo que se llamaba Juan y ella que se llamaba Clara, pero ninguno dio más detalles que permitiesen identificarlos porque lo que cada uno buscaba era el interior del otro, no su envoltura ni sus circunstancias.   
 

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domingo, 14 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (14)

Ella alzó los ojos, sorprendida, y Juan sintió una vibración especial que recorrió todo su cuerpo. Sus ojos, de un castaño cálido, tenían una profundidad que parecía invitar a perderse en ellos.
- “Noches de Sing-Sing”, de Harry Stephen Skiller -respondió, con una voz suave pero firme, como si no tuviera nada que demostrar. 
Juan sonrió, genuinamente intrigado.
- No lo conozco, y eso que leo mucho. ¿Me dejas anotar el autor? -Sacó una pequeña libreta y un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta. Ella sostuvo el libro abierto para él, con un gesto natural que desarmó la timidez de Juan. 
- Claro -dijo, con una sonrisa que era más una invitación que una cortesía. 
- Harry... Stephen... Skiller -murmuró Juan mientras escribía, con una caligrafía apresurada pero legible-. Listo. Yo también soy escritor, aunque no de best sellers, por supuesto. ¿Tanto te gusta leer que vienes a un sitio como este? 
Ella rio suavemente, una risa cálida y cristalina que se alzó por encima del murmullo de la discoteca como un acorde perfecto.
- Cualquier lugar es bueno para leer un libro… si es un buen libro, claro. Pero en este caso prefiero leer a estar aquí, esa es la verdad. 
- ¿Qué lees normalmente? -preguntó Juan, sentándose frente a ella sin pedir permiso, como si supiera que no necesitaba hacerlo.
- De todo, pero me pierden los franceses: Camus, Sartre, Colette. ¿Y tú? 
- Poesía y prosa poética, ya sean libros de poemas, novelas o teatro. No sé, por ejemplo Tagore, Casona… -Hizo una pausa, como si evaluara si valía la pena sincerarse-. Estoy escribiendo unas novelas para una editorial, pero no las típicas que todos compran y nadie lee. En las mías, el argumento es secundario; lo importante es el alma de los personajes, sus reflexiones. 
Ella lo miró con un brillo de interés genuino.
- Eso es lo que realmente importa. ¿Has leído “La dueña de las nubes”?
- No. ¿Y tú “Amanecer de otro día”? 
- No -respondió ella, con una sonrisa que se ensanchó- ¿Y “El príncipe de Hamburgo”?
- Tampoco.
 

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sábado, 13 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (13)

De repente, Juan, que miraba a su alrededor sin fijarse realmente en nada, detuvo su mirada. Una figura destacaba como una nota discordante en la sinfonía estridente de la discoteca. Era una joven, sentada sola en una mesa apartada, bajo la luz suave de una lámpara de pared. En sus manos sostenía un libro, y leía con una concentración que parecía desafiar el caos a su alrededor. Su cabello, largo y oscuro, caía sobre sus hombros, y vestía un sencillo vestido azul que contrastaba con los atuendos ostentosos de las demás chicas. Había algo en su postura, en la forma en que sus dedos pasaban las páginas, que hablaba de una calma profunda, casi subversiva en un lugar como aquél.
 
Juan la estaba observando fascinado cuando, de repente, vio cómo Néstor se acercaba a ella, con su sonrisa de galán y le decía algo que no llegó a escuchar. La joven levantó la vista, le respondió algo breve, y Néstor se retiró, encogiéndose de hombros con una mezcla de diversión y derrota. Minutos después, Rafael intentó probar suerte, pero también regresó con las manos vacías, riendo como si el rechazo fuera parte del juego.  “¡Increíble!”, pensó Juan, con una chispa de curiosidad encendida en su pecho. “Los dos grandes seductores, rechazados. Esa chica no es como las demás”.
 
