jueves, 26 de noviembre de 2015

Código de vida (8/22)

Quienes mucho hablan acaban repitiendo las mismas cosas una y otra vez o –lo que es peor- inventándoselas, porque pocos hay que tengan tanta cultura y don de palabra como para estar hablando sin parar diciendo cosas interesantes. A esas personas se les rehuye por pesadas, y su palabrería lo único que consigue es atontar y contrariar a los demás. En cambio, escuchar e interesarse por lo demás resulta mucho más instructivo y enriquecedor. Pero los extremos nunca son buenos. La balanza entre escuchar y hablar debería mantenerse equilibrada; ahora bien, si se inclina hacia alguno de estos dos lados, mejor que sea la balanza de escuchar la que ocupe una mayor parte del tiempo.


Si has leído esto, no ha sido por casualidad…

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