martes, 11 de noviembre de 2014

El Dodo y yo

Cuando nacemos nos ponen unos pañales a los que se conoce popularmente como “dodotis” (que viene de la marca que los introdujo: Dodot), quizás como una premonición de lo que nos aguarda en el futuro: extinguirnos como el Dodo (ver imagen de tan simpática pero tonta ave). Pues igual que el Dodo así pasamos todos por esta vida y tan sólo quedará de nosotros un leve recuerdo que se irá apagando con el tiempo.

Escuchaba hace poco en una película antigua, que lo verdaderamente valioso no es lo que hacemos ni lo que poseemos, sino el recuerdo amable que los demás guarden de nosotros. Bueno, en eso también nos parecemos al Dodo, un ave tan mansa, tan inocente, que acabó en el estómago de muchos y variados comensales.

No se puede escapar. No hay salida. Sólo nos queda caminar de forma alegre y patizamba por la vida, para disfrutar del momento y hacer que los demás disfruten también con nosotros y después, con nuestro recuerdo. Hasta que la última y débil llama del mismo se extinga igualmente en este rincón minúsculo y perdido del Universo.

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