Y sin saber muy bien a qué obedecía aquél impulso repentino que sentía, se levantó como si estuviese diciéndose “Es mi turno”. Sintió cómo su corazón se aceleraba, con una extraña mezcla de nerviosismo y determinación. Cruzó la pista, sorteando cuerpos que se movían al compás de la música, hasta llegar a la mesa de la joven. Ella no se había dado cuenta de nada, tan entusiasmada como estaba con la lectura de aquél libro en medio del caos de la discoteca. Fue la voz de Juan la que la sacó de su ensimismamiento…
- ¿Qué lees?  -le preguntó.
 

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viernes, 12 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (12)

El regreso de Néstor y Rafael lo sacó de su ensimismamiento. Llegaron riendo, con nuevas bebidas en la mano y el rostro iluminado por la euforia de la “cacería”.
- ¡Eh, escritor, despierta! -dijo Néstor, dando un golpe juguetón en el hombro de Juan.
- ¿Qué pasa? -preguntó Juan, con un dejo de fastidio. 
Rafael se dejó caer en la silla, con una sonrisa que parecía demasiado grande para su rostro.
- ¡No veas cómo están esas chicas! 
Néstor guiñó un ojo, con aire conspirador.
- Suave, suave... 
- Ya me lo imagino -respondió Juan, con desdén, mirando hacia otro lado. 
Rafael no se dio por vencido.
- Venga, Juan, únete a nuestro “safari”. Hay una “tigresa” que... 
- Hoy no —cortó Juan, con un tono seco que sorprendió a sus amigos- Prefiero quedarme aquí. 
Néstor repitió su tic habitual, encogiéndose de hombros, como si la negativa de Juan fuera un capricho sin importancia.
- Allá tú. –le respondió.
- ¿Vamos? -dijo Rafael, ya de pie, con la energía de quien sabe que la noche aún tiene mucho que ofrecer.
- ¡Adelante! -respondió Néstor, y ambos se alejaron de nuevo, entre risas cómplices, perdiéndose en el caos de la pista. 
 
Juan volvió a hundirse en sus pensamientos, con la mirada vagando por la sala. “Míralos, tan contentos, así, sin más”, pensó. “Y sin embargo cuando están solos y te fijas en ellos, y los ves enmudecidos, con la mirada baja y una copa en la mano, parecen seres tristes, parece incluso como si fueran capaces de pensar”.
 

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jueves, 11 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (11)

Rafael, siguiendo la mirada de un grupo de mujeres que acababan de entrar, se inclinó hacia Néstor con un brillo travieso en los ojos.
- ¡Guau! ¡Mira qué bellezas acaban de llegar! ¿Vamos? 
Néstor guiñó un ojo, como si el mundo entero estuviera conspirando a su favor.
- ¡Eres un lince, Rafael! -Se volvió hacia Juan, con una sonrisa que destilaba complicidad-. ¿Vienes? 
Juan negó con la cabeza, su mirada perdida en el borde de su vaso.
- No, gracias. 
Néstor se encogió de hombros, imperturbable.
- Tú te lo pierdes. –y dirigiéndose a Rafael le gritó- ¡Al ataque! 
 
Los dos jóvenes se levantaron y se perdieron entre la multitud y sus risas se entremezclaron con la música y el griterío ensordecedor de todos cuantos se apretujaban en la pista de baile y sus aledaños.
 
Juan se quedó solo, y al cabo de unos minutos le pareció que el bullicio de la discoteca se desvanecía y sólo quedaba latente como un tenue murmullo muy lejano. Las luces centelleantes parecieron ralentizarse, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para dejarlo a solas con sus pensamientos. 
“¿Esto es todo?”, pensó, con la mirada fija en la pista de baile. “Ríen, hablan, coquetean. Si no oyera sus palabras, creería que son felices. Pero su felicidad es efímera, un flirteo superficial”. Se reclinó en la silla, sintiendo el peso de la noche sobre sus hombros. “Quizás tengan razón. El mundo agota, y ellos lo combaten con sus propias armas: superficialidad contra superficialidad. Viven el instante, sin pasado ni futuro. ¿De qué sirve ser profundo en un mundo que premia lo banal?”. Sus dedos tamborilearon sobre la mesa, un gesto nervioso que reflejaba su inquietud interior. “Podría escribir novelas vacías, como las que compran por esnobismo, y tendría éxito. Pero ¿y después? Un cuerpo puede darme una noche de placer, pero mi alma... mi alma necesita más. Busco el amor, no una conquista..”
 

