martes, 3 de noviembre de 2015

El alma

Hoy planteo una cuestión extremadamente profunda y compleja: si nuestra alma es parte de Dios, eso significa que es perfecta; y sin embargo nos damos cuenta que estamos en este mundo para perfeccionarnos y reunirnos finalmente con Dios. ¿No es esto un contrasentido? Si el alma es perfecta ¿para qué va a evolucionar? Y si no lo es ¿cómo puede ser parte de Dios algo imperfecto?

Para poder llegar a entenderlo debemos hablar primero del alma y saber que su principal atributo es la consciencia que tiene de sí misma.

Desde el primer ser unicelular, más aún, desde la primera molécula orgánica, el ser humano ha ido evolucionando. En esta evolución hubo un momento en que el hombre primitivo escuchó por primera vez esa voz interna, dentro de sí mismo, que le descubrió la existencia de Dios aunque inicialmente fuese de una manera muy rudimentaria.

Esa consciencia de uno mismo es la personalidad de nuestra alma y es dicha personalidad la que debe ir evolucionando hasta que pueda llegar a comprender totalmente a Dios (a través de diversas reencarnaciones que no tienen por qué ser en este mismo plano físico) y en ese momento podrá decir como Jesús: “Yo y mi Padre somos uno”.

Nuestro objetivo en este vida debe ser, pues, avanzar en el conocimiento de Dios a través del conocimiento de nuestra propia alma, aumentando nuestra conciencia del alma que es, en definitiva, el alma-personalidad que debemos evolucionar.

Dicho en otras palabras: La esencia de Dios está infundida en toda la materia (inanimada, animada y racional) pero es cuando esa materia toma conciencia  de esa esencia (cuando el ser humano toma conciencia de Dios) cuando adquiere su personalidad, la cual irá evolucionando hasta tener conocimiento y comprensión plena de Dios, volviendo enriquecida con todas las experiencias de su aprendizaje.

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