miércoles, 20 de enero de 2016

Por tierras de Portugal y de España (2)

Comienza el viaje en Portugal. Ya para empezar, nos da esta maravillosa imagen de Portugal, en la que dice: “Represéntaseme Portugal como una dulce y hermosa muchacha campesina que, de espaldas a Europa, sentada a orillas del mar, con los descalzos pies en el borde mismo donde la espuma de las gemebundas olas se los baña, los codos hincados en las rodillas y la cara entre las manos, mira cómo el sol se pone en las aguas infinitas. Porque para Portugal el sol no nace nunca: muere siempre en el mar que fue teatro de sus hazañas y cuna y sepulcro de sus glorias”.

Prosigue después con un lamento de ¿por qué esa falta de comprensión entre España y Portugal siendo hermanas? Es este en realidad un gran problema; que dos naciones geográficamente unidas estén tan dispares en sus ideales. Unamuno parece entonces defender a Portugal, y nos habla de los aspectos en que Portugal es superior a nuestra España. Destaca entre ellos la originalidad de la literatura portuguesa. Comienza por Eugenio de castro, y acaba con Teixeira de Pascoaes. El pueblo portugués, para él, tiene un doble aspecto: “Portugal campesino, resignado y sencillo. Portugal heroico y noble”.

A Unamuno le gusta mucho hablar con los amigos. Se encuentra entonces con Teixeira de Pascoaes, del que dice: “Encerrado en su torre de bruma y de silencio, es un corazón sonámbulo”. Hace con él algunas escapadas por los alrededores, y Teixeira le enseña a saber contemplar la belleza de todos los paisajes. Lee entonces Unamuno su libro “Las sombras”, y nos hace un completo estudio de dicha obra, destacando sobre todo que la exaltación del idealismo lleva a la naturaleza.

Después de esto, Unamuno quiere darnos a conocer algunos aspectos del estado político de Portugal. Acontece por esas fechas el asesinato del rey Don Carlos, al que se le achacaba la falta de amor a su pueblo. En el comentario sobre el suceso, quiere destacar Unamuno de una manera especial, la bravía de los mansos, como llama a los portugueses.

Comenzó Unamuno a decir todos los aspectos positivos de Portugal; no quiere sin embargo que se ignoren los negativos. No obstante, trata de dar una explicación lógica a estos aspectos negativos cuando alega que: “Esta enorme tristeza, este arraigado pesimismo, arranca de la falta de un elevado ideal colectivo”.

Pasa después al aspecto religioso de Portugal, y dice que “Las Luisiadas” de Camoens, apenas si son un vago reflejo de la vida religiosa y campesina portuguesa.

Miguel de Unamuno prosigue su viaje por tierras portuguesas, y se dirige a la bella ciudad de Espinho, a la que se está tragando el mar. Destaca la gran belleza de sus paisajes, cuando dice: “El campo y el mar verdes, como se abrazan y mezclan bajo el cielo azul, ofreciéndonos la más fiel imagen de este Portugal campesino y marinero que con los leños de sus bosques aró los más remotos océanos”; y nos cuenta la vida campesina y marinera de esta ciudad.

Se dirige después a Braga, y hace un recorrido por la ciudad, visitando los monumentos más bellos. Entre estos destaca “El Buen Jesús del Monte”, principal atracción turística de esta ciudad. Nos describe el misterioso encanto de sus paisajes diciendo: “Allí sus cascadas, su gruta con estalactitas y estalagmitas artísticamente colocadas como los cabellos de una doncella”.

Como dije al principio, para Unamuno ningún paisaje es feo; podrá parecérnoslo, pero al conocerlo mejor siempre acabará gustándonos. Esto le pasa al visitar el pueblo de Guarda: “Aquella ciudad que allá en lo alto, sobre la montaña, levanta sus torres contra el cielo”. Decide, pues, tan sólo por curiosidad, dirigirse allí y nos la describe por dentro diciendo: “Fría, ventosa, húmeda, fea, denegrida y fuerte, que vigila a España”. Pero hace trato con sus habitantes, y logra por fin, sacarle sus encantos.

Su última visita es para la capital y el monasterio de Alcobaça. En Lisboa visita el monumento a Eça Queiroz, y critica su fatídica doctrina en la que dice que “la felicidad está en un egoísmo inteligente”; y dice también para despedirse, unas palabras tristes y desconsoladoras, pero crudamente reales; estas palabras son: “Pese a lo que pueda parecer, Portugal es un pueblo triste, y lo es hasta cuando sonríe”.
(Continuará)

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