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miércoles, 10 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (10)

El aire en la discoteca estaba cargado de humo, un velo denso que se arremolinaba bajo las luces estroboscópicas, pintando destellos de neón sobre los rostros sudorosos de la multitud. La Gran Vía de Madrid vibraba con una energía febril y una larga fila de jóvenes esperaba su turno para entrar en la discoteca El Paraíso, un templo del hedonismo, un lugar donde los jóvenes escapaban del gris cotidiano para sumergirse en un torbellino de música, risas y coqueteos efímeros. La pista de baile palpitaba al ritmo de los Shocking Blue con su melodía pegajosa que hacía ondear los cuerpos como si fueran banderas en una tormenta. Jóvenes con pantalones de campana y camisas de colores chillones se mezclaban con chicas de vestidos ajustados y zapatos de plataforma, todos moviéndose bajo un cielo artificial de luces que parpadeaban como estrellas fugaces.
 
Juan estaba sentado en una mesa abarrotada de vasos vacíos, con el respaldo de la silla hundiéndose en su espalda como un reproche. A su lado, Néstor y Rafael reían con una despreocupación que a Juan le parecía tan ajena como el brillo de las lentejuelas que adornaban la pista. Néstor, con su cabello engominado y una camisa verde esmeralda desabotonada hasta el pecho, fanfarroneaba con una voz que competía con la música.
 
- Este verano conocí a una alemana en Torremolinos. ¡Estaba forrada! -dijo, alzando su vaso de cubalibre con un gesto teatral-. Alquiló un yate para fiestas todas las noches. ¡Menudo verano! 
Rafael, con una sonrisa pícara y un cigarrillo Mencey colgando de los labios, asintió con entusiasmo. Su chaqueta de pana marrón estaba ligeramente arrugada, pero había en él un aire de confianza, como si supiera que el mundo siempre le sonreiría.
- No está mal, Néstor. Pero yo no me quejo. Estoy con una actriz que empieza en el teatro. ¡Y qué mujer! 
Néstor soltó una carcajada, dando una palmada en la mesa que hizo temblar los vasos.
- ¡Eso sí que es un buen plan! ¡Mira qué calladito te lo tenías, eh, bribón! Ya sabes cómo son las del teatro... 
 
Juan apenas escuchaba. Sus ojos vagaban por la sala, atrapando fragmentos de la escena: Una pareja que se besaba con urgencia en un rincón, un grupo de chicas riendo mientras sus pendientes dorados destellaban, el camarero sorteando la multitud con una bandeja llena de copas. Todo le parecía un espectáculo vacío, una coreografía de cuerpos sin alma. Tomó un sorbo de su bebida preferida, un vodka con limón, y se preguntó cómo había terminado allí, en un lugar que lo hacía sentir como un extranjero en su propia ciudad.
 

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martes, 9 de diciembre de 2025

Sigue esperando (9)

El aire en la habitación pareció cambiar. La luz de la lámpara se volvió más tenue, como si el mundo entero se hubiera detenido para escuchar. Afuera, el rumor de Madrid -los cláxones, las risas lejanas, el eco de una canción de Nino Bravo que alguien ponía a todo volumen en un balcón cercano- se desvaneció. Juan se quedó mirando el suelo, perdido en un recuerdo que parecía quemarle por dentro.
 
Juan no llegó a terminar su frase, pero el silencio fue más elocuente que cualquier palabra. Había algo en su tono, en la forma en que sus manos temblaban ligeramente al sostener el vaso de vino, que hablaba de una transformación profunda, de un encuentro con algo -o alguien- que lo había cambiado para siempre. Carlos, con su vida ordenada y su pragmatismo, no podía entenderlo aún, pero sintió un escalofrío, como si intuyera que su amigo estaba al borde de un abismo que no podía nombrar.
 
