lunes, 10 de octubre de 2016

Gracias, Takk, Thanks, Merci...

La lectura de ayer domingo, a pesar de su simplicidad aparente tiene muchos y profundos significados, así como plantea igualmente algunos interrogantes. Se trata de Lucas 17, 11-19.

Diez leprosos le gritan a Jesús (no se acercaron más, signo evidente de respeto, ya que ese tipo de enfermos eran auténticos apestados) que tenga compasión de ellos y les cure. Primera lección, pues: respeto. Segunda lección: Esperanza.

Jesús les responde que vayan a presentarse a los sacerdotes. Podía haberlos curado directamente allí, en ese mismo instante, pero quiso con este gesto dar a entender que si queremos algo tenemos que hacer algo para conseguirlo; no se puede pretender alcanzar todos nuestros deseos sin hacer ni el más mínimo esfuerzo por nuestra parte. En esta vida estamos para trabajar y superarnos día a día. En esta ocasión se les pide que vayan ante las autoridades religiosas, aunque no les explica los motivos, pero como ellos tienen confianza plena en el Maestro, hacen lo que este les pide. Tercera lección: si quieres algo trabaja por conseguirlo.

Cuando van en camino, los diez leprosos quedan limpios; es decir, el milagro no se obra en su presencia sino lejos de él, como si él no quisiese darse importancia. Primero les dice que vayan a ver a los sacerdotes, como si fuesen ellos quienes tuviesen el poder de curarlos en vez de él; y después hace que se curen en el camino en vez de montar el espectáculo de la curación en plan multitudinario de show-business. Cuarta lección: humildad, quitarse importancia y no alardear de los méritos propios.

Los diez se alegran mucho y dan saltos de alegría, pero sólo uno (precisamente el único extranjero del grupo de enfermos) regresa para darle las gracias. Eso era lo único que esperaba Jesús, que le diesen las gracias, pero sólo regresa el extranjero, como indicándonos que muchas veces son mejores que nosotros aquellos que no pertenecen a “nuestro grupo”. Quinta lección: tendríamos que acostumbrarnos a dar las gracias mucho más a menudo porque son muchos los favores que recibimos cada día, tanto por parte de Dios como de los hombres. Sexta lección: nada de “nacionalismos” ni creencias en que “los nuestros, los de nuestro grupo” son los mejores.

Finalmente, a ese que volvió a darle las gracias, Jesús le dice “levántate, vete: tu fe te ha salvado”. Eso es como decir: yo no he hecho el milagro, lo has hecho tú al creer en él. Al igual que se dice en más partes del Evangelio, la fe es la que realmente obra milagros y si nosotros creemos firmemente en aquello que vamos a emprender y lo trabajamos adecuadamente, podremos lograr el éxito. Pero entonces, si Jesús no hace el milagro, si quien lo hace es la fe... ¿significa eso que no debamos atribuirle a Dios este milagro? Pues va a ser que no, porque si Dios nos ha creado, la fe que podamos tener es también obra suya y por consiguiente se trata de un milagro por vía indirecta pero cuyo responsable último es Dios. Séptima lección: Creer, hay que creer no sólo en Dios sino también en nosotros mismos y en nuestra capacidad (vía trabajo) de modificar nuestro futuro.

No obstante este pasaje deja algunas incógnitas. Cuando los manda que se presenten a los sacerdotes ¿qué pretendía con ello? ¿Quería que los sacerdotes viesen el milagro para que se dieran cuenta que él era Hijo de Dios? En ese caso chocaría con la lección de humildad que parecía desprenderse del primer análisis. Pero a lo largo del Evangelio ya hemos visto que también Jesús tenía su genio y de vez en cuando (expulsión de los comerciantes del Templo) daba un puñetazo encima de la mesa. ¿Fue esta vez una de aquellas? Y la otra cuestión que no queda clara es si finalmente aquellos diez leprosos se presentaron en el Templo o se dieron cuenta que los sacerdotes no pintaban nada y que era Jesús al que debían mostrar agradecimiento.

Resumiendo: creer en nosotros mismos, tener fe en lo que hacemos y trabajarlo. Y acostumbrarnos a dar las gracias cuantas más veces mejor, tanto a Dios como a todos los que nos rodean.

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