lunes, 31 de octubre de 2016

Terremoto en Josefa Valcárcel

Era el año 1998 y, como cada día laborable, me encontraba trabajando en mi despacho del laboratorio Zéneca Farma, en la calle Josefa Valcárcel, de Madrid. De pronto sentí un mareo y tuve una sensación de pérdida del equilibrio a pesar de estar sentado. Apenas duró unos segundos y luego todo volvió a la normalidad. Cuando ya estaba recuperado escuché cómo varios compañeros hablaban en el pasillo:
- ¿Lo has sentido? –decía uno.
- Sí, sí, yo también –respondía otro.
Por lo visto yo no era el único que había sentido ese mareo, sino que era algo que había afectado a todos.

Poco después, Internet nos sacaba de dudas al dar la noticia de que se había sentido en algunas zonas de Madrid un ligero temblor de tierra como consecuencia de uno más intenso que había tenido lugar en el sur de la península.

Bueno, hago bien en llamarlo “temblor” y no “terremoto”, porque esto último es lo que realmente sucedió unos meses después, concretamente el 8 de diciembre de 1998. Aquella mañana comenzó a pestañear de manera fulgurante la bandeja de entrada de todos los correos electrónicos de cuantos trabajábamos en Zéneca Farma: se anuncia la fusión de los laboratorios Zéneca y Astra.

No por muy esperadas –de hecho llevábamos muchos meses e incluso años leyendo rumores de fusión- hay algunas noticias que no dejan de sorprender cuando finalmente se producen. Y en este caso, así fue. Cada uno de nosotros, tan pronto recibió el aviso, bien en forma de comentario confidencial, bien en forma de enlace con la noticia original publicada, leyó con interés cuanto se decía y, en efecto, parecía que esta vez iba en serio: nuestra compañía se iba a fusionar con otra y todos sabíamos que eso significaba supresión de puestos de trabajo e incluso, en este caso, el riesgo de que la sede central se estableciese en otra ciudad. Nos enfrentábamos, por tanto, al riesgo de perder nuestro puesto de trabajo o incluso, en el caso de conservarlo, a que debiésemos trasladarnos a vivir a otra ciudad, concretamente Barcelona.

Aquél día nadie trabajó en Zéneca Farma. Todo fue un ir y venir por los pasillos, hacer y recibir llamadas, reunirse en pequeños grupos y luego integrarse en otros nuevos para ver qué más noticias al respecto se conocían. Internet era una herramienta imprescindible para conocer lo que se estaba cociendo y todos navegábamos en busca de informaciones. Pudimos saber que Astra era un laboratorio de tamaño similar al nuestro y con un vademécum de productos diferente, por lo que apenas si existían duplicidades. Después, cada uno arrimaba el ascua a su sardina y buscaba información sensible para su puesto de trabajo. En mi caso, por ejemplo, me enteré que Astra no tenía departamento de Comunicación, lo que supuso un alivio, ya que veía aumentar mis posibilidades de continuar en la compañía al no tener rivales directos al otro lado.

Después, al día siguiente, la noticia ya era oficial y estaba en todos los medios de comunicación, no solo en los especializados sino incluso en los medios de información general. La razón era muy sencilla: la suma de estos dos laboratorios de tamaño mediano iba a dar lugar al nacimiento de un gigante: el tercer laboratorio más grande del mundo.

Pero un proceso de fusión requiere mucho tiempo y la vida debía continuar. Yo tenía muchos proyectos y entre ellos dar un vuelco a la Comunicación que se hacía en la compañía. En el caso de la comunicación externa ya lo estaba consiguiendo. Mi llegada cinco años y medio antes ya había supuesto la implantación de un Gabinete de Prensa, aun cuando ese “Gabinete” sólo estuviese constituido por mí mismo y por la ayuda parcial de una secretaria que siempre parecía huir: la primera se casó a los pocos meses y se fue a vivir a Australia, y la segunda acababa de pedir una excedencia para irse a Irlanda a perfeccionar su inglés, sería cuestión de muy pocos meses que me abandonase y, por supuesto, le pillaría fuera todo el proceso de fusión y las consecuencias que del mismo pudieran derivarse.

Así que, con la ayuda parcial y provisional de Beatriz, la colaboración de RGR para el seguimiento de noticias, y las ayudas de agencias de comunicación como Burson Marsteller e Inforpress, para proyectos específicos, seguía desarrollando mi trabajo de comunicación externa. Pero la comunicación interna era otro cantar...

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