El apartamento, con su desorden y su calidez, era más que un refugio para Juan. Era un campo de batalla donde luchaba contra sí mismo, contra las expectativas del mundo y contra esa “noche” que lo había engullido y escupido de vuelta, que lo había cambiado. Aquél Madrid de 1975, con sus cafés llenos de humo, sus cines abarrotados y sus calles donde la libertad empezaba a susurrarse en voz baja, era el telón de fondo de una historia que apenas comenzaba a desplegarse.
 
Pero la noche, con su carga mágica, y la sincera amistad que Juan y Carlos se profesaban desde hacía muchos años, hizo que por fin Juan comenzase a relatarle todo lo sucedido…
 

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lunes, 8 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (8)

Carlos se inclinó hacia adelante, con una intensidad que hizo que Juan se removiera en el sillón.
-¿Cuándo fue la última vez que saliste? Y no me digas que al bar de la esquina a por un bocadillo.
- Hace unas horas... -respondió Juan, evasivo, mirando hacia la ventana donde las luces de
Madrid parpadeaban en la distancia. 
- ¡No te vayas por las ramas! -Carlos alzó la voz, exasperado, pero había una genuina preocupación en sus ojos-. Mira, Juan, te lo digo porque te aprecio. Mi vida es normal: me levanto a las ocho, desayuno con mi mujer y los niños, voy a la oficina hasta las dos, como en casa, vuelvo al trabajo hasta las cinco y media. Luego, cine, paseos, o lo que surja. Los fines de semana nos escapamos de Madrid, a Segovia o Toledo, para cambiar de aires. ¿Y tú? 
Juan se encogió de hombros, como si la pregunta fuera una carga que no quería sostener.
- ¿Qué quieres que haga? 
Carlos se inclinó aún más, con una pasión que llenó la habitación.
- ¡Por Dios, Juan! ¡Estoy harto de verte encerrado entre estas cuatro paredes! Estás pudriendo los mejores años de tu vida. ¡Sal, diviértete, conoce gente! 
 
Juan guardó silencio, y por un instante, el aire entre ellos se volvió denso, cargado de algo no dicho. Finalmente, levantó la mirada, y sus ojos tenían una sombra que Carlos no había visto antes.
- No lo sabes, ¿verdad?
Carlos frunció el ceño.
- ¿El qué?
- Hace tres meses que no nos vemos. Han pasado cosas.
- ¿Qué cosas? -preguntó Carlos, con una mezcla de curiosidad y cautela-. En tus cartas todo parecía igual de aburrido… -Carlos titubeó, lamentando haber pronunciado la palabra “aburrido” porque no quería herir sus sentimientos.
Juan no se inmutó por ello y, con la mirada baja, como si las palabras fueran un peso que no estaba seguro de querer soltar, se dispuso a revelarle un secreto.
- He descubierto “la noche”.  –le susurró Juan con una mezcla de tristeza y desencanto.
Carlos parpadeó, sorprendido.
- ¿La noche? ¿Tú, de juerga? ¿Bailando en discotecas con luces de neón y música de Los Brincos? 
Juan asintió, con una expresión que oscilaba entre la nostalgia y el cansancio.
- Un mes entero saliendo todas las noches. Gasté mis ahorros, mis energías... casi pierdo mis sentimientos. Pero un día... 
 

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domingo, 7 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (7)

Carlos sacó el paquete de Ducados y lo agitó frente a Juan.
- ¿Un pitillo?
- No, gracias. Lo he dejado -respondió Juan, con una firmeza que sorprendió a ambos. 
Carlos arqueó una ceja, incrédulo.
- ¿Tú? ¿Sin tus cigarrillos? No me lo creo. 
Juan señaló un montón de papeles en el escritorio, donde un manuscrito sobresalía entre el caos.
- Me he identificado demasiado con el protagonista de mi nueva novela. Ahí tienes a mi pobre Juan… hasta le he puesto mi mismo nombre al protagonista. 
 
