miércoles, 15 de febrero de 2017

Los pedos de los directores

Esta anécdota verídica es bastante escatológica, así que al quien no le guste el humor marrón, que no la lea. Todo sucedió hace unos años cuando trabajaba en AstraZéneca, ya instalados en el nuevo edificio de Parque Norte. En una de las habituales y maratonianas reuniones del Comité de Dirección, uno de los directores (no diré su nombre por si le da apuro reconocerlo) hizo una peculiar propuesta. Hay que decir que en dichas reuniones había un orden del día con los asuntos más importantes a debatir, pero siempre al final se dejaba el apartado de “otros asuntos” para que cada cual pudiese plantear lo que quisiese.

Pues bien, en esta ocasión el citado director pidió que se estudiase la posibilidad de cerrar los habitáculos de los váteres porque, al estar abiertos por arriba, resultaba muy violento tirarse pedos o soltar con estrépito unas heces blandas junto con un peculiar acompañamiento musical, como sucede a veces. Decía que esos servicios eran compartidos por todo el personal masculino, tanto directores como empleados, y que al terminar la faena era muy frecuente encontrate al vecino de váter mientras uno u otro se lavaba las manos, y si la faena había sido ruidosa, la situación resultaba violenta.

La exposición de esta petición fue acompañada, lógicamente, del correspondiente jolgorio y bromas al efecto... pero el presidente, hombre sencillo y directo, dijo que no era para tanto; vamos, vino a decir que todos somos seres humanos e iguales ante el váter, y por consiguiente no se iba a meter en gastos de albañilería para silenciar esos ruidos.

Todo quedó en la recomendación de tirar de la cadena para enmascarar esos ruidos cuando fuesen a producirse. Y desde entonces seguro que debió aumentar el consumo de agua porque cada vez que estabas sentado en el trono, era frecuente escuchar cómo en el váter de al lado tiraban de la cadena varias veces para disimular.

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