Carlos se levantó, curioso, y tomó el manuscrito. Hojeó las páginas, con el ceño fruncido.
- ¿Este? ¿Qué le pasa a este Juan? 
Juan soltó una risa amarga, teñida de ironía.
- Te vas a reír. Decidió dejar de fumar porque se asfixiaba en cuanto corría un poco, parecía como si sus pulmones hubiesen perdido elasticidad y ya no fueran capaces de insuflarle todo el oxígeno necesario, pero sus amigos lo convencieron para que probara una nueva marca. Dijo: “mi último cigarrillo”. Pero cada día tenía un “último cigarrillo” en sus labios. Ahora, en la segunda parte, está enfermo de cáncer de pulmón, arrepintiéndose de no haber tenido fuerza de voluntad. Por eso, si ahora acepto tu cigarrillo me sentiré como él. 
 
Carlos soltó una carcajada, dejando el manuscrito sobre el escritorio.
- Eres imposible. Siempre viviendo en tus historias con tanta intensidad que a veces me pregunto si no son tan reales esas historias como tu propia vida, porque parece que las dos, tus historias y tu vida son tan reales la una como la otra. -Hizo una pausa, y su expresión se volvió más seria- Oye, ¿cuántos años tienes?
- Veinticinco. ¿A qué viene eso? 
 

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sábado, 6 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (6)

Se acomodaron en los sillones, que crujieron bajo su peso. Carlos descorchó la botella de vino con un movimiento experto y sirvió dos vasos, el líquido rojo brillando bajo la luz cálida de la lámpara.
- ¿Y qué hay de ese libro que ibas a publicar? -preguntó, pasándole un vaso a Juan- Me dijiste que era tu gran momento.
Juan tomó el vaso, pero no bebió. Sus dedos juguetearon con el borde, como si buscara una excusa para no responder. Finalmente, suspiró, un sonido pesado que parecía llevar el peso de meses de frustración.
- Cosas de la vida. La editorial dice que es bueno, que tiene potencial... pero quieren más. Tres o cuatro novelas de la misma calidad para “respaldar” la inversión. ¡Dinero, siempre dinero! 
Carlos frunció el ceño, dejando el vaso sobre una mesita abarrotada de revistas.
- ¡Qué descaro! ¿Y tú qué les dijiste?
- Accedí -admitió Juan, con la mirada baja, como si confesara un pecado. 
- ¿Qué? ¿Te has vendido? -Carlos se inclinó hacia adelante, con una mezcla de incredulidad y reproche-. ¿Dejas que te expriman así? Si no confían en tu talento, que busquen a otro. 
Juan alzó la vista, con un destello de desafío en los ojos.
- ¿Y qué quieres que haga, Carlos? Necesito comer, pagar el alquiler. Ya he pasado demasiados apuros para seguir jugando al idealista puro. 
 
Carlos suavizó el tono, como si temiera haber apretado una herida abierta.
- Bueno, quizás tengas razón. La vida... la existencia, como tú dices, no es fácil. -Hizo una pausa, estudiando el rostro de su amigo-. Pero confío en que ese idealista que conozco sigua ahí dentro, aunque lo disfraces. 
Juan esbozó una sonrisa melancólica, apenas un movimiento de labios que no alcanzó a iluminar su rostro.
- Eso espero. Pero a veces temo enterrarlo tanto que no lo encuentre nunca más. 
 

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viernes, 5 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (5)

Un golpe en la puerta rompió el silencio, tan brusco que Juan dio un respingo, como si lo hubieran sorprendido en un delito.
 
- ¿Quién es? -preguntó, con la voz áspera por el desuso. 
- ¡Soy yo, Carlos! ¿Vas a abrir o sigo tocando la serenata?
 
La voz al otro lado era cálida, con un toque de sorna que solo un viejo amigo podía permitirse.  Juan se levantó, apartando una pila de papeles que amenazaba con desplomarse, y abrió la puerta. Carlos entró como una ráfaga de aire fresco, trayendo consigo el olor a colonia barata y el bullicio de la calle. Llevaba un traje gris de corte recto, típico de un oficinista de clase media en aquél Madrid de los setenta, con una camisa blanca impecable y una corbata de rayas que parecía gritar estabilidad. En la mano derecha sostenía una botella de vino tinto, con la etiqueta medio despegada, y en la izquierda, un paquete de cigarrillos Ducados que asomaba del bolsillo de su chaqueta. 
 
- ¡Hombre, qué sorpresa! No esperaba verte hoy -dijo Juan, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.  Carlos lo miró de arriba abajo, arqueando una ceja.
- ¿Qué tal, soñador? Siempre encerrado con tus palabras.
 
Carlos recorrió la habitación con la mirada, deteniéndose en el desorden de libros y papeles.
- Este lugar parece una biblioteca en ruinas. ¿No te cansas de vivir entre papeles?
Juan se encogió de hombros y señaló dos sillones gastados, tapizados en un terciopelo verde que había visto mejores días.
- Es mi refugio. Siéntate, hombre. 
 

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jueves, 4 de diciembre de 2025

Sigue esperando… (4)

El aire en el apartamento de Juan olía a papel viejo y a café recalentado, con un leve rastro de cera quemada de las velas que usaba cuando la lámpara de pie, con su pantalla torcida, no bastaba para iluminar sus noches de escritura. Era 1975, y Madrid vibraba fuera de aquellas paredes con un pulso inquieto, atrapada entre la rigidez política de aquellos años y la promesa de algo nuevo, indefinido, que flotaba en las conversaciones susurradas en los bares y en las canciones de la radio. Pero dentro de aquel apartamento en la calle Argumosa, en el corazón del barrio de Lavapiés, el mundo parecía detenerse.
 
Las estanterías, abarrotadas de libros con lomos desgastados -desde Lorca hasta Camus-, se alzaban como murallas alrededor de un escritorio donde una vieja máquina de escribir Olivetti Lettera 22 reinaba entre montones de papeles arrugados y tazas manchadas de café.
 
Juan, de veinticinco años, estaba encorvado sobre el escritorio, con los dedos suspendidos sobre las teclas, como si dudara de cada palabra antes de dejarla caer sobre el papel. Su cabello, castaño y desordenado, le caía sobre la frente, y sus ojos, de un verde apagado, reflejaban una mezcla de cansancio y anhelo. Vestía una camisa de franela a medio abotonar, con las mangas remangadas, como si estuviera en una batalla constante contra el calor de su propia mente. Era un hombre fuera de lugar, un novelista atrapado en un mundo que exigía más de lo que él estaba dispuesto a dar. Quería escribir historias que rasgaran el alma, pero las expectativas -las de los editores, las de la sociedad, las de sí mismo- lo tenían acorralado.
 

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miércoles, 3 de diciembre de 2025

Una trilogía de novelas

El periodista y escritor Vicente Fisac ha escrito a lo largo de su vida muchos libros (más de cuarenta, disponibles todos ellos en Amazon, tanto en edición digital como en edición impresa) y de ellos, algunas novelas y relatos cortos. Ahora, toda esa producción narrativa se ha reunido en tres tomos, “Novelas escogidas”, “Novelas con corazón” y “Novelas con aire nórdico”. Un total de once novelas que te permitirán conocer el universo de este original autor y te brindarán unas horas de lectura entretenida llena de sorpresas.

NOVELAS CON AIRE NÓRDICO
 
En “La joven rubia de Glommen”, seguiremos paso a paso la vida y las emociones de Erika Nissen (1845-1903), pianista y auténtica superestrella del siglo XIX. Su carácter firme e independiente, en una sociedad donde la mujer estaba supeditada al hombre, su compromiso social especialmente con las clases más desfavorecidas, y su defensa de los derechos de las mujeres, chocó con la sociedad de su tiempo… y sin embargo, cuando la escuchaban tocar esa música que llegaba al corazón, le perdonaron todo.
 
En “Huyendo hacia el silencio” nos trasladamos a la época actual en España. Allí, un experto publicitario ya jubilado nos cuenta la historia de un joven cantante al que la fama ha sobrepasado y busca un poco de paz y anonimato en su vida. Un encuentro casual dará un giro completo a la vida de estos dos personajes y se sucederán toda una serie de persecuciones, intrigas e incluso actos heroicos que nos revelarán una personalidad a contracorriente, la de un joven que lejos de seguir las modas y las normas él sigue las suyas, pero sin imponerlas a nadie, simplemente predicando con el ejemplo.
 
NOVELAS CON CORAZÓN
 
En “Caminos de fuego” nos adentramos en una novela actual de amor y de aventuras en el corazón de África. Pero esta historia de amor se verá amenazada no sólo por el fuego de un volcán y los peligros dela selva, sino también por el asedio de los medios de comunicación que, cuando ven una presa capaz de llenar portadas, se vuelven implacables. Sin embargo, esta novela nos enseñará también que cuando el amor es fuerte y verdadero, se puede combatir ese asedio con inteligencia y transformar los inconvenientes en ventajas.
 
En “Deuda de vida”, damos un salto atrás en el tiempo y nos trasladamos a la Grecia clásica de hace 2.600 años en vísperas de la celebración de unos Juegos Olímpicos que reviviremos en directo y conoceremos cómo era la vida normal y diaria en aquellos tiempos. Es una novela inspirada en hechos históricos, en donde el amor, la amistad y el honor son puestos a prueba y en donde se nos demuestra que hubo un tiempo en que una palabra dada, un apretón de manos, valía más que cualquier contrato.
 
NOVELAS ESCOGIDAS
 
En “EL ECO DE OTRO MUNDO”, se aborda el mundo del teatro y este nos introduce en el mundo de la familia, padres e hijos.
En “LA ESPERA SIN FIN”, un joven escritor descubre el amor en el lugar más insospechado. Una lucha entre la esperanza y el abatimiento.
En “UNA BODA Y UN ARMARIO”, pasamos a la más pura diversión; sin más aspiraciones…que ya es bastante.
En “ADIÓS EN AZUL” viviremos una historia de amor y distancia, por los intrincados caminos del destino.
En “EL CÍRCULO DE HADAS” nos vamos siglos atrás, al mundo mágico de las leyendas, la fantasía y los misterios.
En “LA SOMBRA EN EL ASFALTO” se cuenta una historia íntima sobre el paso del tiempo y cómo el destino nos devuelve nuestra propia imagen.
En “PUZZLE” iremos reuniendo piezas sueltas de un puzzle cuyo resultado final sólo se podrá contemplar cuando lo hayamos completado.
 
Disponibles en Amazon en tres ediciones: tapa dura, tapa blando y eBook:
Novelas con aire nórdico
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Novelas con corazón
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Novelas escogidas
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Sigue esperando… (3)

Si mirásemos al Madrid de los años 70, con las luces de neón parpadeando en las calles al anochecer, quizás escucharíamos aquella canción de Camilo Sesto que tanto se clavó en el alma de nuestro protagonista…
 
Un adiós sin razones
Unos años sin valor
Me acostumbré
A tus besos y a tu piel color de miel
A la espiga de tu cuerpo
A tu risa y a tu ser
Mi voz se quiebra
Cuando te llamo
Y tu nombre
Se vuelve hiedra
Que me abraza
Y entre sus ramas
Ella esconde mí tristeza
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo
Quiero vivir, quiero vivir
Saber por qué
Te vas, amor
Te vas, amor
Pero te quedas
Porque formas parte de mí
Y en mi casa
Y en mi alma
Hay un sitio para ti
Se que mañana
Al despertarme
No hallare
A quien hallaba
Y en su sitio
Habrá un vacío
Grande y muro como el alma
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo
Quiero vivir, quiero vivir
Saber por qué
Te vas, amor
Te vas, amor
Pero te quedas
Porque formas parte de mí
Y en mi casa
Y en mi alma
Hay un sitio para ti
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo
Quiero vivir, quiero vivir
Saber por qué
Te vas, amor
Algo de mí, algo de mí, algo de mí
Se va muriendo, quiero vivir, quiero vivir
 

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martes, 2 de diciembre de 2025

Dos novelas que nos llevarán a Noruega

En este volumen titulado “Novelas con aire nórdico”, se ofrecen dos novelas muy diferentes, de Vicente Fisac, en donde Noruega es también protagonista y el autor nos conducirá por aspectos desconocidos de este país…
 
No es ningún secreto que al periodista y escritor Vicente Fisac siempre le ha atraído de una manera muy especial Noruega, por eso no es de extrañar que este país forme parte de alguna de sus novelas. En este libro, en concreto, se incluyen dos novelas ambientadas –en todo o en parte- en Noruega. La primera, es una biografía de una superestrella de su tiempo de la que, sin embrago, apenas nadie recuerda, y cuya apasionante vida ha sido ahora rememorada. La segunda novela comienza en España pero, por caprichos del destino, sus personajes emprenderán una huida que les llevará hasta Noruega y allí conocerán cómo son las gentes de este país y el contraste entre la sociedad española y la sociedad noruega.
 
En “La joven rubia de Glommen”, seguiremos paso a paso la vida y las emociones de Erika Nissen (1845-1903), pianista y auténtica superestrella del siglo XIX. Su carácter firme e independiente, en una sociedad donde la mujer estaba supeditada al hombre, su compromiso social especialmente con las clases más desfavorecidas, y su defensa de los derechos de las mujeres, chocó con la sociedad de su tiempo… y sin embargo, cuando la escuchaban tocar esa música que llegaba al corazón, le perdonaron todo.
 
En “Huyendo hacia el silencio” nos trasladamos a la época actual en España. Allí, un experto publicitario ya jubilado nos cuenta la historia de un joven cantante al que la fama ha sobrepasado y busca un poco de paz y anonimato en su vida. Un encuentro casual dará un giro completo a la vida de estos dos personajes y se sucederán toda una serie de persecuciones, intrigas e incluso actos heroicos que nos revelarán una personalidad a contracorriente, la de un joven que lejos de seguir las modas y las normas él sigue las suyas, pero sin imponerlas a nadie, simplemente predicando con el ejemplo.
 
“Novelas con aire nórdico”, de Vicente Fisac
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Sigue esperando… (2)

Madrid, 1975. La noche era un lienzo de contradicciones. Las calles, iluminadas por letreros de neón que parpadeaban como promesas rotas, vibraban con el rumor de una ciudad que no sabía si aferrarse al pasado o lanzarse al abismo de un futuro incierto. Era una época de susurros y sombras, de cafés llenos de humo donde se hablaba de libertad en voz baja, de cines abarrotados donde las pantallas ofrecían un escape momentáneo, de discotecas que palpitaban con ritmos disco y el eco de canciones como las de Raphael o Nino Bravo, que parecían capturar el anhelo colectivo de algo más. España estaba al borde de un cambio, con el régimen de Franco tambaleándose y una generación joven que soñaba con nuevos horizontes, aunque aún no supiera cómo.
 
En medio de este torbellino vivía Juan, un joven de veinticinco años con el alma de un poeta y el corazón de un buscador. No era como los demás. Mientras sus contemporáneos se perdían en la efervescencia de la noche, en risas que ocultaban vacíos y en coqueteos que duraban lo que una canción, Juan anhelaba algo más profundo: una conexión que trascendiera lo superficial, un amor que no se desvaneciera con la luz del amanecer. Sus días los pasaba entre libros y una vieja máquina de escribir, tejiendo historias que intentaban capturar las verdades que no se atrevía a pronunciar en voz alta.
 
Pero la noche, esa fuerza magnética que atraía a todos, también lo había atrapado, llevándolo a un mundo de luces estroboscópicas y promesas vacías donde buscaba, sin saberlo, un destello de eternidad.
 

Novelas con corazón
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